ROMA, miércoles, 6 junio 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI acaba de nombrar miembro del organismo para la caridad del Vaticano, el Consejo Pontificio «Cor Unum», a Jean-Luc Moens.
Nacido en 1951 en Léopoldville, actual República Democrática del Congo, de nacionalidad belga, casado, padre de siete hijos, el Papa le ha llamado para desempeñar este cargo por ser presidente de Fidesco, institución surgida en el seno de la Comunidad del Emmanuel desde 1997 para la evangelización y la promoción de proyectos de desarrollo.
Delegado de asuntos internacionales de la Comunidad del Emmanuel, Moens es autor de varios libros sobre evangelización. El último, que se publicará en septiembre de 2007, se titulará «La imitación de Jesucristo misionero» (Ediciones del Emmanuel).
En esta entrevista explica a los lectores de Zenit cómo para el cristiano la ayuda al desarrollo está unida a la misión y la misión a la ayuda.
–¿Puede decirnos qué es Fidesco?
–Jean-Luc Moens: Fidesco es la Federación Internacional para el Desarrollo Económico y Social por la Cooperación. Es una ONG, fundada por la Comunidad del Emmanuel en 1981 y que existe en Francia, Bélgica, Alemania, Austria, Holanda, Polonia, Estados Unidos, Australia, Ruanda y Congo.
Fidesco está especializada en el envío de voluntarios a proyectos de desarrollo y en la ayuda a personas desfavorecidas. Trabaja con contrapartes locales de África, Asia y América Latina, en campos muy diversos: educación, agronomía, enseñanza, gestión, construcción, salud…
Los voluntarios que parten con Fidesco son jóvenes católicos que desean trabajar por los pobres en nombre de su fe, de ahí el otro sentido del nombre Fides-co, la Fe al servicio de la Cooperación. Fidesco es una ilustración de que la misión cristiana concierne a todo el hombre, tanto en su dimensión espiritual como material.
Desde su creación, Fidesco ha enviado a más de mil jóvenes a unos cuarenta países. Tenemos actualmente a 120 voluntarios sobre el terreno y unos sesenta que se preparan a partir en septiembre.
–¿Qué propone Fidesco a los jóvenes que se interesan en la cooperación?
–Jean-Luc Moens: Fidesco les propone partir por uno o dos años al servicio de los pobres con tres líneas directrices:
– Poner su competencia profesional al servicio de un proyecto eclesial de desarrollo, de educación o de compasión en las regiones desfavorecidas de nuestro planeta.
– Ser al mismo tiempo testigo de Cristo. Fidesco nació en efecto de una petición de los obispos africanos de tener técnicos voluntarios capaces de sostener sus proyectos de desarrollo, dando al mismo tiempo un auténtico testimonio cristiano.
– Vivir una aventura inolvidable, pues Fidesco es también una escuela de vida. Si, a primera vista, los jóvenes voluntarios de Fidesco parten para dar, de hecho se dan cuenta de que reciben mucho más todavía. Se puede decir que cada uno de ellos vuelve transformado, enriquecido por el contacto con el otro. Para todos, hay una ocasión de un verdadero crecimiento en todos los campos.
Para vivir esto, Fidesco propone un tiempo de discernimiento y de formación antes de la partida. A la vuelta, los voluntarios son seguidos para ayudarles en su reinserción profesional. Hay que decir que esta reinserción se desarrolla en general muy bien porque, en nuestros días, las empresas aprecian que los jóvenes se entreguen a un ideal humanitario.
–Su nombramiento como laico en un Consejo pontificio, ¿es un signo nuevo de apertura de la Iglesia respecto a los laicos?
–Jean-Luc Moens: Pienso que en lo que se refiere a mi nombramiento, sería preferible hacer esta pregunta a personas más autorizadas que yo. Me parece sin embargo que el hecho de que hayan sido nombrados varios laicos para el Consejo Pontificio «Cor Unum» es un signo. Es la confirmación de una necesidad de compromiso siempre más dinámico de los cristianos en el campo de la caridad. Es conocido el aprecio de Benedicto XVI por esta dimensión del testimonio cristiano.
Más ampliamente también constato que la apertura de la Iglesia a los laicos no es nueva. Tras el Concilio Vaticano II, el Sínodo sobre los laicos de 1987 y la hermosa exhortación apostólica de Juan Pablo II «Christifideles Laici», me parece claro que el papel de los laicos en la Iglesia es cada vez mejor comprendido y valorado, en especial para la evangelización.
Es cada vez más evidente un poco por todas partes en la Iglesia que el apostolado es también una tarea que deben conducir los laicos. Fidesco es uno de los ejemplos que hay de esto. Esto no implica una competencia con los clérigos sino más bien una sana complementariedad. Y esto trae sus frutos, ¡incluso a nivel de las vocaciones sacerdotales!
A mí me ha impresionado en efecto constatar que los movimientos y comunidades nuevos que dan un lugar importante a los laicos son también lugares donde nacen numerosas vocaciones sacerdotales. ¡No olvidemos nunca que todos los sacerdotes han sido antes laicos!
[Más información en www.fidesco-international.org o escribiendo a fidesco@emmanuel.info].