Burundi: Un arzobispo califica de crimen de guerra la masacre de Itaba

Silenciada de manera inaceptable, dice el arzobispo de Gitega

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BUJUMBURA, 15 noviembre 2002 (ZENIT.org).- «No hay duda: la masacre de Itaba fue un crimen de guerra», afirma monseñor Simon Ntamwana, arzobispo de Gitega y presidente de la Conferencia Episcopal de Burundi.

Dos meses después de la carnicería perpetrada por el ejército del gobierno contra la población civil de las colinas de aquella zona, el prelado expresaba a la Agencia misionera MISNA su indignación por una masacre de esta crueldad.

«Durante una semana se mantuvo un silencio inaceptable sobre lo que había sucedido –subraya monseñor Ntamwana–, cosa que representa una absoluta falta de respeto hacia las personas asesinadas, algo terrible».

La Iglesia católica y sus medios de comunicación fueron casi los únicos que se hicieron eco de la matanza de civiles que tuvo lugar en este país africano el pasado 9 de septiembre en la que podrían haber perdido la vida más de mil personas.

Aquellos muertos en la zona de Itaba (al sureste de la provincia de Gitega) a manos de los militares de Bujumbura fueron en gran parte mujeres y niños.

«Los masacraron a golpe de arma blanca y en otros casos bombardearon deliberadamente las chozas donde la gente buscaba refugio. Está claro que estas personas fueron asesinadas intencionadamente», declara.

Monseñor Mtamwana confirma por el momento la muerte de al menos 200 personas, mientras que los testimonios reunidos por MISNA indican un número superior de víctimas.

El gobierno, ante la evidencia de la implicación de sus propias fuerzas armadas, se vio obligado a admitir 183 víctimas mortales. Sin embargo, fuentes de la sociedad civil sostienen que la furia del 4º batallón del ejército causaron muchas más.

«Desgraciadamente veo un futuro aún muy sombrío para nuestro pueblo –prosigue el presidente del episcopado del país–, aunque espero que de las conversaciones de paz de Dar es Salaam, en Tanzania, salga algo bueno. Hay mucha lentitud en las negociaciones, casi un rechazo a querer progresar en el camino del acuerdo».

La guerra avanza sin descanso desde 1993: «Estamos en el décimo año del conflicto –lamenta el arzobispo—, y toda esta violencia no hay servido para nada, no ha producido fruto alguno de paz. Se necesita que alguna mente o algún corazón sean tocados por una cordura que detenga esta espiral de muerte».

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ZENIT Staff

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