Intervenciones ante el Sínodo en la tarde del 10 de octubre, duodécima congregación general

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 11 octubre 2005 (ZENIT.org).- Publicamos el resumen que ha distribuido la Secretaría del Sínodo de los Obispos de las intervenciones de los padres sinodales que tomaron la palabra en la tarde del lunes, 10 de octubre, durante la duodécima congregación general de la asamblea.

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– S. Em. R. Mons. François-Xavier YOMBANDJE, Obispo de Bossangoa, Presidente de la Conferencia Episcopal (REPÚBLICA CENTROAFRICANA)
– S. Em. R. Card. Ivan DIAS, Arzobispo de Bombay (INDIA)
– Rev.do P. Ab. Andrea PANTALONI, O.S.B. Silv., Abad General de la Congregación Benedictina Silvestrina
– S. Em. R. Card. Julián HERRANZ, Presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos (CIUDAD DEL VATICANO)
– S. Em. R. Mons. Joseph Anthony ZZIWA, Obispo de Kiyinda-Mityana (UGANDA)
– S. Em. R. Mons. Johannes Gerardus Maria van BURGSTEDEN, S.S.S., Obispo titular de Tibili, Obispo auxiliar de Haarlem (PAÍSES BAJOS)
– S. Em. R. Mons. Adalberto MARTÍNEZ FLORES, Obispo de San Lorenzo (PARAGUAY)
– S. Em. R. Mons. Albino MAMEDE CLETO, Obispo de Coimbra (PORTUGAL)
– S. Em. R. Mons. Nicholas CHIA, Arzobispo de Singapur, Presidente de la Conferencia Episcopal (Singapur, SINGAPUR)
– Revmo. P. John CORRIVEAU, O.F.M. Cap., Ministro General de la Orden Franciscana de los Frailes Menores Capuchinos
– S. Em. R. Mons. Alfredo Víctor PETIT VERGEL, Obispo titular de Buslacena, Obispo auxiliar de San Cristóbal de La Habana (CUBA)
– S. Em. R. Mons. Karl-Heinz WIESEMANN, Obispo titular de Macriana Menor, Obispo auxiliar de Paderborn (ALEMANIA)
– S. Em. R. Mons. Cornelius Kipng’eno ARAP KORIR, Obispo de Eldoret, Presidente de la Conferencia Episcopal (KENIA)

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– S. Em. R. Mons. François-Xavier YOMBANDJE, Obispo de Bossangoa, Presidente de la Conferencia Episcopal (REPÚBLICA CENTROAFRICANA)

Parto de la nota nº 3 de nuestro Instrumentum Laboris: el mundo “no obstante las dificultades y contradicciones de diversa índole, aspira a la felicidad y desea el Pan de la vida, del alma y del cuerpo”.
Nuestras celebraciones eucarísticas son momentos de fiesta, de encuentro donde el sentido de lo sagrado da profundidad a lo que se vive de ese modo.
Desgraciadamente, una categoría de nuestros fieles no puede comulgar de manera completa en la fuente de esta vida, aunque conserven el maravilloso recuerdo que les sigue sosteniendo en su compromiso cristiano. Las sectas y otros buscan a sus futuros adeptos siempre entre nuestros mejores cristianos que pasan dificultades en la vida. Tal vez ha llegado el momento de pensar en un camino pastoral para preservales de lo irreparable.
Que su hambre insatisfecha del pan de la vida no los empuje a buscar en otra parte lo que ya no esperan encontrar entre nosotros.

[Texto original: francés]

– S. Em. R. Card. Ivan DIAS, Arzobispo de Bombay (INDIA)

