Epidemia de exageraciones entre los medios informativos

Los reportajes sobre riesgos para la salud no siempre hacen honor a la ciencia.

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LONDRES, 7 junio 2003 (ZENIT.org).- Los relatos sobre riesgos para la salud son grandes noticias, como lo demuestran el SARS, o el mal de las vacas locas. Pero con frecuencia, dicen los expertos, abundan las exageraciones y faltan serios análisis sobre los riesgos.

Una de las noticias que más espacio ha recibido en las últimas semanas ha sido el Síndrome respiratorio agudo severo (SARS, por sus siglas en inglés). Mientras que los medios han publicado series interminables de artículos sobre la epidemia de SARS, muy pocos observadores han subrayado la necesidad de adoptar una postura más calmada.

Michael Fumento, escribiendo en la National Review Online el 7 de mayo, observaba que el SARS es incluso menos contagioso que la gripe. La gripe causa de 3 a 5 millones de casos de enfermedad grave y de 250.000 a medio millón de muertes al año, según la Organización Mundial de la Salud. Mientras se ha llamado al SARS «la neumonía asesina», apenas ha causado unos pocos centenares de muertes, si se compara con los 62.000 americanos que murieron de neumonía en el 2001.

«En Occidente», escribía Robbie Millen en el London Daily Times el 25 de abril, «este caso debería cambiar su nombre por el de Síndrome Internacional del Susto de Business Class».

Millen hacía notar que los medios han ignorado una epidemia de la enfermedad contagiosa del meningococo que mató este año a 542 personas en Burkina Faso y 200 en Níger. Asimismo, ha habido pocas noticias sobre las más de 120 personas que murieron este año por la fiebre hemorrágica del Ébola en el Congo. «Las enfermedades que reducen los órganos a líquido no es más que un asunto africano y, de todas formas, no pueden permitirse billetes de avión», comentaba Millen.

«Los científicos se quejan con frecuencia de que el tratamiento público del peligro no es una cuestión de probabilidad estadística sino más bien una función de exposición mediática», escribía el Dr. David Baltimore, presidente de Caltech y premio Nóbel de medicina, en el Wall Street Journal del 28 de abril. «La gente tiene miedo a cualquier cosa que asuste que le ponga la televisión ante las narices».

Baltimore admitía que los medios prestan una valioso servicio al comunicar información importante en poco tiempo. Pero el peligro ahora, afirmaba, es que «la prensa infle de modo rutinario el factor miedo hasta unos niveles que podrían convertirse en sí mismos en un peligro».

Uno de los problemas al que se enfrenta el público al evaluar este tipo de información es que no tiene idea de los riesgos que implica, observaba el Financial Times el 2 de mayo. En Gran Bretaña, por ejemplo, se presta mucha atención a los accidentes ferroviarios. El año pasado 19 pasajeros murieron y 5.614 resultaron heridos. Pero esto ocurrió tras 960 millones de viajes en tren.

El artículo de Financial Times citaba a Brendan O’Neill, que defiende que nos hemos obsesionado por la seguridad y el riesgo. «La seguridad por sí misma se ha convertido en una fuerza conductora, aunque vivimos vidas más seguras que nunca. Estamos más sanos; vivimos más», afirmaba O’Neill, coordinador de una próxima conferencia sobre la percepción del riesgo.

¿Niños en peligro?
Un ejemplo de miedos exagerados es el peligro de algunas sustancias químicas al que están expuestos los niños. El antiguo Cirujano General de Estados Unidos, C. Everett Koop, afirma que un nuevo libro documenta que no hay evidencia científica que dé validez a la afirmación de que los niños corren más riesgo que los adultos ante altos niveles de elementos químicos en el ambiente, informaba el 10 de febrero el Washington Times.

El libro «Are Children More Vulnerable to Environmental Chemicals?» (¿Son los Niños más Vulnerables a los Elementos Químicos en el Medio Ambiente?), ha sido publicado por el American Council on Science and Health.

Koop teme que en la «comprensible búsqueda de la protección de los niños, se han invertido las prioridades de nuestra sociedad… Esta inversión nos ha llevado a que intentemos eliminar los riesgos hipotéticos para los niños, mientras permanecen los riesgos reales, casi sin atención».

