Inmigración e Islam conforman una Europa multi-religiosa

El vicario apostólico de Estambul y un sacerdote experto en inmigración afrontan la nueva realidad

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ROMA, martes, 25 octubre 2005 (ZENIT.org).- La Asamblea Plenaria anual del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) –celebrada en Roma, del 29 de septiembre al de 2 octubre, bajo el tema «El Concilio Vaticano II. ¿Qué indicaciones para el futuro?»— dio oportunidad a Zenit para hablar con monseñor Louis Pelatre –vicario apostólico de Estambul, responsable de los católicos latinos para Estambul y Ankara— y con el padre Hans Vöking, respectivamente presidente y consultor de la Comisión de Migraciones del organismo episcopal continental, sobre temas del encuentro.

–Han llegado a Roma con temas importantes, tal vez en especial usted, monseñor Pelatre, centrado en el caso de Turquía. ¿Qué desean presentar a la atención de esta Asamblea Plenaria?

–Monseñor Pelatre: No pienso que la Asamblea Plenaria se pueda preocupar de todo lo que concierne a la Iglesia en Turquía. De todas formas, los cristianos en Turquía son una pequeña minoría y conviven también con otras confesiones cristianas, o sea ortodoxos, por lo tanto los griegos, que son muy pocos, los armenios y los sirios, y también los protestantes, Juntos formamos una minoría. Nuestro problema es precisamente el testimonio que la Iglesia, que los cristianos deben dar a un pueblo musulmán, pero también a una sociedad, la turca, que es igualmente laica, porque en Turquía hay dos tendencias, una más tradicional ligada al imperio otomano, al Islam, y otra tendencia muy moderna, republicana, laica. Vivimos en este mundo muy complejo y debemos dar nuestro testimonio, nuestro servicio, como siempre hemos afirmado. La Iglesia católica no vive sólo para sí misma. Tiene también una misión para la población que la rodea.

–¿Hay progresos en el diálogo con los musulmanes? ¿O en la cuestión de la libertad religiosa? ¿Puede hacer un balance a los 40 años del final del Concilio Vaticano II?

–Monseñor Pelatre: Cuando la casi totalidad de la población pertenece a una religión, son más bien ellos los que tienen que decir si existe libertad religiosa. ¿Quiénes somos nosotros, cristianos en Turquía, para decir cómo se ejerce la libertad religiosa con respecto a nosotros? Lo hace entender la población, que se declara islámica al 99%. La laicidad turca se ejercita de modo tal que el propio Islam, que es la religión profesada por casi todos, carece de un estatuto oficial y no está por lo tanto reconocido oficialmente por el Estado. Es de dominio privado, pero a pesar de ello el Estado, que es laico, administra la religión, lo que quiere decir que tiene voz, que ejerce un control.

No existen ministros de culto en Turquía. Existe lo que se denomina la presidencia de Asuntos Religiosos, que depende directamente del primer ministro. Existe un tipo de concierto entre el Estado y la religión, pero la población en general lo acepta. No se considera un gran problema porque ser un buen ciudadano es ser un buen musulmán; son cosas que van simultáneamente. Lo digo porque ésta es la situación general. ¿Cómo se puede pensar que nosotros, los cristianos, podamos tener un sitio en un sistema así? Es un poco difícil.

–En el centro de los debates está también el tema de la inmigración. ¿Consideran que esto puede de verdad ser un modo para crear una unidad en Europa?

–Padre Hans Vöking: La inmigración forma parte de la sociedad europea. Cada día hay movimientos migratorios en la sociedad europea, del sur al norte, del este al oeste, hacia América y Australia. Tras 40 años, sin embargo, se pueden distinguir dos fenómenos: por un lado la migración del sur al norte, que está ligada al desarrollo económico y a una migración intraeuropea. Ha planteado problemas, pero a partir de los años setenta y ochenta se ha tratado también de una inmigración de hombres y mujeres venidos de otras culturas.

La sociedad europea está caracterizada por la interculturalidad, debida a los hombres llegados de culturas islámicas, budistas, hindúes, y ya no está compuesta como hace treinta años. Ello plantea problemas políticos, sociales, jurídicos. Y plantea un problema también a la Iglesia. ¿Cómo trabaja con la movilidad humana? No se consideran sólo a los hombres y a las mujeres en movimiento a causa de su trabajo, que se asientan y se integran en un Estado europeo
y que permanecerán allí. Existe además una movilidad laboral limitada a tres, cuatro meses, de ingenieros, de técnicos, que viajan por Europa. También esa plantea algunos problemas pastorales a la Iglesia. ¿Cómo asistir a los católicos en movimiento o que se desplazan en Europa? ¿Y cómo vivir con hombres y mujeres de otras religiones, de otras culturas? También ésta es una novedad. Europa se ha hecho multi-religiosa. No digo multicultural, sino multi-religiosa. Esto suscita interrogantes para la Iglesia católica, pero también para las Iglesias protestantes y ortodoxas sobre cómo construir el porvenir.

