Analfabeto, «pero no de Dios»: Felice de Nicosia al catálogo de los santos

Declaraciones del postulador de la causa de canonización, el padre Florio Tessari

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ROMA, miércoles, 19 octubre 2005 (ZENIT.org).- Cuando Benedicto XVI inscriba el próximo domingo en el catálogo de los santos a Felice de Nicosia (1715-1787) se propondrá a la Iglesia universal el ejemplo de este auténtico sabio en las cosas de Dios y de su Espíritu, a pesar de su condición analfabeta.

Así le describe el postulador de su causa de canonización, el padre Florio Tessari, recordando que el hermano lego de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos, fray Felice, «comprendió que el secreto de la vida, capaz de abrir y de iluminar cualquier acontecimiento, no consiste en indicar con fuerza a Dios nuestra voluntad, sino en hacer siempre gozosamente la suya».

Un «sencillo descubrimiento –explicó en “Radio Vaticana”– que le permitió ver siempre, en cualquier lugar, y a pesar de todo, a Dios y su amor, particularmente donde es más difícil divisarle».

Bautizado con los nombres de Filippo Giacomo, el futuro santo nació en Nicosia (Sicilia) fruto del matrimonio entre Filippo Amoroso y Carmela Pirro el 5 de noviembre de 1715, cuando aún no se había cumplido un mes de la muerte de su padre.

Como la mayor parte de los chavales pobres sicilianos de la época, no tuvo oportunidad de ir a la escuela. Sin embargo la proximidad del convento de los Capuchinos le dio la posibilidad de frecuentar su comunidad.

«A los 18 años llamó a la puerta del convento para ser acogido como hermano lego», y comenzaron a sucederse las negativas. Pero «él no dejó de repetir muchas veces su petición, no se cansó y no buscó otros caminos», encarnado «una vocación no fácil, probada, madurada, ampliamente ponderada y deseada», recuerda su postulador.

Tras una década de espera fue acogido en la Orden de los Frailes Menores Capuchinos con el nombre de Felice de Nicosia, donde permaneció «toda la vida pasando a ser en la ciudad una presencia de espiritualidad enraizada en la población», añade.

Fray Felice «atravesaba cada día las calles llamando tanto a los palacios de los ricos, invitándoles a compartir su bienestar, como a las humildes moradas de los pobres para ofrecerles su consuelo en las necesidades diarias», cuenta.

Daba siempre las gracias, tanto cuando se le daba algo como si se le rechazaba, diciendo con dulzura: «Sea por amor de Dios».

Durante más de cuarenta años ofreció su servicio de mendicante realizando un apostolado itinerante. «Analfabeto, tuvo la ciencia de la caridad y de la humildad», recordó el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, al promulgarse el decreto del milagro atribuido a su intercesión en abril pasado.

Con todo, fray Felice no carecía de formación cristiana, apunta la biografía distribuida por la Santa Sede. «Sediento» de la Palabra de Dios, el futuro santo todo lo que no podía aprender leyendo la Escritura lo hacía con la memoria y la firme volunta de nutrir siempre su alma. Por eso se esforzaba por asimilar los pasajes bíblicos y libros que se leían en el refectorio del convento, y aprovechaba toda ocasión de oír predicaciones en las iglesias de Nicosia.

Comentando los rasgos de la santidad del hermano lego, su postulador le describe: «Atento sólo a dejarse invadir y llenar por Dios, va inmediatamente al corazón de las cosas, a la raíz de la vida, donde todo se recompone en su armonía original», un proceso que «no requiere mucha ciencia» ni «muchas palabras», sino que «basta la sabiduría esencial del corazón donde habita, habla y actúa el Espíritu Santo».

«Sabiduría que fray Felice no sólo conocía, sino que sobre todo vivía. Para él todo existía en Dios, fuente de vida, armonía y paz. Y más allá de Dios verdaderamente no existía ya nada, o nada que contara realmente. En Dios había apostado todo», «su vida fue una vida aparentemente hecha de nada y en cambio capaz de transformar todo en el Todo», añade el padre Tessari.

Devoto de Jesús Crucificado, fray Felice contemplaba cada viernes la Pasión y muerte del Señor.

Tuvo un culto especial a la Eucaristía. Horas pasaba ante el Sagrario, incluso después de duras jornadas.

El hermano lego, quien también veneró con ternura a la Madre de Dios, murió el 31 de mayo de 1787. Fue beatificado por León XIII el 12 de febrero de 1888.

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ZENIT Staff

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