KIEV, 9 octubre 2003 (ZENIT.org).- Preparar el terreno para un vigoroso renacimiento de la Iglesia en los países de la Europa oriental es una de las responsabilidades de los laicos en el momento presente.
Es la exhortación que Juan Pablo II dirigió a los participantes del primer congreso de laicos católicos de la Europa del Este, cuyos trabajos se abrieron el miércoles pasado en Kiev (Ucrania) bajo el lema «Sed testigos de Cristo hoy» y se prolongarán hasta el domingo.
En el encuentro, organizado por el Pontificio Consejo para los Laicos, participan más de trescientas personas –casi todos jóvenes– procedentes de delegaciones del laicado de catorce países de la antigua Unión Soviética –acompañados de sus obispos–.
También han acudido al encuentro miembros de asociaciones y movimientos eclesiales presentes en esta región, representantes de organizaciones católicas que colaboran con las Iglesias del Este de Europa, una delegación del Consejo vaticano y observadores invitados de otras Iglesias, como el Patriarcado de Moscú.
«Vosotros, que habéis reconquistado la libertad a precio de grandes sufrimientos, nunca dejéis que ésta se envilezca en la carrera de falsos ideales formulados por el utilitarismo, por el hedonismo individualista, por el consumismo desenfrenado que caracterizan muchas partes de la cultura moderna», les advirtió el Papa.
De hecho, los católicos laicos de la Europa oriental deben custodiar sus «ricas tradiciones cristianas», resistiendo a la «tentación insidiosa de excluir a Dios» de la propia vida o de «reducir la fe a gestos y episodios esporádicos y superficiales», afirma el texto recogido por Radio Vaticana.
Y es que, de acuerdo con el Papa, la «Vieja Europa, desde el Oeste hasta el Este, está a la búsqueda de su nueva identidad». Por ello, aunque reconoció que «tras largas décadas de penosa fisura» Europa vuelve «a respirar con sus dos pulmones», observó que ésta no puede olvidar cuáles son sus raíces.
«Europa debe recordar –recalcó– que la linfa de la que durante dos mil años ha sacado las inspiraciones más nobles del espíritu ha sido el cristianismo».
En cuanto a los desafíos que corresponden a los laicos de los países del Este europeo, afirmó: «A vosotros, que habéis sido testigos indomables de la fe en tiempos de persecución, en el tiempo de la reconquistada libertad religiosa el Señor pide preparar el terreno para un renacimiento vigoroso de la Iglesia en vuestros países».
En este contexto, una ayuda preciosa «puede venir de las asociaciones, de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades, de cuya experiencia han nacido caminos pedagógicos fecundos y un renovado impulso apostólico», constató el Santo Padre.
Tras recordar que en el Concilio Vaticano II se redescubrió la responsabilidad de los laicos en la misión de la Iglesia, el Papa exhortó a los fieles a que Cristo resplandezca en la vida personal, en todos aquellos sectores en los que se trabaja a favor de la paz y por un orden social respetuoso de la dignidad del hombre.
Para los laicos «éste es el tiempo de la esperanza y de la audacia», anunció el Papa, invitando finalmente a hacer de las familias «auténticas Iglesias domésticas» y de las parroquias «verdaderas escuelas de oración y de vida cristiana».