La esperanza tras el 11 de septiembre, según el Papa

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El drama derriba certezas humanas y subraya la necesidad de Dios, dice

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CIUDAD DEL VATICANO, 16 octubre 2003 (ZENIT.org).- El 11 de septiembre constata que sin fe y confianza en Dios la esperanza humana es imposible, constata Juan Pablo II en el documento que ha firmado en el 25 aniversario de su pontificado.

El pontífice afronta las consecuencias de los atentados contra el Pentágono y las Torres Gemelas en la exhortación apostólica «Pastores gregis» («Los pastores de la grey), en la que recoge las conclusiones del Sínodo de los obispos del mundo, que comenzó en el Vaticano dieciséis días después de aquel día dramático.

«En los Padres sinodales estaba aún muy vivo el eco de los terribles acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, que causaron innumerables víctimas inocentes e hicieron surgir en el mundo graves e inusitadas situaciones de incertidumbre y de temor por la civilización humana misma y la pacífica convivencia entre las naciones», recuerda el Papa en el documento.

«Se perfilaban nuevos horizontes de guerra y muerte que, sumándose a las situaciones de conflicto ya existentes, manifestaban en toda su urgencia la necesidad de invocar al Príncipe de la Paz para que los corazones de los hombres volvieran a estar disponibles para la reconciliación, la solidaridad y la paz», añadía.

«Junto con la plegaria, la Asamblea sinodal hizo oír su voz para condenar toda forma de violencia e indicar en el pecado del hombre sus últimas raíces –explica el Papa–. Ante el fracaso de las esperanzas humanas que, basándose en ideologías materialistas, inmanentistas y economicistas, pretenden medir todo en términos de eficiencia y relaciones de fuerza o de mercado, los Padres sinodales reafirmaron la convicción de que sólo la luz del Resucitado y el impulso del Espíritu Santo ayudan al hombre a poner sus propias expectativas en la esperanza que no defrauda».

«No podemos dejarnos intimidar por las diversas formas de negación del Dios vivo que, con mayor o menor autosuficiencia, buscan minar la esperanza cristiana, parodiarla o ridiculizarla», afirma el Papa recogiendo las propuestas de los obispos de aquel Sínodo–.

«Cristo ha resucitado verdaderamente –añade–. En su humanidad glorificada ha abierto el horizonte de la vida eterna para todos los hombres que aceptan convertirse ».

«La esperanza en Jesús, el Buen Pastor, es la que llena su corazón de compasión impulsándolo a acercarse al dolor de cada hombre y mujer que sufre, para aliviar sus llagas, confiando siempre en que podrá encontrar la oveja extraviada», concluye.

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ZENIT Staff

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