La dimensión mística del misterio eucarístico debe salir fuera siempre que un sacerdote celebre la santa Misa. Hay muchísimos testigos invisibles que lo rodean cuando renueva el sumo sacrificio de Jesús en la cruz. En cada celebración de la santa Misa el celebrante y su asamblea tienen que ser conscientes de la “comunión de los santos” que une la fe, la esperanza y el amor de todos los miembros de la Iglesia universal: la fe llena de expectativas del pueblo de Dios en la tierra, la esperanza de las ánimas santas del Purgatorio y el amor de todos los que rodean el trono de Dios omnipotente. El santo sacrificio de la Misa, por tanto, funde el Magnificat de la Beata María Virgen con el Aleluya y el Hosanna de los Ángeles y de los Santos en el cielo, el Kyrie eleison de las ánimas santas del Purgatorio y el Maranatha de los fieles en la tierra.
La adoración del Santísimo Sacramento es accesible a todos, hasta a los católicos que por cualquier motivo no pueden recibir a Jesús en la santa Comunión y a personas de otras creencias. En las sesiones sinodales, entre tantas sombras de la Iglesia de hoy, se habla siempre del número cada vez menor de los que van a la iglesia, el aumentado desinterés por la confesión sacramental y la falta de catequesis. La Iglesia ha debido afrontar estos problemas siempre, aunque de diversas maneras. Por otra parte, la Iglesia también ha tenido personas que han tratado dichas situaciones de un modo que aún hoy nos sirve de inspiración. Todos conocen la santidad del Cura de Ars, y del gran apóstol del confesionario, Juan María Vianney, y del arzobispo Fulton Sheen, el brillante orador que ha llegado a miles de personas con sus retransmisiones radiofónicas y televisivas. El secreto de su gran éxito se ha debido a las muchas horas que transcurrían en oración ante el Santísimo Sacramento. Pueden, por tanto, ser modelos ejemplares para los sacerdotes y obispos de hoy.
Hay un proverbio chino que dice: en vez de maldecir la oscuridad, enciende una vela. Puesto que estamos inmersos en la oscuridad de los males morales y espirituales que nos rodean, ¿no sería estupendo si los obispos y sacerdotes de todo el mundo transcurrieran una hora de oración y adoración ante el Santísimo Sacramento cada día, para interceder por sí mismos, por los fieles confiados a su cuidado pastoral y las necesidades de la Iglesia universal? Su rebaño se sentiría ciertamente edificado y animado viendo a sus pastores poner en práctica lo que predican sobre la devoción a la Santa Eucaristía. El Papa Pablo VI ha afirmado con razón que nuestros contemporáneos escuchan más a gusto a los testigos que a los maestros y, si escuchan a los maestros, es porque éstos son testigos.

[Texto original: inglés]

– Rev.do P. Ab. Andrea PANTALONI, O.S.B. Silv., Abad General de la Congregación Benedictina Silvestrina

