POMPEYA, 1 octubre 2003 (ZENIT.org).- En el Santuario de Pompeya, destino el próximo 7 de octubre del 143º viaje de Juan Pablo II en Italia, se experimenta cada día que el Rosario es una oración extremadamente joven y de enamoramiento.
Así lo constató el arzobispo prelado de esta ciudad mariana por excelencia, monseñor Domenico Sorrentino, recientemente nombrado por el Papa secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
A una semana de la peregrinación del Santo Padre, monseñor Sorrentino describe al portal www.korazym.org los preparativos y el fervor que viven los fieles en la ciudad vesubiana.
–Este año el Papa lo proclamó Año del Rosario. Pompeya es uno de los lugares que más centran su atención en la Virgen. ¿Cómo prepara y vive la ciudad, la Iglesia y los fieles de Pompeya la próxima visita del Santo Padre?
–Monseñor Domenico Sorrentino: Pompeya es una cantera espiritual en este período. La visita del Santo Padre ha sido deseada y largamente esperada. El pontífice la había anunciado en Ischia en mayo del año pasado, y después reiteró su deseo el 16 de octubre del 2002 en San Pedro, cuando volvió a lanzar el Rosario como oración del año. Por fin, el 7 de octubre podremos verle.
La ciudad y la Iglesia en Pompeya se están preparando, sobre todo espiritualmente, con iniciativas específicas de oración y de reflexión. Tenemos una iniciativa diariamente a primera hora, a las 6.30; la llamamos «los buenos días a María». Es una reflexión sobre el Santo Rosario. La jornada se cierra cada noche con otra bella iniciativa: el Rosario por la paz, a las 21.00 horas. Una procesión parte de una zona del Santuario dedicada a Juan XXIII –el Papa de la «Pacem in terris»– y llega hasta la fachada del Santuario, que el beato Bartolo Longo, fundador de Pompeya, concibió como monumento a la paz universal. La procesión termina a los pies de la Virgen, donde se llevan las intenciones por la paz. El día transcurre entre estos dos actos; además, según los días, hay iniciativas de profundización y de encuentro por grupos –jóvenes, familias, etc.–. Hay, por lo tanto, una gran expectativa y un gran fervor.
–Pompeya vive cada día el Rosario, una oración a la que el Papa está particularmente unido. Para los jóvenes, sin embargo a menudo es difícil rezar el Rosario, porque parece una oración mecánica…
–Monseñor Domenico Sorrentino: Tuve una experiencia con los jóvenes que me está confortando mucho. Constaté lo que el Papa dice en su carta sobre el Rosario: si los jóvenes son introducidos adecuadamente a esta oración, con las formas típicas de la cultura juvenil, enriquecida por momentos simbólicos y armoniosos, se apasionan por esta oración y la comprenden en su auténtico significado.
El Rosario es una oración de enamoramiento; la repetición no es algo mecánico que acaba en cantinela. Si se entiende correctamente, la repetición es el típico movimiento del corazón que necesita repetir y subrayar continuamente el acto de amor y la declaración de amor. Se trata de comprender bien el corazón del rosario, de presentarlo en su fisonomía cristológica y hacerlo rezar de forma que este movimiento del corazón se sienta verdaderamente, sereno, pero también vivaz como exige la sensibilidad y la cultura juvenil. Es lo que justamente hemos experimentado con la Unión de los Jóvenes del Rosario y con una vigilia del Rosario que tenemos una vez a mes. Los frutos son ciertamente alentadores.
–Ya que se refiere a la Unión de los Jóvenes del Rosario, ¿cómo se están preparando los jóvenes a la visita del Santo Padre y cuáles son sus expectativas frente al mensaje que el Papa les dirigirá?
–Monseñor Domenico Sorrentino: El Movimiento de los Jóvenes del Rosario está muy activo en este sentido. Tenemos iniciativas periódicas que de desarrollan durante todo el año. El grupo de los Jóvenes del Rosario intentará reunir consensos más amplios abriéndose a todos los grupos eclesiales y a todos los movimientos tanto de Pompeya como de fuera. Pompeya es una pequeña realidad desde el punto de vista de su configuración eclesial, pero es una realidad que va más allá de sí misma: tiene un mensaje que llega al mundo y buscamos la apertura. El 7 de octubre será una alegría poder abrirnos y hacer que nuestro espacio sea lo más amplio posible para que los jóvenes puedan oír, como siempre, de cerca la voz del Papa.
–A pesar del esfuerzo de los últimos días, el Papa ha decidido confirmar su programa, en el que se incluye la visita al Santuario de Pompeya. ¿Cuáles son sus impresiones sobre este Papa, fuerte y tenaz, quien a pesar del cansancio, la enfermedad y la edad, sigue peregrinando por todo el mundo?
–Monseñor Domenico Sorrentino: Estoy seguro de que lo que da fuerza al Papa es su capacidad contemplativa. Mi experiencia del Rosario en Pompeya me dice que la experiencia contemplativa puede ser tan intensa precisamente a través de esta oración y tan vivificante que toda la persona queda marcada y sustentada. Creo que el Papa encuentra esta fuerza de voluntad, indómita y tenaz, precisamente al poner su mirada en los ojos de Cristo con María. Y estoy seguro de que el Rosario tiene un papel relevante en su experiencia contemplativa, junto a la Eucaristía, que es el corazón de la vida cristiana.
Lo que me fascina de este pontífice es su capacidad de irradiar, también a través de su cansancio físico, una fuerza de ánimo típicamente juvenil, testimoniando así que el Evangelio es y hace joven.
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El santuario de Pompeya
A mediados del siglo XIX, ya descubiertas las ruinas de Pompeya –ciudad sepultada por la lava del Vesubio en el año 79–, se instalaron en un valle cercano a las excavaciones varias familias de campesinos que levantaron una modesta capilla.
Bartolo Longo –beatificado el 26 de octubre de 1980–, abogado de la condesa de Fusco, dueña de esas tierras, propagó el rezo del rosario entre aquellas gentes para librarlas de los habituales malhechores y se encargó de la reparación de la capilla abandonada.
La pequeña iglesia fue creciendo; en 1878 Longo obtuvo en un convento de Nápoles un cuadro bastante deteriorado de Nuestra Señora del Rosario con Santo Domingo y Santa Rosa de Lima. Un pintor lo restauró. Se ignora por qué se cambió la figura de la Santa limeña por la de Santa Catalina de Siena. Puesta sobre el altar del Templo, la imagen comenzó a obrar milagros.
El 8 de mayo de 1887, el cardenal Mónaco de la Valleta colocó a la venerada imagen una diadema de brillantes bendecida por el Papa León XIII y el 8 de mayo de 1891 se llevó a cabo la Solemne Consagración del nuevo Santuario de Pompeya, que existe actualmente.
Hoy, Nuestra Señora del Rosario de Pompeya es uno de los principales centros mundiales de peregrinación mariana.