«A lo largo del año, la Iglesia católica celebra a los santos que ha canonizado oficialmente y que presenta como modelos y testigos ejemplares de la fe», recuerda el texto.
Con la fiesta del 1 de noviembre, día de Todos los Santos, la Iglesia desea «honrar a los santos «anónimos» –mucho más numerosos– que con frecuencia han vivido en la discreción al servicio de Dios y de sus contemporáneos».
En este sentido, aclara el documento, es la fiesta de «todos los bautizados, pues cada uno está llamado por Dios a la santidad». Constituye, por tanto, una invitación a «experimentar la alegría de aquellos que han puesto a Cristo en el centro de su vida».
El 2 de noviembre, día de oración por los difuntos, explican los prelados franceses, propone una práctica que comenzó con los primeros cristianos.
La idea de convocar una jornada especial de oración por los difuntos, continuación de Todos los Santos, surgió antes del siglo X, siguen explicando.
«El 1 de noviembre, los católicos celebran en la alegría la fiesta de Todos los Santos; al día siguiente, rezan de manera más general por todos los que han muerto», afirman.
De este modo, la Iglesia quiere dar a entender que «la muerte es una realidad que se puede y que hay que asumir, pues constituye el paso en el seguimiento de Cristo resucitado».
Esto explica las flores con que en estos días se adornan las tumbas, «signo de vida y de esperanza», concluyen los prelados.