Hago referencia a los nº 68 y 69.
Para mí es necesario recalcar que el misterio eucarístico encuentra su origen y fundamento en la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Un hecho histórico. Sugiero que el Sínodo reafirme la certeza de fe de la resurrección de la carne para los fieles que comen el Cuerpo del Señor y beben Su Sangre. «El que coma este pan vivirá para siempre». (Jn. 6, 58).
Los Padres de la Iglesia, convencidos, escriben sobre ello. San Cirilo de Alejandría en el «Comentario al Evangelio de Juan», libro 10: «.. .El mismo Salvador dice: «El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él» (Jn. 6, 56). La importancia de esta obra es digna de atención: Cristo no dice que vendrá a nosotros solamente por una cierta relación afectiva, sino también por una participación de naturaleza. Como, de hecho, si uno derrite en el fuego dos trozos de cera, de los dos obtiene uno solo, del mismo modo, comunicándonos con el cuerpo de Cristo y con su preciosa sangre, nos convertimos en una cosa sola, Él está en nosotros y nosotros en Él. No puede ser vivificado de otro modo lo que por naturaleza es incorruptible, si no uniéndose corporalmente al cuerpo de aquél que por naturaleza es la Vida, es decir, el Unigénito».
Los santos viven el misterio eucarístico con la idea de la Resurrección. «… dilectus Domini Benedictus, corpore et sanguine Dominico munitus,… , erectis in coelum manibus, inter verba orationis spiritum efflavit,…». Es al mismo tiempo oración y alabanza que los más de 40.000 hombres y mujeres seguidores de la Regla de Benito en el mundo rezan todavía hoy cada día.
En los nº 68 y 69 y en todo el lnstrumentum Laboris, la Escatología está en la sombra. «En la espera del Señor» es el título, pero luego no se habla de la muerte como pasaje a la eternidad; del Viático como prenda de la futura resurrección de la carne… En el nº 9 se habla del «sentido cristiano de la vida» pero luego no hay alusión a la resurrección en la carne del creyente. Comparto, por tanto, la inadecuación del lnstrumentum Laboris acerca de la Escatología expresada en el nº 68. Tal inadecuación resalta aún más la necesidad de hacer de la proclamación de la Resurrección y de la certeza de fe en nuestra personal resurrección uno de los puntos focales del Sínodo. Comer la carne y beber la sangre de Cristo – «dignamente», escribe S. Pablo – es la prenda, el principio y la semilla cierta de la resurrección de nuestra carne. La misión de la Iglesia es a
nunciar esta resurrección de la carne, el resto se reduce a poca cosa, no será nunca Evangelio.
También el mundo, en este año del Señor 2005, no obstante las dificultades y contradicciones de varia índole, aspira a la felicidad y al pan de la vida del alma y del cuerpo. La falta o debilidad de la fe llevan a la creación de nuevos ídolos. No sólo el hombre, sino la creación entera, esperan nuevos cielos y tierra nueva, y la recapitulación de todas las cosas, también las de la tierra, en Cristo. Considero que el problema apremiante de la gente de hoy día es sobre todo ¡la preocupación de si habrá algo después de la muerte! Y este es precisamente el “proprium” del Cristianismo: la resurrección de la carne, que la Eucaristía proclama y ofrece.
Otros problemas, como la ecología, son importantes, pero- en el Sínodo – sirven para apartar la atención de lo substancial. No consideraría oportuno conectarlos con la Eucaristía, podrían servir para distraer la atención.
Ese “proprium”, el Cristianismo puede y debe ofrecerlo al mundo. Si no se comprende la relación Eucaristía/Resurrección de la carne, hay peligro de un “devocionismo” superficial y cerrada, o de un filantropismo que poco tiene que ver con la evangelización verdadera – la buena noticia de la vida que no muere – y, en consecuencia, tiene un impulso misionero y evangelizador escaso o nulo. «Salvar» a los demás quiere decir hacer que conozcan y crean en la vida que no acaba, crean en Aquél que el Padre ha enviado para que tuviéramos la vida y la tuviéramos en abundancia. El objetivo de la Eucaristía es anunciar y hacer vivo el Evangelio de la Resurrección de la carne desde ahora. Si no se ofrece este Evangelio a la gente, la Eucaristía no interesa, se convierte en magia o se cierra en estéril devoción sentimental… Pero la Evangelización tiene que ir más allá y a este más allá empujará con fuerza la Eucaristía comprendida, creída, recibida y vivida como semilla de Vida Eterna, de Inmortalidad…
Por lo que, humildemente, respecto de la escatología pido:
1° – que sea objeto de una o más «propositiones» finales;
2° – proponerla en el mensaje.

[Texto original: italiano]

– S. Em. R. Card. Julián HERRANZ, Presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos (CIUDAD DEL VATICANO)

