Confidencias de Benedicto XVI al recibir el título de ciudadano honorario de Altötting

El corazón mariano de Baviera

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 7 junio 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI recibió este miércoles en una breve ceremonia el título de ciudadano honorario de Altötting (Alemania), localidad conocida como el «corazón» mariano de Baviera, su tierra natal y, emocionado, dejó espacio a confidencias.

En esa localidad se encuentra el santuario de la época carolingia dedicado a la Virgen María que es visitado todos los años por un millón de peregrinos. Muy cerca se sitúa Marktl am Inn, el pueblo donde nació Joseph Ratzinger.

Al encontrarse con la delegación alemana en el Aula Pablo VI, según ha informado «Radio Vaticano», el Papa recordó un episodio de juventud, acaecido cuando él y su hermano regresaron «sanos y salvos» de la segunda guerra mundial.

Su padre «recorrió a pie el largo trayecto que separa Traunstein de Altötting para dar gracias a la Madre de Dios» por la salvación de sus dos hijos.

Benedicto XVI añadió que fue inolvidable también la peregrinación a ese santuario que realizó Juan Pablo II, cuando el cardenal Joseph Ratzinger era arzobispo de Munich, pues en él el Papa Karol Wojtyla pudo «percibir el corazón católico de Baviera».

«Hace pocos años –reveló– pude acompañar a una peregrinación a pie, que procedía de Ratisbona (Regensburg) y en aquella ocasión comprendí profundamente lo que significa una peregrinación de este tipo».

«No es sólo «caminar con los pies», sino «caminar con el corazón», no es un recorrido exterior, sino interior», señaló.

«En medio de los esfuerzos y de los cansancios de este camino, al final se da verdaderamente la gran alegría de llegar a la Madre de las Gracias, de encontrarse con ella en el silencio del santuario».

«Altötting custodia este patrimonio de siglos, que de este modo permanece siempre vivo», reconoció, siendo así un «lugar antiguo y nuevo de encuentro con la Madre del Señor y, por tanto, de renovación de nuestra vida».

«Con este título de ciudadano honorario –confesó Benedicto XVI– ahora formo parte de manera totalmente particular de Altötting. Los grandes duques bávaros 0habían dispuesto que, tras su muerte, sus corazones se conservaran en aquel santuario. Yo sé que, de este modo, mi corazón ahora es tomado aún más definitivamente por la Madre de Dios y que ella mi cuidará desde lo alto y me guiará en mi peregrinación».

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ZENIT Staff

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