CIUDAD DE MÉXICO, 12 diciembre 2003 (ZENIT.org).- Publicamos el comunicado publicado por el nuevo Consejo de presidencia de la Conferencia del Episcopado Mexicano sobre la coyuntura histórica que atraviesa el país emitido el 10 de diciembre pasado.
LA CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN MEXICANA
ES UNA TAREA DE TODOS
Hace unas semanas la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) ha renovado sus cuadros directivos en conformidad a sus propios estatutos. Ahora nos presentamos para ponernos a sus órdenes con el claro deseo de afirmar la continuidad de servicio tanto al interior del Episcopado Mexicano como de la sociedad en general.
Continuaremos consolidando una Iglesia que, fiel al anuncio del Evangelio, sea promotora de la participación solidaria, una Iglesia presente en la vida de su pueblo porque se sabe parte de la nación, una Iglesia en donde cada sector, cada grupo y cada individuo colaboren en la construcción del Reino de Dios y de una sociedad más justa y equitativa.
En nombre de los Obispos de México preocupados por la realidad de nuestro país hacemos un llamado en este momento histórico a los poderes tanto Legislativo como Ejecutivo para que, convencidos de la importancia de los consensos, favorezcan el bien del pueblo de México.
Este momento presenta muchos desafíos, pero éstos no podrán ser afrontados, si no se cuenta con estructuras y principios bien definidos, que permitan alcanzar acuerdos racionales y benéficos para todos.
Sabemos que el rumbo de nuestra nación no está asegurado pero menos aún lo estará si no se llega a iniciativas que basadas en principios sólidos, busquen con sinceridad el bien común de la sociedad mexicana.
Consideramos que se deben dejar de lado los intereses de índole partidista y proponer, a partir de los puntos comunes, las iniciativas de reforma que se encaminen a la consecución del bienestar general de la población, favoreciendo las condiciones y la calidad de vida de todos, principalmente de los más pobres y desprotegidos.
Es urgente que las reformas pendientes lleguen a nuestra patria, pues los cambios que suceden en el mundo son vertiginosos, y México no puede quedarse al margen de tal evolución. Es preciso trabajar con eficacia y alcanzar las reformas planteadas ya en el seno del Congreso de la Unión.
Los países del mundo en general están ajustando sus estructuras para adecuarse a la nueva situación de un mundo en proceso de acelerada globalización. No es justificable que México se automargine, por falta de consensos de quienes son nuestros representantes.
Vemos con preocupación que son las calles los foros donde se hacen los diferentes planteamientos y se manifiestan las distintas posturas, generando presión e incertidumbre. Los procesos de diálogo deben realizarse en nombre de quienes representan al pueblo de México, en el marco propio que marca el estado de Derecho: el Congreso de la Unión.
Percibimos que algunos sectores sociales no logran ubicarse en la novedad de los tiempos actuales, multiplicándose así grupos de presión preocupados más por conseguir sus propios intereses que por la consecución del bien común.
Lamentamos las rupturas internas suscitadas en algunos integrantes de los partidos políticos y los exhortamos a buscar los caminos aptos para la reconciliación necesaria en bien de ellos mismos, pero sobre todo en bien del país.
Como pastores de la Iglesia somos concientes de que existe en este momento en nuestra nación una excepcional oportunidad de crecer. No deseamos que surjan enfrentamientos y descalificaciones estériles, es necesario buscar caminos que lleven a una convivencia armoniosa dentro de la legítima pluralidad. Tener estructuras vigorosas en lo económico y en lo político es fundamental para que vivamos la solidaridad en un mundo globalizado.
Es grande el aporte que puede hacer el Poder Legislativo, y estamos convencidos de ello; sin embargo es necesario favorecer la relación entre los diferentes partidos políticos para que impulsen procesos de negociación en torno a objetivos comunes.
Es urgente superar el afán de obtener logros partidistas a corto plazo con detrimento del bien común, que debe siempre prevalecer en la mente de los actores políticos.
La gran esperanza del pueblo mexicano no ha de verse frustrada por aquellos, que apostando al fracaso, engendran derrotismo y desesperanza.
Quienes anunciamos el Evangelio de Jesucristo confiamos en la cordura y sensibilidad de tanta gente bien formada que integra el Poder Legislativo, confiamos en su buena voluntad para superar las tentaciones de un protagonismo egoísta, y los invitamos a llegar a consensos que permitan la construcción de la nueva sociedad que demanda el México actual.
Los acompañamos con nuestra oración a la Santísima Virgen de Guadalupe. Que Ella nos siga ayudando para que todos construyamos una patria más fraterna.
POR LOS OBISPOS DE MÉXICO,
CONSEJO DE PRESIDENCIA
+ José Guadalupe Martín Rábago
Obispo de León
Presidente de la CEM
+ Carlos Aguiar Retes
Obispo de Texcoco
Secretario General de la CEM