El Santo Padre en su incisiva meditación el primer día del Sínodo exponía 5 imperativos de San Pablo a los Corintios. Quisiera recordar dos en relación al derecho fundamental de los fieles a la Santísima Eucaristía, y uno en relación a nuestro deber como Pastores.
El primer imperativo era: “Gaudete”, porque- recordaba el Papa – “el Señor está cerca de cada uno de nosotros. Para cada uno de nosotros son verdaderas las palabras del Apocalipsis: Yo llamo a tu puerta, escúchame, ábreme”. ¡Qué alegría para el alma recibir, como suprema manifestación de este amor divino, el inestimable don de la Eucaristía!
Ciertamente no se puede confundir un don con un derecho. Los hombre no tienen ningún derecho en relación a Dios para recibir la Eucaristía, justamente porque ella misma es un acto de infinita liberalidad y misericordia. Pero una vez que Dios ha donado a la Iglesia los sacramentos para el bien de su Pueblo, todos los fieles gozan (“gaudare”) del derecho formulado en el can. 213 del Código de Derecho Canónico con las mismas palabras de la Constitución “Lumen Gentium” Nº 37: Los laicos, como todos los fieles cristianos, tienen el derecho de recibir con abundancia, de los sagrados pastores, de entre los bienes espirituales de la Iglesia, ante todo, los auxilios de la Palabra de Dios y de los sacramentos Y en cuanto se refiere concretamente a la Santa Eucaristía, el can. 912 dice: “Todo bautizado a quien el derecho no se lo prohíba, puede y debe ser admitido a la sagrada comunión”
Como puede verse, se trata de un derecho fundamental, pero no absoluto, como algunos piensan. Hay, de hecho, requisitos personales que limitan tal derecho: la necesidad del estado de gracia para recibir la Sagrada Comunión (cfr 1Co. 11,27; CIC, can. 916), que debe juzgar el interesado, tiene también algunas expresiones externas que interpelan a los Sagrados Pastores. Son los casos -recordados en el can.915 y en la Encíclica Ecclesia de Eucaristía – referidos a un comportamiento externo grave, manifiesta y establemente contrario a la norma moral” (Nº 37), que impide la admisión a la Comunión eucarística. Esta norma se refiere a una gran diversidad de situaciones irregulares: todas, sin embargo, deben observarse con amorosa paciencia y solicitud pastoral, para tratar de que sean regulares y para evitar que ningún fiel se aleje de la Iglesia, o que, más aún, se considere excomulgado, por el solo hecho de no poder recibir la Comunión. Esta consideración evoca el segundo imperativo “perfecti estote” expuesto por el Santo Padre: “A veces el alma se asemeja a un instrumento musical en el cual, lamentablemente, alguna cuerda está rota, y por lo tanto la música de Dios que debería surgir desde lo profundo del alma no puede resonar bien (…) Este imperativo puede ser una invitación al examen de conciencia, y también una invitación al Sacramento de la Reconciliación en el cual Dios mismo rehace este instrumento”.
El tercer imperativo era “exhortamini invicem”. El Santo Padre refiriéndose a nuestra responsabilidad en el gobierno pastoral nos ha dicho: “La corrección fraterna es una obra de misericordia”. Tal vez nosotros, queridísimos hermanos, deberíamos ser más sensibles a los justas solicitudes de los fieles que expresan su “hambre de Eucaristía”. Muchos, de hecho, se quejan por no poder casi nunca encontrar confesores – aunque no falten sacerdotes en la parroquia-; dan cuenta de abusos y banalidades desacralizantes en las celebraciones eucarísticas; sufren porque – contrariamente a las normas canónicas sobre el culto público – las iglesias, excepto durante las celebraciones comunitarias, están siempre cerradas y no pueden quedarse en adoración ante el Santísimo Sacramento, y así otros casos.
Porque la justicia consiste en dar a cada uno aquello a lo que tiene derecho (“unicuique suum tribuere”), pedimos a la Virgen – Speculum Iustitiae – que nos ayude a garantizar a nuestros hermanos laicos el ejercicio de sus derechos: per il bien de sus almas, pero también del vigor apostólico del todo el Pueblo de Dios.

[Texto original: italiano]

– S. Em. R. Mons. Joseph Anthony ZZIWA, Obispo de Kiyinda-Mityana (UGANDA)

Me refiero a la Misa dominical y al domingo como vacación obligatoria, día de descanso para los cristianos. Véase Instrumentum laboris en los números 6 y 70.
Aproximadamente el 80% de la población de Uganda es cristiana, y de ella el 42% es católica. Los musulmanes constituyen un 10% de la población. La Constitución de Uganda reconoce y asegura la libertad de religión.
Estamos agradecidos a Dios por la vivacidad y el fervor de la Iglesia de Uganda. Muchos católicos, el domingo, acuden a la iglesia para celebrar la Eucaristía, Dies Domini. Casi en cada parroquia, cada domingo se celebra la Misa, y en general los templos están repletos. Algunos cristianos hasta recorren largas distancias, cinco, hasta diez quilómetros, para alcanzar el lugar de encuentro (la iglesia) donde se celebra la Misa dominical. Se puede afirmar con certeza que los católicos en Uganda observan el precepto dominical que la liturgia prescribe.
Sin embargo, esta buena costumbre tiene que afrontar un reto: el del trabajo dominical. Entre los cristianos que acuden a la Iglesia el domingo por la mañana, muchos, al volver a sus casas, después de la Misa, empiezan a trabajar como suelen hacerlo en un día cualquiera de la semana. Aunque los sacerdotes enseñan que el Domingo es el Día del Señor, el día del descanso, en la actualidad muchos cristianos laicos dicen “Ya cumplí con la obligación de ir a la Misa dominical, ahora tengo que trabajar para ganarme la vida”. Estas perso
nas, en su mayoría son campesinos que trabajan en sus cultivos o empleados de empresas, como los guardianes en los negocios de los centros comerciales .
De alguna forma, estas personas se ven empujadas y hasta exigidas a trabajar el domingo por otra categoría de personas, cuyo trabajo dominical, generalmente es considerado normal por la sociedad: se trata de conductores de taxi, propietarios de restaurantes, pescadores, estudiantes (especialmente los que cursan las escuelas superiores y tienen que pasar el domingo leyendo en biblioteca).
Paradójicamente los que el domingo realmente pueden descansan son los ricos y la gente de la clase media, algunos de los cuales no van siquiera a la iglesia. Se despiertan tarde, ven la televisión durante largas horas, van al cine, al teatro o a visitar a los amigos etcétera.
En esta situación, surge la necesidad pastoral de consolidar la enseñanza relativa al Domingo como fiesta obligatoria, día de descanso para los cristianos.

