La educación en tiempos de globalización

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Habla Mary Ann Glendon, presidenta de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales

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ROMA, jueves, 24 noviembre 2005 (ZENIT.org).- En un mundo global, ¿es posible presentar programas educativos globales? A esta pregunta respondieron entre el 16 y el 17 de noviembre los miembros de las Academias Pontificias de Ciencias y Ciencias Sociales en una reunión celebrada en el Vaticano.

Mary Ann Glendon, presidenta de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, y profesora de Derecho de la Universidad de Harvard, habla con Zenit sobre los desafíos que un encuentro como éste supone y su esperanza en los resultados.

La Pontificia Academia de Ciencias Sociales fue creada por Juan Pablo II para «promover el estudio y el progreso de las ciencias sociales, económicas, políticas y jurídicas a la luz de la doctrina social de la Iglesia».

La Academia Pontificia de las Ciencias fue fundada en Roma en 1603 y está compuesta por ochenta «académicos pontificios», científicos nombrados por el Papa a propuesta del Cuerpo Académico, sin discriminación de ningún tipo.

–La educación hoy en día es un desafío en todos los países. ¿Es también un desafío intentar diseñar un programa universal?

–Mary Ann Glendon: Este ha sido un desafío para nuestras Academias desde el principio porque hemos reunido, aquí en el Vaticano, a personas de muchos países. Por otra parte, no deberíamos nunca minusvalorar el desafío de superar las barreras de comunicación entre las diversas disciplinas.

Incluso en el campo de las ciencias sociales no es fácil para los economistas, juristas y sociólogos hablar entre ellos. A ello hay que añadir las diferencias culturales, lingüísticas, religiosas y étnicas porque en nuestras Academias están representadas distintas religiones. En esta reunión, por primera vez, los científicos sociales han tratado de comunicar con científicos cuyo campo de estudio es la naturaleza, por lo que ha sido algo verdaderamente pionero.

–¿Cual es el motivo de esta iniciativa?

–Mary Ann Glendon: Uno de los aspectos de la educación, que nos impulsa a reunirnos, es la conciencia de que estamos viviendo un periodo de gran migración de pueblos sin precedentes históricos. Los problemas derivados de ello no pueden resolverse –aunque la palabra sea dura–, o incluso reducirse o limitarse, sin la colaboración mutua. Debemos seguir luchando contra las barreras aunque sea una tarea draconiana.

–¿En qué medida el trabajo que están realizando en promover la educación para todos, en teoría, podría llevar a un cambio en la libertad y movilidad de las personas en la comunidad global?

–Mary Ann Glendon: El mismo hecho de hacer de la educación la cuestión clave nos dice que estamos depositando grandes esperanzas en ella y en el ser humano, capaz de desear conocimiento y comunicación.

Entre otras cosas, el ser humano desea conocer y comunicar con los demás.

–Entonces, ¿cuál es su esperanza?

–Mary Ann Glendon: La principal esperanza, y el punto central de esta conferencia, se concentra en las personas a las que se tiende a dejar atrás, cuando se adopta un enfoque puramente utilitario o económico sobre estos problemas.

Insisto en que es muy apropiado que la Iglesia católica albergue esta conferencia porque se ha adelantado siempre a los tiempos en cuando a la educación de quienes tenían menos oportunidades y ha sido pionera en los países en los que las mujeres no recibían educación, ha estado siempre allí, y la esperanza es aprender más sobre cómo podemos llegar a personas que se quedan atrás, en este periodo de gran migración de pueblos. ¡Es un momento de promesas, peligro y desafíos!

–¿Qué ventajas ofrecen las enseñanzas de la Iglesia al trabajo sobre la educación a escala global?

–Mary Ann Glendon: Pienso que es importante recordar que una de las razones por las que la Iglesia católica está tan interesada en reunir a personas se debe a que el alcance del interés de la Iglesia es universal. No es sólo curiosidad intelectual. Estamos realmente presentes en cualquier lugar del mundo con más de trescientos mil centros educativos, sanitarios y de caridad. Por tanto, es natural que la Santa Sede sea el espacio en el cual reunirse.

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ZENIT Staff

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