CIUDAD DEL VATICANO, 31 octubre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II explicó este viernes a participantes en la Conferencia de los Ministros de Interior de la Unión Europea sobre el diálogo interreligioso celebrada en Roma que la tolerancia religiosa no implica la renuncia de una sociedad a sus raíces religiosas.
El Santo Padre comenzó aplaudiendo el tema de la reunión de ministros y representantes religiosos del viejo continente, que tuvo lugar este jueves en Roma, con el título: «El diálogo interreligioso: factor de cohesión social en Europa e instrumento de paz en el área mediterránea».
«Haber dado prioridad a este argumento significa reconocer la importancia de la religión no sólo para la tutela de la vida humana, sino también para la promoción de la paz», afirmó el Santo Padre.
«Europa, nacida del encuentro de diferentes culturas con el mensaje cristiano, ve hoy cómo crece en su seno, a causa de la inmigración, la presencia de diferentes tradiciones culturales y religiosas», siguió constatando el Papa, como lo habían hecho el día anterior los ministros.
«No faltan experiencias de fructuosa colaboración y los esfuerzos actuales a favor de un diálogo intercultural e interreligioso dejan entrever una perspectiva de unidad en la diversidad que permite esperar en el futuro», subryaó.
«Esto no excluye un adecuado reconocimiento, incluso legislativo, de las específicas tradiciones religiosas en las que se arraiga todo pueblo, y con las que con frecuencia se identifica de manera peculiar», afirmó.
«El reconocimiento del patrimonio específico religioso de una sociedad exige el reconocimiento de los símbolos que lo cualifican», explicó el Santo Padre afrontando un tema de candente actualidad en Italia, donde un juez ordenó el retiro del crucifijo de una escuela a petición de un musulmán fundamentalista.
«Si, en nombre de una incorrecta interpretación del principio de igualdad, se renunciara a expresar esta tradición religiosa y los valores culturales ligados, la fragmentación de las sociedades multiétnicas y multiculturales actuales podría transformarse fácilmente en un factor de inestabilidad y, por tanto, de conflicto», advirtió el obispo de Roma.
«La cohesión social y la paz no pueden alcanzarse cancelando las peculiaridades religiosas de todo pueblo: además de ser un propósito inútil, sería poco democrático, pues iría en contra del alma de las naciones y de los sentimientos de la mayoría de sus poblaciones», concluyó.
Los representantes religosos que participaron en la Conferencia de Ministros europeos fueron el arzobispo de Toledo, monseñor Antonio Cañizares Llovera; el obispo anglicano de St Albans (Inglaterra), Christopher Herbert, el obispo ortodoxo de Acaia (Grecia) Athanasios Chatzopoulos, la vicepresidenta del Consejo Central de los Judíos de Alemania, Charlotte Knobloch, y el rector de la mezquita de París, Dalil Boubaker.