CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 14 octubre 2005 (ZENIT.org).- Muchos de los testimonios de auditores que han intervenido en el Sínodo de los Obispos confluyeron en una constatación: la caridad no dura si no es alimentada por la Eucaristía.
Así lo reconoció por ejemplo, este miércoles, Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio, al tomar la palabra ante la asamblea general.
«La caridad no dura sin el alimento de la Eucaristía», reconoció. «Esto lo he visto yo en tantas conocidas y desconocidas existencias entre los pobres, que hacen que hoy –a pesar de nuestros límites– la Iglesia haya resurgido para los más desesperados».
El hermano Marc Hayet, responsable general de los Pequeños Hermanos de Jesús, explicó que su fundador, Charles de Foucauld, explicó que el futuro beato (el 13 de noviembre) creó fraternidades contemplativas, que trabajan entre los pobres, para juntar «la exposición del Santísimo Sacramento y una vida expuesta».
«Una vida expuesta a los ojos de los pobres, que saben que tenemos un trabajo y una vida parecida a la suya, que compartimos sus mismas preocupaciones por una existencia más justa y digna», subrayó.
«Una vida expuesta a esta otra presencia del Señor: su presencia al lado de los pobres. La vida de la gente no nos deja, vive en nuestra oración –afirmó–. Este compartir la vida nos hace descubrir el rostro del Dios de la ternura, que camina humildemente con nosotros, como demuestra la Eucaristía».
La Eucaristía es la clave de la «nueva evangelización» incluso hacia dentro de la misma Iglesia, constató Luis Fernando Figari, fundador del Sodalitium Vitae Christianae, nueva realidad eclesial surgida en América Latina y presente hoy en varios continentes.
En la Eucaristía, señaló, se encuentra la respuesta a esa «nostalgia de infinito» que experimentan los hombres y mujeres de hoy, pero que es escamoteada «por muchos sucedáneos que ofrecen las ideologías y la praxis de este tiempo».
«Necesitamos que Cristo se nos entregue en la Eucaristía, su morir por nosotros, en el pan fraccionado y en su Sangre versada, para poder mostrar su resurrección, su vida inmortal al mundo», reconoció Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal.