Juan Pablo II: «Nadie es dueño de la vida»

Palabras del pontífice durante la oración mariana del «Angelus»

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CIUDAD DEL VATICANO, 3 febrero 2002 (ZENIT.org).- El respeto del carácter sagrado de la vida humana se convirtió en el tema que afrontó Juan Pablo II este domingo al saludar a los peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano para rezar la oración mariana del «Angelus».

Estas fueron las palabras del pontífice.

* * *

¡Queridos hermanos y hermanas!

1. Hoy, primer domingo de febrero, se celebra en Italia la «Jornada para la Vida», ocasión apropiada para reflexionar sobre el valor fundamental de la vida del hombre. El tema propuesto por los obispos este año es «Reconocer la vida». Reconocer significa ante todo redescubrir con nueva sorpresa eso que la misma razón y la ciencia no tienen miedo en llamar «misterio». La vida, especialmente la vida humana, suscita el interrogante fundamental que el Salmista expresa de manera insuperable: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes del él, el hijo del hombre para que de él te cuides?» (Salmo 8, 5).

Reconocer significa, además, garantizar a todo ser humano el derecho a desarrollarse según sus propias potencialidades, asegurando su inviolabilidad desde la concepción hasta la muerte natural. Nadie es dueño de la vida; nadie tiene el derecho de manipular, oprimir o quitar la vida, ni la de otros ni la propia. Y mucho menos puede hacerlo en nombre de Dios, quien es el único Señor y el más sincero amante de la vida. Los mismos mártires no se quitan la vida, sino que aceptan ser asesinados para ser fieles a Dios y a sus mandamientos.

2. Reconocer el valor de la vida comporta coherentes medidas desde el punto de vista jurídico, especialmente en defensa de los seres humanos que no son capaces de defenderse solos, como los que están por nacer, los discapacitados psíquicos, los enfermos más graves o terminales.

Por lo que se refiere en particular al embrión humano, la ciencia ha demostrado hoy por hoy que se trata de un individuo humano que posee desde la concepción una identidad propia. Por tanto, es lógico exigir que esta identidad sea jurídicamente reconocida, ante todo en su fundamental derecho a la vida, como pide con apreciable compromiso el «Movimiento para la Vida» italiano.

3. Encomendamos a la Santísima Madre de Cristo y de todos los hombres el compromiso, en Italia y en el mundo entero, a favor de la vida, especialmente allí donde es despreciada, marginada, violada. Que María nos enseñe a «reconocer la vida» como misterio y como responsabilidad, recordando que «gloria Dei vivens homo», «gloria de Dios es el hombre que vive» (san Ireneo).

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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