El secularismo resquebraja también la vida cívica, según el Papa

El pontífice pide a los obispos de Inglaterra y Gales un «nuevo ímpetu de vida cristiana»

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CIUDAD DEL VATICANO, 23 octubre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II considera que el gran desafío que tiene que afrontar la Iglesia católica en occidente, particularmente en Inglaterra y Gales, es el «secularismo», al que hay que responder con un «nuevo ímpetu de vida cristiana».

Los efectos de un concepto de sociedad en el que hombres y mujeres viven como si Dios no existiera tiene consecuencias negativas incluso para la vida cívica, afirmó este jueves el Papa en el discurso que entregó a los 35 obispos de esa Conferencia Episcopal, al recibirles en el marco de su quinquenal visita «ad limina apostolorum».

«A pesar de estar jalonados por una rica herencia cristiana, Inglaterra y Gales tienen que afrontar hoy la penetrante avanzada del secularismo –reconoció el Santo Padre en el encuentro, que tiene lugar tras las audiencias personales que los prelados ingleses y galeses tuvieron anteriormente con él –. En la raíz de esta situación se encuentra el intento de promover una visión de la humanidad alejada de Dios en la que Cristo es removido».

«Se trata de una mentalidad que exagera el individualismo, rompe el lazo esencial entre libertad y verdad y, en consecuencia, destruye los vínculos que definen la vida social. Esta pérdida del sentido de Dios es, con frecuencia, experimentado como un abandono del hombre», señaló el Papa a los prelados, guiados por el cardenal Cormac Murphy O’Connor, arzobispo de Westminster.

«La desintegración social, las amenazas a la vida familiar, y los horrorosos fantasmas de la intolerancia y la guerra, dejan a muchos hombres y mujeres, en especial a los jóvenes, sumidos en un sentimiento de desorientación y, en ocasiones, sin ni siquiera esperanza –siguió denunciando–. En consecuencia, la Iglesia no es la única que debe que afrontar estos inquietantes efectos del secularismo, sino incluso la misma vida cívica».

Ante esta realidad, el Santo Padre recordó a los obispos que «están llamados a seguir siendo vigilantes en su deber de proclamar con una certeza clara y apasionada que Jesucristo es la fuente de esperanza, una esperanza que no decepciona».

«Los fieles de Inglaterra y Gales esperan con la máxima expectativa que prediquéis y enseñéis el Evangelio que disipa la oscuridad e ilumina el camino de la vida –les recordó–. La proclamación diaria del Evangelio y una vida de santidad es la vocación de la Iglesia en todo tiempo y lugar».

«Los fenómenos del secularismo y la expansión de la indiferencia religiosa, la disminución de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, y las graves dificultades experimentadas por los padres en sus intentos por catequizar a sus propios hijos, atestiguan la necesidad vital de que los obispos abracen su misión fundamental de ser auténticos y autorizados heraldos de la Palabra».

Los obispos, recordó citando el Concilio Vaticano II, «tienen la obligación de promover y salvaguardar la unidad de la fe y de conservar la disciplina común a toda la Iglesia», insistió.

«A través de la fidelidad al magisterio ordinario de la Iglesia, de la adhesión cuidadosa a la disciplina de la Iglesia católica, y de intervenciones positivas que instruyan con claridad a los fieles, un obispo preserva al pueblo de Dios de las desviaciones y defecciones, y garantiza la posibilidad objetiva de profesar la auténtica fe sin error», recalcó.

Basándose en los informes que con motivo de la visita le han entregado los obispos ingleses y galeses, el Papa confiesa su «profunda convicción de que lo que exige el nuevo milenio es un nuevo ímpetu de vida cristiana».

«Si la Iglesia quiere saciar la sed de los hombres y mujeres de verdad y de valores auténticos con los cuales construir sus vidas, no puede ahorrar ningún esfuerzo para encontrar iniciativas pastorales que den a conocer a Cristo», añadió.

En este sentido, el Papa apoyó las iniciativas que están surgiendo en Inglaterra y Gales, especialmente en la evangelización de los jóvenes, como el crecimiento de nuevos grupos, un ejemplo es «Youth 2000», y el desarrollo de programas de capellanía universitaria.

En su saludo al Papa en nombre de los obispos de Inglaterra y Gales, el cardenal Cormac Murphy-O’Connor, presidente de la Conferencia Episcopal, constató que las discusiones que en estos días han mantenido con los representantes de la Santa Sede «han sido cordiales y constructivas, una auténtica expresión de la naturaleza colegial del ministerio» episcopal.

«Ha sido un privilegio estar a su lado en estos días», añadió el purpurado británico en referencia a las celebraciones del vigesimoquinto aniversario de este pontificado. «Nuestra oración y la de toda la Iglesia católica en Inglaterra y en Gales es que el Señor, que confirmó la fe de Pedro, le apoye y bendiga ahora y siempre».

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ZENIT Staff

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