[Texto original: inglés]

– S. Em. R. Mons. Johannes Gerardus Maria van BURGSTEDEN, S.S.S., Obispo titular de Tibili, Obispo auxiliar de Haarlem (PAÍSES BAJOS)

En el año 2005 vivimos en un mundo donde predomina la cultura del imagen. Por una parte, esto significa que liturgias celebradas en el pleno respeto de los cánones estéticos pueden despertar el interés de las personas. Por otra parte, podemos comprobar que la concurrencia a las celebraciones eucarísticas dominicales no es masiva (en los Países Bajos el promedio es el 10%). La forma en que se explica el misterio de la Eucaristía remite a un marco de nociones filosóficas que es ajeno al hombre moderno. Es por eso que sólo con mucha dificultad el contenido – la doctrina – puede ser propuesto a la atención de la gente. La práctica de la celebración religiosa a menudo no es fuente de inspiración para el hombre moderno. Encontrar un equilibrio entre contenido y experiencia, entre teoría y vivencia, me parece uno de los retos mayores que debemos afrontar.
Para encontrar este equilibrio, y para acercar la celebración eucarística al hombre moderno, según mi parecer son importantes, por lo menos los tres puntos siguientes:
1 En primer lugar, la catequesis continua alrededor del centro y la cumbre de nuestra fe. La catequesis, por lo tanto, tendrá que ser una catequesis eucarística. Una catequesis eucarística es una catequesis cristocéntrica. Él mismo es el corazón y la cumbre de nuestra fe. Confesamos, en efecto, Su muerte y Su resurrección como el “mysterium fidei”. Una catequesis eucarística continua tendrá que ser entonces una catequesis pascual, porque en ella Jesucristo es reconocido, como lo es por los discípulos de Emaús, precisamente al partir el pan, en la “fractio panis”.
2 Como segundo punto, merece nuestra atención la digna celebración de la Eucaristía. En este sentido, tienen una gran responsabilidad tantos los celebrantes como los fieles. Por celebración digna entiendo el respeto fiel de reglas y rúbricas. Junto con esta actitud, hace falta también afirmar que la verdadera dignidad reside, por encima de todo, en la disposición interior tanto de los fieles como de los celebrantes. En la sacristía de una antigua iglesia en los Países Bajos, una vez leí estas palabras: “Celebra esta Santa Misa como si fuera la primera, única y última”. Este texto me hizo pensar que no sería una mala idea ponerlo también en la puerta principal de la iglesia.
3 Como tercero y último punto, quiero hablar de la adoración del Santísimo Sacramento. Me consta que, seguramente en nuestras zonas, el culto eucarístico se limita cada vez más a la celebración de la Eucaristía. En la concepción de los fieles, la participación activa a una celebración eucarística, es reducida casi exclusivamente al haber recibido la comunión. El ayuno eucarístico, la solemne exposición del Santísimo Sacramento, y también la adoración silenciosa delante del tabernáculo nos pueden ayudar mucho a hacer crecer en nosotros el deseo de unirnos al Cristo. De este modo, estas formas contribuyen a hacer de la Eucaristía el” sacramentum unitatis” por excelencia.

