La Santa Sede ve el peligro de una nueva carrera de armamentos

Denuncia la tentación de algunos a regresar a la lógica de la guerra fría

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NUEVA YORK, 10 octubre 2003 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha advertido en las Naciones Unidas ante la tentación de recurrir a la carrera de armamentos –como sucedía en la guerra fría– para asegurar una supuesta paz mundial.

Así lo expuso el arzobispo Celestino Migliore, observador permanente del Vaticano ante las Naciones Unidas, al intervenir este miércoles ante el primer comité de la Asamblea General de la ONU sobre desarme general y completo.

La razón por la que esta tentación se hace seductora, constató el representante papal, «se debe a que no hemos hecho la preparación suficiente para dar a los Estados y a sus líderes la garantía de que la seguridad puede alcanzarse sin recurrir al desarrollo y producción sin límites de armas».

«Gran parte del pensamiento sobre el control de las armas en la guerra fría se basaba en el concepto de Destrucción Mutua Asegurada (MAD, por sus siglas en inglés», recordó para explicar su advertencia.

«Todos sabemos que este concepto de disuasión se basaba en un argumento terrorífico: la seguridad de uno de los bloques se basa en la amenaza de aniquilar a la población del otro bloque», siguió diciendo.

«Se pensaba que la horrible perspectiva de una guerra nuclear global era suficiente para asegurar una cierta forma de paz y seguridad », recordó.

«El final de la Guerra Fría debería haber supuesto el final de las políticas de Destrucción Mutua Asegurada que sumieron al mundo en el miedo, pero acontecimientos del último año han llevado a algunos al resurgimiento de esta idea», lamentó.

«Estos pasos deberían alarmarnos a todos». Y repitiendo declaraciones de otros representantes vaticanos en el pasado, aseguró: «las armas nucleares son incompatibles con la paz en el siglo XXI».

En estos momentos, reconoció el prelado, citando al secretario general de la ONU, Kofi Annan, la paz mundial tiene «amenazas «duras» y «blandas»».

Entre las amenazas «duras» mencionó «el terrorismo y la proliferación de armas de destrucción de masa».

Entre las amenazas «blandas» destacó «la persistencia de la pobreza extremada, la desigualdad de ingresos dentro de las sociedades, la difusión de enfermedades infecciosas y la degradación del medio ambiente».

«Ambas amenazas son reales y deben ser reconocidas por todos los estados», exigió el arzobispo.

En esta situación, reconoció por una parte, «no se puede exagerar la importancia del diálogo, de la negociación, de la diplomacia y la referencia a las normas jurídicas».

Por otro lado, recordó, «tenemos técnicas de mediación y verificación contempladas por la ley internacional que no son suficientemente utilizadas».

«La firme aplicación de la ley debe promoverse como un medio para asegurar la paz en vez de recurrir constantemente a la acción militar», exigió.

«Si aspiramos a un desarme general y completo –concluyó– debemos mostrar ante todo respeto por la vida y la dignidad del ser humano y por los derechos humanos de las personas, rechazar la violencia, promover la libertad, la justicia, la solidaridad, la tolerancia y la aceptación de las diferencias, y fomentar una mejor comprensión y armonía entre los grupos étnicos, religiosos, culturales y sociales».

«La agenda es amplia, pero si la comunidad mundial no la cumple, seguiremos sufriendo los estragos de la guerra», concluyó.

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ZENIT Staff

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