CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 3 octubre 2005 (ZENIT.org).- ¿Es posible afrontar la escasez de sacerdotes que se da en muchos países del mundo con la ordenación de «viri probati», es decir, fieles casados, de comprobada fe y virtud? El cardenal Angelo Scola presentó este lunes la cuestión al Sínodo de los obispos en su primera sesión respondiendo negativamente, aunque reconoció que el tema exige ser profundizado.
El relator general de la asamblea sinodal, al exponer los temas que se discutirán esta semana, constató que desde algunos ambientes se ha hecho esta propuesta según un principio que establece que «la salud de las almas es la ley suprema» («salus animarum suprema lex»).
«La solicitud, con frecuencia, está acompañada por el reconocimiento positivo de la bondad de la secular disciplina del celibato sacerdotal», reconoció el patriarca de Venecia en su «relación antes de la discusión».
Estas mismas personas, aclaró, afirman que «esta ley no debería impedir de dotar a la Iglesia de un número adecuado de ministros ordenados, cuando la penuria de candidatos al sacerdocio celibatario asumiese proporciones extremamente graves».
El purpurado consideró superfluo insistir «sobre los motivos teológicos profundos que han conducido a la Iglesia latina a unir la atribución del sacerdocio ministerial al carisma del celibato».
Planteó más bien esta pregunta: «esta elección y esta práctica, ¿son pastoralmente válidas aún en casos extremos?». En algunos países comunidades cristianas alejadas sólo cuentan con una eucaristía dominical. En regiones de Filipinas hay sacerdotes que celebran habitualmente nueve misas.
«Al estar íntimamente ligado a la Eucaristía, el sacerdocio ordenado participa de su naturaleza de don y no puede ser considerado un derecho –respondió–. Si es un don, el sacerdocio ordenado necesita ser incesantemente solicitado».
De hecho, siguió respondiendo, «se hace muy difícil establecer el número ideal de sacerdotes en la Iglesia, pues no es una “empresa” a la que se debe dotar de una determinada cuota de “personal directivo”», dijo.
A nivel práctico, profundizó, «la impostergable urgencia de la salud de las almas nos lleva a insistir con fuerza, sobre todo aquí, en la responsabilidad que cada Iglesia particular tiene frente a la Iglesia universal y, por lo tanto, frente a todas las otras Iglesias particulares».
«Serán, por lo tanto, de gran utilidad las propuestas que se harán en esta Asamblea Sinodal para individualizar los criterios para una más adecuada distribución del clero en el mundo. En este sentido, el camino a recorrer, se muestra aún largo», reconoció.
El cardenal anotó por último que existen otras respuestas que son quizá más fáciles de aplicar, como sucede con la práctica «de la ordenación de los monjes en las Iglesias orientales o en la tradición benedictina».