[Texto original: italiano]

– S. Em. R. Mons. Adalberto MARTÍNEZ FLORES, Obispo de San Lorenzo (PARAGUAY)

Como fruto del celebrar y compartir la Eucaristía, además del pan y el vino, las comunidades cristianas de los orígenes, presentaban sus ofrendas para sostener la carencia de las más necesitadas. (Cf. I Cor.16, 1).
Provengo de un país, cuyas tierras en su historia, han sido regadas por la sangre de los mártires cristianos y han hecho fecundar y crecer copiosamente la fe en el Señor y compromiso con su Iglesia. Un ejemplar defensor de la justicia y equidad para con los indígenas ha sido la vida y testimonio de San Roque González de Santa Cruz, primer santo paraguayo, que junto con Alfonso Rodríguez y Juan del Castillo, fue canonizado por Juan Pablo II, en el año1988.
Se conserva todavía hoy (en la Capilla de los Mártires) el testimonio de su corazón quemado y arrancado en sacrificio, como reliquia elocuente de misericordia, de quien es capaz de ofrendar su vida por sus hermanos, los más pobres y excluidos. Ciertamente de un corazón así, martirizado, corazón de came-eucaristizado, no puede sino producir frutos de vida, de luz, de conversiones, paradigma y camino, que nos desafian y nos remiten al Salvador y Señor de la Vida.
En el hoy del país todavía siguen las grandes y graves exclusiones por las iniquidades sociales, el deficiente acceso a la salud, la injusta distribución de bienes y tierra, la desvaloración de la dignidad de la vida humana, el desempleo, la corrupción y la pobreza creciente, castigando especialmente a mujeres, jóvenes y niños que sufren el silencioso martirio de las esclavitudes, injusticias y aflicciones. Al mismo tiempo observamos heroicos esfuerzos de cristianos/as comprometidos/as en sus comunidades con la causa de los más necesitados.
Las Misas celebradas en nuestras comunidades, muy atendidas, sentidas y alegres, son espacios privilegiados de fraternidad, para colectar y llenar canastas de víveres, medicinas, ropas y enseres en las ofrendas realizadas, para luego ser distribuidas a las personas carenciadas. En torno al altar surgen iniciativas solidarias para refugiar a niños abandonados y establecer guarderías y comedores para alimentarlos; iniciativas de promoción tendientes a la auto gestión, sustento y desarrollo de las familias en sus exiguas economías. La Eucaristía, es entonces, el Sacramento privilegiado como lugar y fuente de la solidaridad social.
Por otra parte, con una mirada mas amplia, hoy más que nunca como Iglesia deberíamos encarar denodadamente y con mayor empeño la urgencia de una conversión (metanoia) planetaria para crecer en solidaridad social y luchar contra el terrible y acuciante flagelo del hambre en el mundo. Ya el V AT.II afirmaba: “Habiendo como hoy tantos oprimidos actualmente por el hambre en el mundo, el Sacro Concilio, urge a todos, particulares y autoridades, a que recuerden aquella frase de los Padres: alimenta al que muere de hambre, porque si no lo alimentas lo matas.”. Obedientes al mandato de Señor Jesús que ha ordenado: “Den les ustedes de comer” (Mc 6,37) no podemos sino orar, exhortar y trabajar por un renovado Pentecostés de Solidaridad en el planeta, con multiplicadas’ efusiones de pan y medicina para favorecer a poblaciones seriamente amenazadas con la extinción, por hambruna y enfermedad. Como fruto de este Sínodo solicito afrontar con mayor ahínco y dedicación este proyecto.
Juan Pablo II en Mane Nobiscum Domine nos dice: “La Eucaristía no solo es expresión de comunión de vida de la Iglesia; es también proyecto de solidaridad (..) El cristiano que participa de la Eucaristía aprende de ella a ser promotor de comunión, de paz, de solidaridad en todas las circunstancias de la vida.”
El tema del Instrumentum Laboris es: Eucaristía como Fuente y Cumbre de la vida Cristiana y de la Misió
n de la Iglesia. En el contexto de mi breve reflexión, también se podría proponer: Eucaristía como Fuente y Cumbre de la Vida Cristiana, de la Misión y Solidaridad de la Iglesia.

