«Proposiciones» del Sínodo sobre la Eucaristía (21-30)

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 25 octubre 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la serie de «proposiciones» veintiuno a treinta entregadas por el Sínodo de los obispos sobre la Eucaristía a Benedicto XVI.

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El Papa ha permitido la publicación de una versión provisional en italiano, no oficial, en la que se basa esta traducción de trabajo. En los próximos días, Zenit seguirá publicando traducciones de las «proposiciones» restantes.

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Proposición 21

Aclamaciones en la oración eucarística

Las oraciones eucarísticas podrían enriquecerse con aclamaciones, no sólo después de la consagración sino en otros momentos, como está previsto en las oraciones eucarísticas para las celebraciones con los niños y como se hace en varios países.

Proposición 22

Epíclesis

Ya que la «lex orandi» expresa la «lex credendi», es esencial vivir y profundizar la fe en la Eucaristía a partir de la oración con la que la Iglesia desde siempre la celebra, es decir la Oración Eucarística.

En especial, la espiritualidad eucarística cobra fuerza reconociendo la importancia del Espíritu Santo, que transforma las obleas, y hace que la comunidad entera se convierta cada vez más en cuerpo de Cristo. El Sínodo auspicia que se muestre con mayor claridad el lazo entre la epíclesis y el relato de la institución. De este modo, resultaría más evidente que toda la vida de los fieles es, en el Espíritu Santo y en el sacrificio de Cristo, una oferta espiritual agradable al Padre.

En este marco, el Sínodo advierte la necesidad de que se precise mejor el carácter diferente de la causalidad que se da en la fórmula: «La Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia».

Proposición 23

El signo de la paz

El saludo de paz en la santa misa es un signo expresivo de gran valor y profundidad (Cf. Juan 14,27). Sin embargo, en ciertos casos, asume una dimensión que puede resultar problemática, cuando se prolonga demasiado o incluso cuando suscita confusión, justo antes de recibir la Comunión.

Quizá sería útil valorar si el signo de la paz no debería situarse en otro momento de la celebración, teniendo en cuenta costumbres antiguas y venerables.

Proposición 24

«Ite misa est»

Para hacer más explícita la relación entre Eucaristía y misión, que pertenece al corazón de este Sínodo, se sugiere preparar nuevas fórmulas de despedida (bendiciones solemnes, oraciones sobre el pueblo u otras) que subrayen la misión en el mundo de los fieles que han participado en la Eucaristía.

«Ars celebrandi»

Proposición 25

La dignidad de la celebración

Todos los participantes en la Eucaristía están llamados a vivir la celebración con la certeza de ser pueblo de Dios, sacerdocio real, nación santa (Cf. 1 Pedro 2,4-5.9). En ella, cada uno expresa la propia vocación cristiana específica. Quienes entre ellos han recibido un ministerio ordenado lo ejercen según su grado: el obispo, los presbíteros y los diáconos. En especial, el papel de los diáconos y el servicio de lectores y de acólitos merece una mayor atención.

Los obispos sobre todo, como moderadores de la vida litúrgica, deben promover una digna celebración de los sacramentos en la propia diócesis, corregir los abusos y proponer el culto de la iglesia catedral como ejemplo.

Este Sínodo renueva su aprecio por la atención que los presbíteros ponen en celebrar la liturgia de manera dignas, «attente ac devote», para el mayor beneficio del pueblo de Dios. De este modo ponen de relieve la importancia de la fe, la santidad, el espíritu de sacrificio y la oración personal para celebrar la Eucaristía. Ha de evitarse el exceso de intervenciones, que puede conducir a una manipulación de la santa misa, como por ejemplo cuando se sustituyen los textos litúrgicos con textos ajenos o cuando se da a la celebración una connotación que no es litúrgica.

Una auténtica acción litúrgica expresa el carácter sagrado del misterio eucarístico. Ésta debería reflejarse en las palabras y en las acciones del sacerdote celebrante mientras intercede, con los fieles o por ellos, ante Dios Padre.

Al igual que todas las expresiones artísticas, también el canto deber estar en íntima armonía con la liturgia, contribuir eficazmente a su fin, o sea debe expresar la fe, la oración, la maravilla, el amor por Jesús presente en la Eucaristía.

Se ha de subrayar el valor, la importancia y la necesidad de la observancia de las normas litúrgicas. Que la celebración eucarística respete la sobriedad y la fidelidad al rito querido por la Iglesia, con un sentido de lo sagrado que ayude a vivir el encuentro con Dios y con formas incluso sensibles que lo favorezcan (armonía del rito, de las vestimentas litúrgicas, de los adornos y del lugar sagrado). Es importante que los sacerdotes y los responsables de la pastoral litúrgica den a conocer los vigentes libros litúrgicos (Misal, Leccionario) y la correspondiente normativa.

Para orientar a los fieles sobre el misterio celebrado, es necesaria una previa catequesis que favorezca su activa participación impregnada de auténtica piedad. Los ministros deben ayudar a esta plena participación con la proclamación de los textos y recomendando tiempos de silencio, gestos y actitudes adecuadas.

