Saludo de Benedicto XVI a los participantes del Seminario Continental para América

MÉXICO, martes, 22 noviembre 2005 (ZENIT.orgEl Observador).- Durante la presentación en México y América Latina del Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, y en el marco del Seminario Continental para América, se leyó este lunes un mensaje del Papa Benedicto XVI, en el que resalta la acción evangelizadora y humanizadora a la que está llamada la Iglesia en el Continente Americano.

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En la inauguración del seminario estuvieron presentes el cardenal Renato Raffaele Martino, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, arzobispo de Santo Domingo y primado de América, el cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, así como el presidente de México, Vicente Fox Quesada.

Por la importancia que reviste el mensaje, publicamos íntegro el saludo a los participantes de Su Santidad Benedicto XVI.

* * *

Con ocasión del Encuentro Continental para América sobre el Compendio de la doctrina social de la Iglesia que tiene lugar en esa Ciudad, me es grato dirigir un cordial saludo a los organizadores y participantes, provenientes de los diversos países americanos, que asisten a ese importante Encuentro movidos por su compromiso en la evangelización de la vida social.

Se cumple así el deseo de mi venerado Predecesor, el Siervo de Dios, Juan Pablo II, el cual indicó la utilidad de un «compendio o síntesis autorizada de la doctrina social católica» («Ecclesia in America», 54), consciente de la importancia prioritaria que tiene el conocimiento y la difusión de la doctrina social de la Iglesia. En efecto, dicho Compendio es un instrumento valioso, que facilita en los diversos ámbitos un estudio más profundo y sistemático de las orientaciones de la Iglesia en campo político, social y económico, favoreciendo al mismo tiempo su aplicación práctica en el contexto concreto de cada País o Continente, teniendo en cuenta sus propias peculiaridades.

Me complace constatar que ese Encuentro pretende dar mayor vigor en América a la misión evangelizadora de la Iglesia, que debe extenderse también al campo social, teniendo siempre en cuenta la primacía de la verdad sobre el hombre y su dignidad inviolable con todos sus derechos. De este modo, el mundo que tanto multiplica cada día sus formas de organización y su interrelación, hasta llegar a la hoy llamada globalización, podrá disponer también de un alma que le haga crecer también en humanidad, justicia y espíritu solidario.

En esta misión evangelizadora y humanizadora de la Iglesia participan los fieles laicos de un modo peculiar y acorde con su índole secular, pues viven y actúan allí donde se organiza la vida social, donde se toman las decisiones o se transforman las estructuras que condicionan la vida civil. Ellos han de seguir su vocación específica de «buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales» («Lumen gentium», 31) y, por tanto, poniendo sus capacidades profesionales y el testimonio de una vida ejemplar al servicio de la evangelización de la vida social, haciéndola al mismo tiempo más justa y adecuada a la persona humana. Para ello necesitan una sólida formación que les permita discernir en cada situación concreta, por encima de intereses particulares o propuestas oportunistas, lo que realmente mejora al ser humano en su integridad y las características que han de tener los diversos organismos sociales para promover el verdadero bien común. En este sentido, el Compendio objeto de estudio en ese Encuentro, por su carácter orgánico y la formulación sintética de cada uno de los puntos tratados, es una ayuda preciosa para la formación de los fieles cristianos en las cuestiones sociales, sobre todo si va acompañado de una acción pastoral y catequética sabia, constante y capilar.

Ruego al Señor, por la intercesión maternal de Nuestra Señora de Guadalupe, que ilumine los trabajos de ese Encuentro continental, para que dé frutos abundantes y sea él mismo una ocasión propicia para vivir con espíritu cristiano la sed de justicia, así como para fomentar el compromiso solidario con los necesitados y el irrenunciable impulso de la caridad. Con estos sentimientos, imparto de corazón a todos los Congresistas la Bendición Apostólica.

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ZENIT Staff

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