[Texto original: español]

– S. Em. R. Mons. Albino MAMEDE CLETO, Obispo de Coimbra (PORTUGAL)

Pienso que de este Sínodo tendrían que salir algunas palabras, a la vez de aprecio y de estímulo, hacia nuestros sacerdotes y sus colaboradores ya que realizan muchos sacrificios para asegurar la celebración del Domingo al pueblo de Dios.
Con este espíritu de pastores vigilantes y de hermanos que se ayudan, debemos, mientras tanto, prestar atención a las desviaciones que se acentúan, al menos en lo que se refiere a mi país.
Presento tres tendencias, que en sí mismas son buenas, pero en las que la Eucaristía tiende a desviarse de lo que es – celebración litúrgica y sagrada de un misterio sacramentale – para convertirse en un mero servicio religioso.
Primero: la preocupación principal de los párrocos de asegurar la Misa que los fieles exigen, descuidando la calidad de la celebración.
En una sociedad secularizada, no basta tener el alimento sino que se necesita saber preparar la mesa. Más importante que poner la ostia en la mano o en la lengua es hacerlo con una dignidad tal que transmita la fe.
Segundo: en el deseo de ser aceptados por quienes los escuchan, nuestros sacerdotes consideran a la Eucaristía comunión en la mesa de la igualdad.
Nos comprometemos a realizar una catequesis donde la comunión antes que nada, con el Cordero inmolado y ofrecido.
Tercero: por falta del presbítero, se multiplican las celebraciones dominicales precedidas por los diáconos y laicos. Son una bendición. Me preocupa, sin embargo, la facilidad con la cual se hace la sustitución de la Misa con estas celebraciones.
Por lo menos, el ordenamiento de los ritos debería ser marcadamente diferente.

[Texto original: italiano]

– S. Em. R. Mons. Nicholas CHIA, Arzobispo de Singapur, Presidente de la Conferencia Episcopal (Singapur, SINGAPUR)

Nosotros, obispos de Malasia, Singapur y Brunei consideramos la Encíclica “Ecclesia de Eucaristía” , el Congreso mundial sobre la Eucaristía, la carta apostólica “Mane Nobiscum Domine” y el presente Sínodo como un tiempo de gracia para hacernos reflexionar seriamente sobre la Eucaristía como fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia. Durante largo tiempo la Misa y la Eucaristía han sido consideradas realidades dadas por supuestas.
En general, en nuestras diócesis, la participación dominical de los fieles y en los días de precepto está en el orden del 50 al 80% en las áreas urbanas, mientras en las zonas rurales es mucho más baja.
La mayoría de los católicos tiene un conocimiento elemental de la Misa y de la Eucaristía. Hay necesidad, entonces, de profundizar el conocimiento para permitir que puedan apreciarlas.
La Misa: muchos van a Misa más para cumplir con la obligación de evitar el pecado mortal que para “participar” a la Misa.
La Eucaristía:
I. Tienen fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, mostrando reverencia y respeto con la genuflexión y la inclinación cuando entran a la Iglesia.
II. Muchos reciben la comunión como por hábito y sin devoción interior.
III. En muchas Iglesias, semanalmente, tiene lugar la bendición con el Santísimo Sacramento. Pocas parroquias tienen capillas para la adoración perpetua.
IV. La solemnidad del Corpus Domini se celebra normalmente con la procesión del Santísimo Sacramento. En este año de la Eucaristía, muchas diócesis han realizado un Congreso Eucarístico.
Sentimos la necesidad centrar cuanto sigue:
1. Los sacerdotes deben, verdaderamente, actuar “in persona Christi” -tratando de no llegar solamente a los oídos y a los ojos de los fieles, sino tocando sus corazones, ayudándoles a encontrar a Cristo.
Deben desear ser transformados y no sólo entretenidos.
2. Es necesario conducir a los fieles para que comprendan el significado de la comunión con el Señor y entre ellos. “Quien come mi cuerpo y bebe mi sangre vive en mí y yo en él”. “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre , allí estoy yo en medio de ellos”.
3. Dar la bendición a los no católicos, a los catecúmenos y a los niños cuando se adelantan en el momento de la Comunión, como signo de comunión espiritual por parte de ellos. Este gesto también es un signo del cuidado y de la solicitud que tenemos respecto de ellos.
4. La necesidad de poner el acento en la dimensión misionera de la Eucaristía como bien lo expresan los dos discípulos de Emaús “Ite missa est”.

