ROMA, 4 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, en la sede central del Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en Roma, el pasado 17 de octubre.
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Señores jefes de Estado y de Gobierno;
señor director general;
señoras y señores:
Me alegra participar en esta asamblea extraordinaria, reunida para celebrar el 60° aniversario de la Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura. A todos los presentes transmito también el deferente saludo de Su Santidad el Papa Benedicto XVI, que os expresa a todos un cordial deseo de provechoso trabajo.
1. El aniversario que conmemoramos hoy es significativo. Nos hace volver al feliz momento de la institución de la FAO, surgida para librar a la humanidad del fantasma del hambre mediante la promoción de la actividad agrícola en cada país, con una cooperación efectiva entre los Estados.
Este es un objetivo siempre actual, más aún, resulta más urgente que nunca, ante una situación mundial en la que los pueblos están afectados por penosas y recurrentes crisis alimentarias, mientras que hay otros países en los que la abundancia de la producción plantea muchos interrogantes sobre sus modelos de vida. Hoy, la FAO se encuentra ante un mundo que, a pesar de algunas dolorosas divisiones, manifiesta una necesidad creciente de reunirse en torno a objetivos comunes para dar un sentido solidario a la convivencia de la familia humana.
Por eso, siento el deber de decir unas palabras de agradecimiento especialmente a cuantos trabajan en la FAO y, en particular, a usted, señor director general, a quien renuevo la expresión de mi más viva gratitud por el empeño puesto hasta ahora en un sector tan importante como el de la alimentación y la agricultura.
2. A nadie pasa desapercibido un dato: la institución de la FAO coincide con la formación de la más amplia «familia de las Naciones», cuyos ideales comparte la Organización, como bien subraya la sintonía existente entre los principios fundamentales que rigen su Constitución y los que contiene la Carta de las Naciones Unidas. Promover el desarrollo agrícola y la formación de condiciones que garanticen plenamente el derecho fundamental a la alimentación constituye una aportación decisiva a la causa de la seguridad internacional y, por tanto, de la paz. Al instituir la FAO, el 16 de octubre de 1945, la comunidad internacional no sólo manifestó su deseo de reforzar una cooperación eficaz entre los Estados en un sector fundamental como el de la agricultura, sino que también dejó entrever su intención de encontrar medios idóneos para una alimentación suficiente para todo el mundo, compartiendo de forma racional los frutos de la tierra. Hoy, después de sesenta años, no hay que permitir que las enormes dificultades que sigue planteando esta tarea debiliten la firmeza del compromiso.
3. La celebración de un aniversario es un buen momento para reflexionar sobre lo que se ha hecho hasta ahora y sobre los obstáculos que se interponen en la acción futura. En concreto, ¿cuáles son los motivos que impiden a la acción internacional transformar la realidad mundial en una dimensión digna de la persona humana? Es sabido que a nivel mundial se puede disponer de alimento suficiente para satisfacer las necesidades de todos. ¿Por qué, entonces, tantas personas corren el riesgo de morir de hambre? Muchos son los motivos de esta situación paradójica en la que coexisten abundancia y escasez. Uno consiste en que algunas formas de asistencia al desarrollo están subordinadas a la actuación por parte de los países más pobres de políticas de ajuste estructural, para poder acceder al mercado de los productos agrícolas. Además, en los países más desarrollados existe una cultura consumista que tiende a exaltar falsas necesidades, en detrimento de las reales.
4. Así pues, una campaña eficaz contra el hambre requiere mucho más que una simple indicación de cómo deben funcionar correctamente los mecanismos de mercado o las técnicas para obtener niveles más altos de producción alimentaria. Ante todo, es necesario redescubrir el sentido de la persona humana, en su dimensión individual y comunitaria, comenzando por su vida familiar, de la que deriva el sentido de solidaridad y el compartir. Pienso en la familia rural llamada a gestionar con su trabajo la pequeña empresa familiar, pero también a transmitir la idea de relaciones basadas en el intercambio de conocimientos recíprocos, valores, ayuda pronta y respeto. Un cuadro que responde bien a la necesidad de construir las relaciones entre los pueblos sobre la base de una disponibilidad auténtica y constante, capaz de preparar a cada país para satisfacer las necesidades de quienes se encuentran en dificultades.
5. Distinguidas autoridades, en vuestros esfuerzos al servicio del bien común, la Iglesia católica está cerca de vosotros, como lo testimonia la atención con la que la Santa Sede sigue la actividad de la FAO desde 1948. Al celebrar este 60° aniversario con vosotros, la misma Sede apostólica desea aseguraros su apoyo constante a vuestro compromiso en favor de la causa del hombre, que en concreto significa apertura a la vida, respeto al orden de la creación y adhesión a los principios éticos que son desde siempre el fundamento de la vida social. Asimismo, quiero expresar un deseo a cuantos trabajan, en todos los niveles, para garantizar la eficiencia de la acción de la Organización: les deseo que sean capaces de manifestar en su aportación no sólo la excelencia del servicio técnico y profesional, sino también relaciones de verdadera amistad, que se manifiesten en estima sincera por las diversas tradiciones y culturas de los pueblos de la tierra.
6. El profeta Isaías proclamaba la aurora de la paz universal uniéndola a una imagen que asume un gran significado para la FAO: sólo habrá paz cuando los pueblos «forjen de sus espadas arados, y de sus lanzas podaderas» (Is 2, 4). En estas palabras tenemos la consideración de la lucha contra el hambre como prioridad y compromiso orientado a proporcionar a cada uno los medios para ganarse su pan de cada día, en vez de destinar recursos a conflictos y guerras. Cuanto más se gaste en armamentos, tanto menos quedará para los que tienen hambre. La lucha contra el hambre constituye la ardua tarea a la que vosotros, responsables de la FAO, estáis llamados, junto con los organizadores del Programa alimentario mundial (PAM). El Papa Benedicto XVI os envía su afectuoso apoyo en este compromiso al servicio de la comunidad internacional. Que Dios omnipotente, dador de todo bien, colme vuestra obra de abundantes bendiciones.
[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede]