LLEIDA, 29 octubre 2003 (ZENIT.org).- La copatrona de Europa Edith Stein (1891-1942), conocida como Teresa Benedicta de la Cruz o como la filósofa de la cruz, ha protagonizado el III Congreso de Espiritualidad organizado por los Carmelitas Descalzos de Catalunya-Balears y por el Santuario de Santa Teresina en la ciudad catalana de Lleida.
Edith Stein fue filósofa, carmelita y mártir y sus estudios sobre la fenomenología y la empatía han sido de gran aporte a la filosofía. Fue la primera mujer que obtuvo un doctorado en filosofía en Alemania. Después de años de intensa vida intelectual, ingresó en el Carmelo de Colonia en Alemania y a causa de su sangre judía fue deportada a Auschwitz junto a su hermana Rosa. En 1998 fue canonizada por Juan Pablo II en Roma.
La carmelita Cristine Kaufmann pronunció la conferencia central del encuentro, diciendo que «el modo de amar de Edith Stein es revelador sobre la experiencia que tiene del amor de Dios». En este sentido, recordó la vida y la muerte de Stein, que después de pasar por el ateísmo en su juventud, se adentró en la filosofía y ésta la acercó al cristianismo.
Según Kaufmann, «en esta mujer la Verdad significa vivir de la mano del Señor». El hecho de que Edith Stein fuera hija del pueblo judío es un elemento importante para la familia carmelita, «que debería profundizar todavía más esta condición».
El filósofo y teólogo Francesc Torralba, laico y padre de familia, abrió el congreso centrándose en el significado de la búsqueda de Dios en tiempos de incertidumbre. Recordó que «a pesar de las dificultades de orden social, cultural y religioso de hoy día observamos que en nuestro mundo es posible la experiencia de Dios».
En este sentido, se preguntó si el hombre «está dispuesto a dejarse encontrar por Dios». Para que este encuentro acontezca, apuntó entre otros puntos fundamentales: «la contemplación de la vida de los hombres religiosos, el abandono del ego, la afirmación vitalista del mundo y la disponibilidad para la llamada de Dios».
El carmelita descalzo Ulrico Dobhan, alemán, presentó a esta santa carmelita como una figura universal porque «su vida, su pensamiento, su humanismo y su espiritualidad son universales», afirmó.
Dobhan, profesor en Alemania y en Roma, recalcó el testimonio que Edith Stein dio en el campo de exterminio de Auschwitz y recordó las últimas palabras que ésta mártir escribió desde el campo: «Hasta ahora he podido rezar maravillosamente».
«A pesar de que entre el lugar de nacimiento de Edith Stein (Breslavia, 1891) y el de muerte (Auschwitz, 1942) no hay apenas distancia, esta mujer tuvo una vida movida y su mensaje es universal», insistió el padre Dobhan.
Dobhan dijo que ya el papa Juan Pablo II había puesto de manifiesto esta universalidad de Edith Stein y recalcó el espíritu generoso y asociacionista de Edith Stein, así como sus dotes filosóficas, pedagógicas y humanistas.
En el congreso participaron el superior general de los carmelitas descalzos, el padre Luis Arostegui, así como Josep Castellà, provincial de Catalunya y Baleares. Algunos obispos catalanes también quisieron estar en el encuentro, así como muchos jóvenes y religiosos, además de un nutrido grupo de adultos.
El Congreso incluyó una representación teatral sobre Edith Stein y una exposición sobre su itinerario.
Los organizadores, Agustí Borrell y Ángel Briñas, ambos carmelitas descalzos, idearon el congreso como combinación de grandes ponencias con testimonios vitales en los que los participantes expusieron su experiencia de Dios.
Entre ellos, Etsuro Sotoo, escultor japonés convertido al catolicismo después de conocer la obra de Antoni Gaudí; Iluminada Merino, carmelita de san José; Verónica Keppler, historiadora o Llorenç Gomis, director de la revista «El Ciervo».
«Arrancada de su pueblo» es el título del vídeo que se estrenó durante el congreso sobre la vida de esta santa, preparado por Eduardo T. Gil de Muro, carmelita descalzo.
«Ser totalmente de Dios, entregarse a él y a su servicio por amor» o «Él sabe lo que será de mí. Por eso no necesito preocuparme», ambas frases de Edith Stein, presidieron las salas del congreso, que tuvo lugar en el mismo santuario de Santa Teresa de Lisieux de Lleida, una santa también carmelita que inspiró en sus escritos a Edith Stein.