Juzgan el posible martirio de una joven asesinada por defender su castidad

Apertura oficial de su proceso de beatificación en Burgos

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BURGOS, viernes 10 de junio de 2011 (ZENIT.org).- El proceso diocesano de la causa de beatificación de la joven Marta Obregón, asesinada en Burgos en 1992 por resistirse a ser violada, comenzará este martes 14 de junio en la capilla de la facultad de Teología de Burgos.

Un tribunal eclesiástico tratará de probar su santidad por vía de martirio por defender la virtud de la castidad, informó a ZENIT el postulador diocesano de la causa, Saturnino López.

López destacó la valentía final de Marta, estudiante de 5º de Periodismo en el momento de su muerte, al defender los valores y virtudes cristianas y no ceder ante la agresión en defensa de la dignidad de la persona.

“La santidad es por vía de virtudes o por vía de martirio -explicó-. Y el martirio es por defender la fe bajo dos aspectos: por odio a la fe o por defensa de virtudes, como es el caso de santa Maria Goretti”.

Son muchas las personas que se encomiendan a ella pidiéndole favores de todo tipo. Entre los testimonios recogidos en la web de la causa, su amiga Rosi escribe: “Tu martirio no es porque sí, no es algo vano, sino que es un grito de Dios al mundo que ya no valora la grandeza de la Santa Pureza”.

Al iniciar su causa 2007, el arzobispado de Burgos declaró: “Sometiendo los datos al parecer de la Santa Madre Iglesia, todo nos sugiere que la joven estudiante de periodismo, Marta Obregón, nos dejó un hermoso ejemplo, tanto en una vida agradecida al amor y misericordia de Dios, como en su valerosa muerte”.

Espontánea y atractiva

Marta Obregón nació en La Coruña el 1 de marzo de 1969. Era la segunda de cuatro hermanas de una familia cristiana.

Por razones laborales del padre, su familia vivió un año en Barcelona y se estableció definitivamente en Burgos en diciembre de 1970.

Chica espontánea, de carácter abierto y aspecto atractivo, estudió con buenas notas en el Colegio de Jesús María, desarrolló aficiones deportivas y destacaba por su buena voz y sentido musical.

En su infancia, frecuentó junto a su hermana el Club Arlanza de Burgos, de la prelatura del Opus Dei.

Debilidad y reconversión

En 1988 inició su primera relación con un chico “ante quien experimentó la debilidad ante la pasión hasta que, en una ocasión, llegó el peligro en el mismo rellano del portal en el que en otra tarde ofrecerá su vida antes que ofender a Dios y consentir degradar su dignidad”.

Saturnino López lo explica en una breve biografía publicada en el boletín del arzobispado de Burgos en 2007, cuando empezó la causa de beatificación.

Empezó sus estudios universitarios en Madrid con la ilusión de llegar a ser una periodista famosa. Más tarde cambió sus aspiraciones y confesó abiertamente que sólo pensaba en Dios y en agradarle.

Durante las vacaciones de verano de 1990 participó en un viaje a Taizé organizado por un grupo neocatecumenal.

En Taizé tuvo lugar una prodigiosa reconversión de Marta y al volver decidió confesarse. Aún se sentía “sucia” por lo sucedido hacía más de dos años.

Pero por motivos desconocidos, el confesor no la absolvió, lo cual le produjo gran sufrimiento y una lucha entre su voluntad de entregarse a Dios y su sentimiento de abandono de Él.

Poco después, un encuentro casual con un sacerdote del Camino Neocatecumenal que la escuchó le permitió experimentar el perdón y la misericordia de Dios.

A partir de entonces empezó a defender los valores cristianos con valentía, en privado y en público, con los amigos, en la universidad y en medios de comunicación.

Llegó a conocer a otro joven católico, con quien mantuvo una bella relación y con quien ella quiso ser misionera itinerante, pero un tiempo después él rompió la relación sin demasiadas razones que lo justificaran.

Tras la muerte de Marta, el joven reconoció: “Dios la apartó afectivamente de mí, para que mi sufrimiento no fuera mayor”.

Hágase”

Para el postulador, reviste mucha importancia el hecho de que Marta repitiera a menudo “Señor, hágase”: “Era su búsqueda de la vocación, lo repetía muy emocionada”, explica.

En uno de sus cuadernos, Marta anotó en una ocasión: “Ayúdame pronto a encontrarme. Ábreme bien los ojos y mi corazón, porque parece ser que todo aquel que nos rodea eres tú mismo, y eso, Dios mío, cuesta muchísimo entenderlo”.

El último año de su vida, acudía todas las tardes a estudiar al centro del Opus Dei que había dejado por unos años. Siempre acababa la jornada con media hora de oración de rodillas ante el Santísimo.

El día de su entrega definitiva, pidió que dejaran los libros sobre la mesa de estudio con la intención de volver por la mañana para celebrar la misa, comulgar y seguir preparándose para los exámenes de febrero.

Ya no pudo regresar. Sobre las diez de la noche, una vecina suya oyó un grito desgarrador, pero al no repetirse no salió a comprobar lo que sucedía.

Cinco días después, el cadáver de la Sierva de Dios Marta Obregón fue hallado cubierto de nieve a unos cinco kilómetros de Burgos. Tenía 22 años.

El informe forense indica que Marta murió en las primeras horas del día 22 de enero, fiesta de la mártir santa Inés, por intentar evadir la agresión.

Su cuerpo apareció con numerosos golpes y 14 heridas de un arma blanca tipo bisturí, una de las cuales penetró en el centro del corazón.

También el condenado por el crimen, que sigue en la cárcel, dio a entender que si ella hubiera cedido a la agresión, como varias víctimas anteriores, no la hubiera matado.

Serenidad y perdón

La despedida de Marta fue multitudinaria y muy emotiva. El dolor se mezclaba con la alegría y la paz.

Algunos testigos que vieron el rostro de la fallecida, afirman impresionados que lo tenía profundamente sereno y dulce, como si no hubiera sufrido el terror de los golpes y presiones que aparecieron en su cuerpo.

“Si ella hubiera muerto, era imposible esa expresión en su cara”, comenta Saturnino López.

Muchas otras personas quedaron profundamente impresionadas por la serenidad de la familia de la joven y por las palabras de perdón de su madre.

“Esa es la fuerza del espíritu”, explica el postulador, y añade: “¿Quién no ha sentido humanamente la muerte de un ser querido y al mismo tiempo se ha sabido más cerca que antes de esa persona?”.

López considera que hay que “seguir pidiendo por el agresor porque es el que más lo necesita”.

Respecto al testimonio de la familia de la joven, destaca que “a Marta se la han quitado por un tiempo determinado, pero, por la fe, tienen la certeza de que ha pasado ya por el misterio pascual”.

“Si ella murió por ser fiel a Cristo y defender una virtud -afirma-, eso a sus padres les da fortaleza”.

Por Patricia Navas

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ZENIT Staff

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