El otro problema que cuantos hablan de inmigración afrontan muy poco en la Iglesia católica es el fenómeno demográfico de la sociedad europea. Los europeos están disminuyendo enormemente y si quieren mantener un cierto nivel social y económico deben permitir a hombres y mujeres venir a trabajar aquí, a Europa. Esto marcará un cambio radical en nuestra sociedad en los próximos cincuenta años.

–¿Hay puntos nuevos en la agenda de la Comisión de la que se ocupan? Por ejemplo, el terrorismo. ¿Se menciona este aspecto en la pastoral de la Iglesia?

–Padre Hans Vöking: Esto está ligado a la inmigración de musulmanes en Europa y también al hecho de que los musulmanes miran siempre a la gran comunidad musulmana a nivel mundial. Si existe un movimiento de cualquier parte, en Irán, en Egipto o en Afganistán, esto involucra también a los musulmanes que viven en Europa. Hay jóvenes musulmanes, o de tradición musulmana, o de familias musulmanas desarraigadas, en busca de una orientación para su vida y para la comunidad. Son frecuentemente muy accesibles para los activistas islámicos y dispuestos a consagrar sus vida por la «salvación» de todos los musulmanes, por la comunidad musulmana. La Iglesia está preocupada por el factor extremista que viene de los musulmanes o de ciertos grupos musulmanes.

–¿Qué aspecto de la Eucaristía querrían situar bajo la atención del Sínodo de los Obispos, partiendo del punto de vista de su país, o del que se ocupan? Turquía, por ejemplo.

–Monseñor Pelatre: La Eucaristía es una realidad específicamente cristiana. Lo he dicho. Viviendo en un país que no es cristiano, no veo cómo poder hacer pasar los valores de la Eucaristía a cuantos no son cristianos. Es éste nuestro gran problema. Somos pequeñas comunidades. Nos reunimos. Es verdad que a menudo los musulmanes se interesan en nosotros y vienen a nuestras iglesias, pero ciertamente no pueden acoger ni comprender lo que hacemos cuando celebramos la Eucaristía. Estamos convencidos de que es el centro de nuestra fe. Todo prueba su unidad en esta celebración. Algunos dicen: está bien compartirla con los demás. Yo respondo: no se puede compartir todo. No es posible. Sucede también que recibimos autoridades. Es muy curioso decir: venid a orar con nosotros, pero no poder hacer esto.

A nivel de comunidades cristianas no es lo mismo. Por lo que respecta a nuestros hermanos ortodoxos, por ejemplo, éste es uno de los puntos en los que nos sentimos profundamente unidos. Y allí, al contrario, sufrimos por el hecho de no poderla compartir. No deseamos la imposibilidad de compartir la misma Eucaristía, pero existen aún problemas. Actualmente es muy sentido entre las confesiones cristianas el sufrimiento debido a no compartir la Eucaristía. En lo que se refiere a los católicos, hemos experimentado como todos entrar este año en este movimiento. Una vez al mes ha habido adoración en una iglesia, animada por los jóvenes co
n nuevos cantos. Un modo de vivir el sacramento eucarístico muy vivo, adaptado a la vida de hoy.

–¿La Eucaristía puede unir a los que migran?

–Padre Hans Vöking: Tras el Concilio la Iglesia dijo: hay necesidad de seguir a los inmigrantes, de construir estructuras para acogerles, de celebrar la Eucaristía en la lengua madre de los católicos. Pero ahora los emigrados católicos de Italia, España, Croacia, que actualmente viven en Bélgica, en los Países Bajos, en Alemania, Suiza, etc., ya están en la tercera o cuarta generación. La primera generación va aún a la misión para celebrar la Eucaristía, pero los jóvenes se han introducido en el sistema escolar del país. Prefieren prepararse a la Primera Comunión con su clase. No sucede ya en la misión, sino en la parroquia. Los pastores comprenden, pero no es algo fácil de gestionar, ni para el párroco ni para los responsables de la pastoral. En la mayor parte de los países existen también iniciativas con los inmigrantes, jornadas interculturales con los inmigrantes y para los católicos, celebraciones comunes de la Eucaristía. En Alemana, por ejemplo, existe la procesión del Corpus Domini, y todas las misiones son invitadas y son bien visibles en sus trajes tradicionales.

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ZENIT Staff

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