Proposición 26

Inculturación y celebración

Para una más eficaz participación de los fieles en la Eucaristía, este Sínodo auspicia la promoción de una mayor inculturación en el ámbito de la celebración eucarística, teniendo en cuenta las posibilidades de adaptación ofrecidas por la «Institución General» del Misal romano, los criterios fijados por la IV Instrucción de la Congregación para el Culto Divino para una adecuada aplicación de las constituciones conciliares sobre la liturgia, de 1994, y las directivas contenidas en las Exhortaciones postsinodales «Ecclesia in Africa» , «Ecclesia in Asia», «Ecclesia in Oceania» y «Ecclesia in America». Con este objetivo, las Conferencias Episcopales asuman plena responsabilidad en aumentar los intentos de inculturación, favoreciendo el adecuado equilibrio entre criterios y directivas ya emanadas y las nuevas adaptaciones.

Proposición 27

El arte al servicio de la celebración Eucarística

En la historia de la celebración de la santa misa y de la adoración eucarística, reviste una función de gran importancia el arte sagrado en sus diferentes expresiones, empezando por la arquitectura. Ésta traduce el significado espiritual de los ritos de la Iglesia en formas comprensibles y concretas, que iluminan la mente, tocan el corazón y forman la voluntad. Además, el estudio de la historia de la arquitectura litúrgica y del arte sagrado en general por parte de los laicos, seminaristas y sobre todo los sacerdotes, puede iluminar la reflexión teológica, enriquecer la catequesis y despertar ese gusto por el lenguaje simbólico que facilita la mistagogía sacramental.

Por último, un conocimiento profundo de las formas que el arte sagrado ha sabido producir a través de los siglos, puede ayudar a quienes están llamados a colaborar con los arquitectos y los artistas a diseñar adecuadamente, al servicio de la vida eucarística y de las comunidades actuales, tanto los espacios de celebración como la iconografía.

En el caso de conflicto entre aspecto artístico y celebrativo, ha de darse prioridad a las necesidades litúrgicas de la celebración, según la reforma aprobada por la Iglesia.

Proposición 28

El tabernáculo y su colocación

En conformidad con la Introducción General del Misal Romano (cf n. 314), el Sínodo recuerda que el tabernáculo para la custodia del Santísimo Sacramento debe tener en la iglesia una colocación noble, de consideración, bien visible, cuidada bajo el aspecto artístico, y adecuada a la oración. Con este objetivo, consúltese al Obispo.

Proposición 29

Eucaristía y medios de comunicación social

Los medios de comunicación, incluido Internet, prestan un buen servicio a quienes no pueden participar en la misa, por ejemplo por motivos de edad o salud. Pueden además llegar a bautizados que se han alejado e incluso a no creyentes. Cuando se usan los medios de comunicación, es importante celebrar la Eucaristía en lugares dignos, apropiados y bien preparados. Recuérdese que, en condiciones normales, para cumplir el precepto es necesaria la presencia física en la celebración de la Eucaristía, y que no basta seguir el rito a través de los medios de comunicación. El lenguaje de la imagen es representación y no la realidad en sí misma.

La liturgia debe ser devota e invitar a la oración porque celebra el misterio pascual. Obsérvense siempre las normas litúrgicas de la Iglesia, otórguese valor a los signos sagrados, préstese atención a la expresión artística del espacio, de los objetos y de las vestiduras litúrgicas. Es necesario velar para que el canto y la música correspondan al misterio celebrado y al tiempo litúrgico.

«Actuosa participatio»

Proposición 30

«Dies Domini»

Como fruto del año de la Eucaristía, el Sínodo recomienda vivamente que se hagan esfuerzos significativos para dar valor y vivir el «Dies Domini» en toda la Iglesia. Es necesario volver a afirmar el carácter central del domingo y de la celebración de la Eucaristía dominical en las diferentes comunidades de la diócesis, en especial en las parroquias (cf. «Sacrosanctum Concilium» 42). El domingo es verdaderamente el día en el que se celebra con los demás a Cristo resucitado, día santificado y consagrado al Creador, día de reposo y de disponibilidad. La celebración eucarística dominical es una gracia humanizante para el individuo y la familia, porque nutre la identidad cristiana con el contacto con el Resucitado. Por ello el deber de participar es triple: con Dios, consigo mismo y con la comunidad.

Se propone ayudar a los fieles a considerar como paradigmática la experiencia de la comunidad primitiva y la de las generaciones de los primeros siglos. Ofrézcase a los cristianos la oportunidad, a través de la catequesis y la predicación, de meditar sobre el «Dies Christi» como día de la resurrección del Señor y, por ello, como fiesta de liberación, día regalado para gustar los bienes del Reino de Dios, día de la alegría por el encuentro con el Viviente, presente entre nosotros.

Auguramos por tanto que el Día del Señor se convierta también en el día de los cristianos, respetado por toda la sociedad con el descanso del trabajo. Que en torno a la celebración eucarística del domingo se organicen manifestaciones propias de la comunidad cristiana, como encuentros amistosos, formación de la fe de los niños, jóvenes y adultos, peregrinaciones, obras de caridad y diversos momentos de oración.

Aunque el sábado por la tarde pertenece ya al domingo (primeras vísperas), y está permitido cumplir el precepto dominical con la misa prefestiva, es necesario recordar que es el día del domingo en sí mismo el que merece ser santificado para que no haya «vacío de Dios».

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ZENIT Staff

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