Algunas personas, observa Koop, abogan por prohibir e incluso eliminar los más pequeños vestigios de productos químicos ambientales, tales como los pesticidas aprobados, aditivos alimenticios y contaminante medioambientales. Pero el libro, dice Koop, «va más allá, exponiendo un patrón según el cual los activistas manipulan preocupaciones legítimas y apropiadas por la salud de sus propios hijos, en un esfuerzo por promover legislación, litigios y regulaciones que no tienen apoyo científico».

En Canadá, el Toronto City Council ha prohibido recientemente algunos productos para el cuidado del césped, informaba el 24 de mayo Globe and Mail. Defendiendo la decisión, la concejal Olivia Chou indicaba: «Muchos niños tienen asma y cáncer cerebral». Y añadía: «No sabemos qué impacto tienen estos productos en los niños».

El Globe and Mail afirmaba que estas prohibiciones se han impuesto en más de 50 ciudades en Québec, y en otras ciudades canadienses. El periódico comentaba que muchos de los medios de comunicación están convencidos de los riesgos que implican estos productos.

Sin embargo, se carece de evidencia científica de tales peligros. El Globe and Mail informaba que Len Ritter de la Universidad de Guelph, uno de los primeros científicos sobre pesticidas en Canadá, afirmaba: «Si busca lo suficiente, usted puede encontrar informes que levantan preocupación sobre cualquier tema». Pero añadía: «Usted tiene que mirar la totalidad de la evidencia. Y el hecho es que, según la interpretación más sólida basada en la ciencia, estos productos químicos para el cuidado del césped no representan una amenaza». Sir Richard Doll, el científico que estableció el lazo de unión entre el tabaco y los problemas de salud en los años 50, afirma que no hay base científica para la prohibición.

Mitos populares
Otros reportajes de los medios se basan en información falsa. Un ejemplo es la cuestión de cuánta electricidad utiliza Internet. El Wall Street Journal del 5 de diciembre observaba que en la cima del boom de las empresas «punto-com» en mayo de 1999, Mark P. Mills estimaba «que la demanda de electricidad provocada por el equipo necesario para conectarse a Internet no ha crecido esencialmente nada desde hace 10 años, alcanzando el 8% de consumo de hoy». Si sumamos a todos los usuarios de ordenadores, afirmaba Mills, el porcentaje de electricidad consumida en Estados Unidos por ordenadores basados en microprocesadores alcanza el 13%.

Las afirmaciones de Mills condujeron a amplios reportajes en los medios que vaticinaban una crisis energética en Estados Unidos. Los hechos indicaban algo diferente. Un equipo del Lawrence Berkeley National Laboratory de la Universidad de California calculaba que los ordenadores en todas sus formas consumían en 1999 un 3% cerrado de toda la electricidad.

O tomemos el caso del reciclaje. Durante años se ha defendido que reciclar los desperdicios ayudará al medio ambiente. Pero, informaba el 2 de marzo el London daily Telegraph, en Suecia un grupo de líderes medioambientales y de manifestantes antibasura defienden que actualmente es mejor para el medio ambiente y la economía quemar el papel, los plásticos y las sobras de alimentos que reciclarlos.

Los cinco líderes de Suecia incluyen a Valfrid Paulsson, antiguo director general de la agencia de protección ambiental del gobierno, y antiguos directores gerentes de tres compañías de recogida de basuras.

Escribiendo para el periódico Dagens Nyheter, afirmaron que las mejoras tecnológicas han hecho que la incineración sea más limpia y el proceso se pueda utilizar para generar electricidad, recortando la dependencia del petróleo. «La protección del medio ambiente
puede significar sacrificios económicos, pero mantener la credibilidad de la política ambiental sobre mejora ambiental debe valer el sacrificio», escribían.

Claramente hay base para preocupaciones legítimas sobre peligros para la salud y daños al medio ambiente. Y los medios desempeñan un importante papel al llamar la atención sobre estos problemas. Pero, Philip Bowring, comentando el 27 de mayo en el International Herald Tribune las advertencias hechas en conjunto por los gobiernos sobre temas como el SARS y el terrorismo, advertía contra «las reacciones reflejas de los países».

«En ocasiones estas sociedades parecen asustadas de sus propias sombras», observaba Bowring. «Los gobiernos deben aprender a hacer frente a los temores con hechos y perspectiva». Un consejo válido no sólo para los gobiernos, sino también para los medios y el público.

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ZENIT Staff

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