CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 3 marzo 2005 (ZENIT.org).- Desde su habitación del hospital, Juan Pablo II ha enviado un mensaje para asegurar que la formación litúrgica no sólo es una necesidad para el clero y religiosos, sino también para todos los laicos.
Al no poder encontrarse con la asamblea de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en la que participan 32 cardenales y 19 arzobispos y obispos del martes al viernes en Roma, el pontífice les ha dirigido un mensaje desde el «Policlínico Gemelli» que lleva la fecha de este jueves.
El encuentro afronta argumentos que preocupan particularmente al obispo de Roma en este año de la Eucaristía (octubre de 2004-octubre de 2005): la formación litúrgica, el arte de celebrar la Eucaristía, y la predicación de las homilías.
Por lo que se refiere a la formación litúrgica, el pontífice aclara que no sólo es «fundamental» para «la preparación de futuros presbíteros, diáconos, de los ministros instituidos y de los religiosos», sino que forma parte de la «dimensión permanente de la catequesis para todos los fieles».
«Es urgente que en las comunidades parroquiales, en las asociaciones y en los movimientos eclesiales se aseguren adecuados itinerarios formativos para que se conozca mejor la liturgia en la riqueza de su lenguaje, y sea vivida en plenitud», afirma.
«En la medida en que así se haga, se experimentarán benéficas repercusiones para la vida personas y comunitaria», reconoce el mensaje pontificio.
«La reforma litúrgica del Concilio Vaticano II ha producido grandes frutos, pero hay que pasar de la renovación a la profundización –sugiere–, para que la liturgia pueda caracterizar cada vez más la vida de las personas y las comunidades, convirtiéndose en fuente de santidad, de comunión y de empuje misionero».
El Papa analiza también los otros dos puntos de la asamblea plenaria, que está siendo presidida por el cardenal Francis Arinze, prefecto de la Congregación vaticana para el Culto.
<br> Para comprender el «arte de celebrar», el Santo Padre recuerda que «en la celebración eucarística, representación viva del misterio pascual, Cristo está presente y su acción es participada y compartida en los modos apropiados a nuestra humanidad, necesitada de palabras, signos y ritos».
Por eso, indica, «el arte de celebrar expresa la capacidad de los ministros ordenados y de toda la asamblea, reunida para la celebración, de actuar y vivir el sentido de cada uno de los actos litúrgicos», dejándose «penetrar íntimamente por el Misterio».
Por lo que se refiere al tercer tema de la asamblea, la predicación de la homilía, el Papa considera que ésta «debe favorecer el encuentro, lo más íntimo posible y fecundo, entre Dios que habla y la comunidad que escucha».
Tras recordar que «es importante que no falte especialmente en la eucaristía dominical», el Papa concluye asegurando que «en el contexto de la nueva evangelización, la homilía constituye una oportunidad de formación preciosa y para muchos única».