La oración del anochecer, según Juan Pablo II

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Comienza un ciclo de catequesis sobre la Liturgia de las Vísperas

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CIUDAD DEL VATICANO, 8 octubre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II, siguiendo una tradición de dos mil años, propuso a los creyentes este miércoles hacer un examen de conciencia y elevar una oración de acción de gracias a Dios al anochecer.

«La noche es el momento propicio para considerar ante Dios, en la oración, la jornada transcurrida. Es el momento para dar gracias por lo que se nos ha dado o por lo que hemos hecho con rectitud», afirmó el Santo Padre en la audiencia general.

«Es también el momento en el que hay que pedir perdón por el mal que hemos cometido, implorando de la misericordia divina que Cristo vuelva a resplandecer en nuestros corazones», añadió en su encuentro con unos 15.000 peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano.

A Juan Pablo II se le veía recuperado del cansancio ocasionado por el viaje de este martes al Santuario de la Virgen del Rosario en Pompeya. Leyó su meditación saltando algunos párrafos y recibiendo aplausos de los fieles en momentos de pausa.

Con su intervención en el tradicional encuentro semanal, el Santo Padre comenzó un nuevo ciclo de catequesis que dedicará a la Liturgia de las Vísperas, la oración que millones de consagrados y laicos de los cinco continentes rezan al anochecer.

Estos comentarios suponen una nueva etapa tras la serie de meditaciones que el Santo Padre vino ofreciendo desde el 28 de marzo de 2001 (Cf. «Audiencia del miércoles» sobre la Liturgia de Laudes, oración matutina en la que tienen un espacio decisivo los salmos y cánticos del Antiguo Testamento.

«El salir del sol y su ocaso no son momentos anónimos de la jornada –reconoció el Papa–. Tienen una fisonomía inconfundible: la belleza gozosa de una aurora y el esplendor triunfal de un ocaso marcan el ritmo del universo, en el que queda profundamente involucrada la vida del hombre».

El pontífice recordó que la oración de la mañana y del anochecer tienen elementos que hacen refernecia al misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Citando a san Agustín de Hipona y a otros padres de la Iglesia, explicó: «En el atardecer el Señor está crucificado, en la mañana resurge… En el atardecer narro los sufrimientos que sufrió en la muerte; en la mañana anuncio la vida que de él resurge».

Ciertamente, reconoció el Papa, «para el hombre antiguo, más que para nosotros, la sucesión de la noche y del día regulaba la existencia, haciéndole reflexionar sobre los grandes problemas de la vida».

«El progreso moderno ha alterado en parte la relación entre la vida humana y el tiempo cósmico –constató–. Pero el ritmo intenso de las actividades no ha sustraído totalmente a los hombres de hoy de los ritmos del ciclo solar».

Por ello, concluyó, la mañana y la tarde siguen constituyendo «momentos siempre oportunos que hay que dedicar a la oración, ya sea en comunidad ya sea personalmente». Los momentos de oración matutina y vespertina «se convierten en un modo eficaz para orientar nuestro camino cotidiano y dirigirlo hacia Cristo, «luz del mundo»».

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ZENIT Staff

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