MANNAR/COLOMBO, lunes, 1 octubre 2007 (ZENIT.org).- Diez mil fieles participaron el sábado, en la catedral de San Sebastián de Mannar (Sri Lanka) en el funeral por el padre Nicholaspilai Packiyaranjith, asesinado tres días antes en un atentado.
Presidió la Eucaristía el obispo local, monseñor Rayappu Joseph; concelebraron el obispo de Anuradhapura, monseñor Norbert Andrade, el provincial de los Jesuitas en el país, el padre Maria Anthony; asistieron además de otras autoridades religiosas y civiles, 120 sacerdotes y un centenar de religiosas; junto a ellos, representantes de las agencias internacionales de ayuda humanitaria.
Desde la iglesia tuvo lugar, a continuación, la mayor procesión jamás vista en Mannar, con más de cien coches y doscientos carros tras el féretro, hasta el cementerio; en señal de duelo cerraron todos los comentarios, confirma la agencia del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME) «AsiaNews.it».
Originario de Jaffna, el padre Packiyaranjith tenía 40 años; había sido ordenado hace diez. En la tarde del jueves, cuando llevaba en su coche alimentos y otras ayudas al campo de refugiados y al orfanato de Vidathalvu, sufrió un atentado.
Le alcanzó una explosión –de una bomba o una mina– en la carretera Poonery de Kalvi’laan (distrito de Kilinochchi). Conducía el vehículo un laico, Christopher Jujin, quien lucha por salvar su vida.
Por el momento, según la agencia del PIME, nadie ha reivindicado el atentado, si bien fuentes del ejército y de los rebeldes se intercambian acusaciones de responsabilidad.
El sacerdote católico coordinaba las actividades del Servicio Jesuita para los Refugiados en Mannar.
«Bastante sangre se ha derramado ya en esta pequeña isla. Esta sangre pide la paz, no la venganza», dijo monseñor Rayappu condenando el brutal asesinato del sacerdote que se dedicaba a ayudar a los pobres y marginados.
«Pedimos a la comunidad internacional y a todas las personas de buena voluntad que condenen este homicidio y que condenen con fuerza y en verdad la guerra sin sentido que continúa. Rogamos a quien combate que acabe con esta despiadada guerra que prosigue desde hace más de un cuarto de siglo», añadió.
Profundamente afectado por este asesinato, el arzobispo de Colombo, monseñor Oswarl Gomis, difundió un mensaje de pésame –del que publica extractos la agencia «Fides» de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos– condenando «estos actos de violencia que infligen dolor y luto a civiles inocentes» y haciendo llegar su solidaridad al obispo de Mannar y al clero, a los fieles y a la familia del padre Packiyaranjith.
«La paz es un imperativo urgente»; «¿cuánto más va a durar esta masacre?», cuestiona el prelado.
«Episodios de este tipo deberían dar a entender a nuestra conciencia la gravedad de la situación y la necesidad de restablecer la paz inmediatamente», reclama.