Ante una plaza de San Pedro repleta como no se veía desde el inicio del verano, en este domingo un poco más fresco y que coincide con la finalización del período de vacaciones en Europa, el papa Francisco se dirigió a la multitud.
“¡Queridos hermanos y hermanas! El evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre el tema de la salvación. Jesús iba desde Galilea hacia la ciudad de Jerusalén y a lo largo del camino un tal -cuenta en evangelista Luca- se le acerca y le pregunta “¿Señor son pocos quienes se salvan?”.
Jesús no responde directamente a la pregunta: no es importante saber cuantos se salvan, sino más bien saber cuál es el camino de la salvación. Y entonces Jesús a la pregunta responde diciendo: ‘Esfuércense de entrar por la puerta estrecha, porque muchos intentarán entrar pero no lo lograrán’. ¿Qué nos quiere decir Jesús? ¿Cuál es la puerta por la que tenemos que entrar? ¿Por qué Jesús habla de una puerta angosta?
La imagen de la puerta retorna varias veces en el evangelio y nos evoca aquella de la casa, del hogar en donde encontramos seguridad, amor, calor. Jesús dice que es una puerta que nos hace entrar en la familia de Dios, en el calor de la casa de Dios, de la comunión con Él. Aquella puerta es el mismo Jesús.
Él es el camino a la salvación, Él nos conduce al Padre. Y la puerta que es Jesús nunca está cerrada, está abierta siempre a todos sin distinción, sin exclusión, sin privilegios.
Porque saben, Jesús no excluye a nadie. Alguien podrá decir, ‘Padre seguramente yo estoy excluido porque soy un gran pecador, he hecho cosas feas, tantas en la vida’. No, no estás excluido, justamente eres el preferido, porque Jesús prefiere a los pecadores, siempre, para perdonarlos, amarlos. Jesús te está esperando para abrazarte, para perdonarte. No tengas miedo, Él te espera. Anímate, toma coraje para entrar por su puerta.
Todos están invitados a entrar por ésta puerta, a entrar por la puerta de la fe, a entrar en su vida y a hacerlo entrar en nuestra vida, de manera que Él la transforme, la renueve, de dones, de gozo pleno y duradero.
Hoy en día pasamos delante de tantas puertas que nos invitan a entrar, prometiéndonos una felicidad y después nos damos cuenta que dura un instante, que se acaba en si misma y no tiene futuro. Pero yo les pregunto ¿Nosotros por cuál puerta queremos entrar? ¿Y a quién queremos hacer entrar por la puerta de nuestra vida?
Querría decir con fuerza: no tengamos miedo de entrar por la puerta de la fe en Jesús, de dejarlo entrar siempre más en nuestra vida, de salir de nuestros egoísmos, de nuestros cierres, de nuestras indiferencias hacia los demás.
Porque Jesús ilumina nuestra vida como una luz que no se apaga más, no es como un fuego de artificio, no es un flash, es una luz tranquila que dura siempre, y nos da paz. Así es la luz que encontramos si entramos por la puerta de Jesús.
Claro, la de Jesús es una puerta angosta, no porque sea una sala de tortura, no por ello, sino porque nos pide abrir nuestro corazón a Él, de reconocernos pecadores, necesitados de su salvación, de su perdón, de su amor, de tener la humildad de acoger su misericordia y hacernos renovar por Él.
Jesús en el evangelio nos dice que ser cristianos no es tener una etiqueta. Yo les pregunto a ustedes, ¿Ustedes son cristianos de etiqueta o de verdad? Y cada uno se responda dentro. Eh… Nunca cristianos de etiqueta, cristianos de verdad y de corazón. Ser cristiano es vivir y testimoniar la fe en la oración, en las obras de caridad, en la promoción de la justicia, cumpliendo el bien. Por la puerta angosta que es Cristo tiene que pasar toda nuestra vida.
A la Virgen María, Puerta del Cielo, pedimos que nos ayude a entrar por la puerta de la fe y a dejar que su Hijo trasforme nuestra existencia como ha trasformado la suya para llevar a todos la alegría del evangelio”.
A este punto el papa Francisco reza la oración del ángelus, da la bendición y a continuación hace un apelo por Siria.
“Con gran sufrimiento y preocupación estoy siguiendo la situación de Siria. El aumento de la violencia en una guerra entre hermanos, con la multiplicación de masacres y actos atroces que todos hemos podido ver también en las terribles imágenes de estos días, me lleva nuevamente a levantar la voz para que se detenga el ruido de las armas.
No es el choque que ofrece perspectivas de esperanza para resolver los problemas, pero la capacidad de encuentro y de diálogo.
Desde lo profundo de mi corazón, querría manifestar mi cercanía con la oración y la solidaridad a todas las víctimas de este conflicto, a todos los que sufren, especialmente a los niños, e invitar a tener siempre encendida la esperanza de paz.
Hago un apelo a la comunidad internacional para que se muestre más sensible hacia aquella trágica situación y ponga todo su empeño para ayudar a la querida nación siria a encontrar una solución a una guerra que siembra destrucción y muerte.
Todos juntos recemos a la Virgen Reina de la Paz: María Reina de la Paz ruega por nosotros. Todos: María Reina de la Paz ruega por nosotros.
Saludo con afecto a todos los peregrinos presentes: a las familias, a los numerosos grupos, a la Asociación Albergoni.
En particular saludo a las monjas Maestras de San Dorotea, a los jóvenes de Verona, Siracusa, Nave, Módica y Trento; a los que reciben la Confirmación en la Unidad Pastoral de Angano y Val Liona; a los seminaristas y a los sacerdotes del Pontifical North American College; a los trabajadores de Cúneo y a los peregrinos de Verrua Po, San Zeno Naviglio, Urago d’Oglio, Varano Borghi y San Pablo de Brasil. Para muchos, estos días marcan la finalización de las vacaciones de verano. Les deseo a todos un retorno sereno y empeñado a la normal vida cotidiana, mirando al futuro con esperanza.
A todos les deseo un buen domingo, una buena semana, un buen almuerzo y ‘arrivederci’”.