Exhortación «Pastores gregis»: La primera misión del obispo, ser santo

El Papa firma el documento en el que recoge las conclusiones del Sínodo de 2001

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CIUDAD DEL VATICANO, 16 octubre 2003 (ZENIT.org).- A inicios de milenio, la Iglesia necesita obispos santos. Así se podría sintetizar la exhortación apostólica que firmó Juan Pablo II este jueves, en la Sala de las Audiencias del Vaticano, en el vigesimoquinto aniversario de pontificado.

El documento, que lleva por título «Pastores gregis» («Los pastores de la grey) recoge las conclusiones del Sínodo de los obispos del mundo que se celebró en el Vaticano entre el 27 de septiembre y el 30 de octubre de 2001.

En aquella asamblea, que llevaba por tema «El obispo ministro del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo», los prelados presentaron al Papa decenas de «proposiciones», que ahora han servido para redactar esta exhortación apostólica postsinodal, de algo menos de 200 páginas.

El resultado es una especie de «regla pastoral» que el sucesor del apóstol Pedro presenta a los 4.695 obispos de la Iglesia católica para presentar el perfil del obispo en estos momentos.

«Pastores gregis» sintetiza esta propuesta con una frase tomada prestada de san Gregorio Nacianzeno dirigida a los obispos: «Primero ser santos y después santificar».

La exhortación se convierte de este modo en un estudio y una propuesta sobre «la especificidad «episcopal» del camino de santidad de un obispo».

«Será siempre una santidad vivida con el pueblo y por el pueblo, en una comunión que se convierte en estímulo y edificación recíproca en la caridad», afirma.

«No se trata de aspectos secundarios o marginales –aclara–. En efecto, la vida espiritual del obispo favorece precisamente la fecundidad de su obra pastoral. El fundamento de toda acción pastoral eficaz, ¿no reside acaso en la meditación asidua del misterio de Cristo, en la contemplación apasionada de su rostro, en la imitación generosa de la vida del Buen Pastor?», sigue preguntando.

«Si bien es cierto que nuestra época está en continuo movimiento y frecuentemente agitada con el riesgo fácil del «hacer por hacer», el obispo debe ser el primero en mostrar, con el ejemplo de su vida, que es preciso restablecer la primacía del «ser» sobre el «hacer»», subraya.

La introducción de la exhortación plantea la cuestión de la esperanza cristiana en los momentos actuales, en particular tras el 11 de septiembre. La asamblea episcopal, de hecho, comenzó dieciséis días después de que el mundo entero quedara bajo el brutal impacto de los atentados.

«Vuestra esperanza no esté en nosotros, no esté en los hombres», alerta el Papa. La esperanza está en la salvación de Cristo, constata, por tanto, el obispo se convierte en «esperanza para el mundo» en la medida en que es «servidor del Evangelio».

El texto se divide en siete capítulos. El primero analiza el «Misterio y ministerio del obispo», subrayando la dimensión de «buen pastor» que caracteriza al obispo, a imagen de su Maestro, y la dimensión colegial.

Al afrontar la «colegialidad efectiva» el documento ofrece una contribución específica: supera una concepción individualista del ministerio episcopal, afirmando que el obispo nunca está solo, pues siempre está en comunión jerárquica con sus hermanos en el episcopado y con el sucesor de Pedro.

Afirmando la importancia de las Conferencias Episcopales, las Iglesias patriarcales y sus sínodos, «Pastores gregis» propone revitalizar las provincias eclesiásticas y el papel del arzobispo metropolitano para promover un trabajo pastoral común entre las diócesis.

El segundo capítulo se dedica a la «La vida espiritual del obispo», en el que se subraya, en particular, el llamado a la santidad que ha recibido todo obispo.

Para ello propone a los obispos: encomendarse a la Palabra; alimentarse de la Eucaristía; oración y Liturgia de las Horas; la vía de los consejos evangélicos y de las bienaventuranzas; la virtud de la obediencia; espíritu y práctica de la pobreza en el obispo; castidad al servicio de una Iglesia que refleja la pureza de Cristo; animar una espiritualidad de comunión y de misión; formación permanente del obispo.

El tercer capítulo, «Maestro de la fe y heraldo de la Palabra», presenta al obispo como custodio de la Palabra; plantea el desafío de la inculturación del Evangelio y pide predicar con la palabra y el ejemplo.

«Ministro de la Gracia del Supremo Sacerdocio», es el título del cuarto capítulo, en el que el obispo aparece como moderador de la liturgia; subrayando el carácter central del Día del Señor (el domingo); de la celebración eucarística; de la iniciación cristiana; de la disciplina penitencial, para promover la santidad entre todos los fieles.

El capítulo quinto, dedicado al «Gobierno pastoral del Obispo», era uno de los más esperados tras el Sínodo de 2001. El apartado presenta el estilo pastoral de gobierno episcopal. Profundiza, por ejemplo, en la visita pastoral a la diócesis que hacen los obispos; en la relación entre el obispo y su presbiterio; con los seminaristas; con los diáconos permanentes; con las personas consagradas; con los laicos y familias.

«La Comunión de las Iglesias», es el tema del capítulo sexto, en el que se profundiza en la relación entre el obispo y el Papa; en particular en las visitas «ad limina apostolorum» a Roma. Se afrontan también cuestiones como el Sínodo de los obispos; la comunión entre los obispos y entre las Iglesias en el ámbito local; la organización metropolitana y de las provincias eclesiásticas; las conferencias episcopales; la unidad de la Iglesia y diálogo ecuménico; la índole misionera del ministerio episcopal.

Por último, el capítulo séptimo ilustra los retos actuales del obispo, que debe ser artífice de justicia y de paz; promotor del diálogo interreligioso, sobre todo en favor de la paz en el mundo. Se afrontan también los desafíos que presenta la vida civil, social y económica; el respeto del ambiente y
salvaguardia de la creación; la atención al mundo de la salud y la enfermedad; y significativamente la atención pastoral a los emigrantes.

Los últimos Sínodos de obispos del mundo, surgidos tras el Concilio Vaticano II, han buscado renovar las diferentes vocaciones dentro de la Iglesia afrontando temáticas como la misión de los laicos, los sacerdotes, la vida religiosa… Con este documento, llega a su cumbre este camino de renovación eclesial que lanzó la gran cumbre eclesial convocada por Juan XXIII.

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ZENIT Staff

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