[Texto original: inglés]

– Revmo. P. John CORRIVEAU, O.F.M. Cap., Ministro General de la Orden Franciscana de los Frailes Menores Capuchinos

Nuestra época necesita volver a descubrir el temor de Dios. San Francisco nos llama al temor de Dios, al asombro y a la maravilla causados por cómo Dios está tomando constantemente la iniciativa para con nosotros. Eso es vital para aquellos de nosotros que viven en una cultura donde nada ya nos asombra, porque cada cosa es el producto de experimentaciones y no deja espacio alguno a la sorpresa y la novedad.
La humildad de Dios nos sorprende. Estamos conmovidos por su iniciativa para con nosotros, tocados en lo profundo de nuestro ser. Jesucristo, “…siendo de naturaleza divina, no codició el ser igual a Dios” (Fil, 2,6). En cierto sentido, esta” kenosis” sigue en la Eucaristía. El temor a Dios nace en nuestros corazones cuando permitimos que el humilde auto-bajarse de Dios en la Eucaristía repercuta en nuestras vidas.
“Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt, 28,20). Francisco relaciona la promesa de Cristo en la última aparición a los apóstoles con Su presencia Eucarística en la Iglesia. Es impresionante la sencillez con la que Francisco mira hacia el misterio Eucarístico. San Francisco intuye una tocante analogía entre el descenso de Jesús al seno de la Virgen María y su descenso al altar durante la Misa. Es el mismo evento que aún hoy sigue ocurriendo (cfr. Adm 1).
Es importante que la comunidad cristiana vuelva a descubrir el vínculo profundo entre el misterio Eucarístico y las circunstancias de la vida cotidiana, a partir de las relaciones fraternas hasta la creación entera. Se forma así el movimiento circular intrínseco en la vida cristiana: la Eucaristía nos empujará a tener relaciones fraternales en la Iglesia, en la sociedad y en toda la creación. Trabajar para promover una verdadera fraternidad de paz entre las gentes y para la salvaguarda de la creación nos estimulará a reconocer en la Eucaristía el único fundamento adecuado de nuestra vida y de nuestra acción.

[Texto original: inglés]

– S. Em. R. Mons. Alfredo Víctor PETIT VERGEL, Obispo titular de Buslacena, Obispo auxiliar de San Cristóbal de La Habana (CUBA)

En Cuba, durante la celebración del Año Santo 2000 hemos tenido un Congreso Eucarístico Diocesano en La Habana, pero de carácter prácticamente nacional. En el mismo se permitió una procesión por la calle, con una carroza en la que Su Eminencia el Cardenal Jaime Ortega, llevaba custodia con el Santísimo Sacramento hasta la Catedral. En la plaza se reunió una buena cantidad de fieles para la Bendición Solemne. Hubo también un Simposio Teológico sobre la Eucaristía con la participación, entre otros del Cardenal Amigo Vallejo, Arzobispo de Sevilla, España.
También se celebró una Primera Comunión de 2000 niños escogidos de las diversas parroquias en una Misa de Campaña en la Avenida del Puerto, frente al Seminario.
Estamos para terminar el Plan Global de Pastoral del 2000 al 2005 y desde octubre pasado se incorporó al mismo el Año de la Eucaristía que se combinó con el Año de la Misión.
Pensamos que la Eucaristía es la fuente y culmen de la vida de la Iglesia y por eso, no abandonamos su primor
dial importancia en nuestro Plan Global de Pastoral que comenzara, D.M. el próximo mes de febrero y que tendrá como base la Eucaristía, sin abandonar el impulso misionero.
De hecho, los fieles consultados a nivel de comunidades han escogido nueve temas prioritarios que son: Espiritualidad, Moral, Misión, Pastoral Litúrgica, Pastoral Social, Formación, Laicos, Familia y Jóvenes. Esto constituye la base del Plan Global de Pastoral del 2006 al 2011
Por otra parte, existe también entre nosotros desde hace mas de un siglo la Adoración Nocturna con las mismas características señaladas anteriormente por S.E. R. Mons. José Guadalupe Martín Rabago, Presidente de la Conferencia Episcopal Mejicana.
A pesar de la escasez de sacerdotes, tenemos la Eucaristía en gran aprecio y se celebra esta con gran respeto por las normas litúrgicas.
Sin embargo, ante la dificultad y prácticamente la imposibilidad de construir nuevos templos, tenemos las así llamadas «casas de oración» o «casas de misión» situadas en los barrios periféricos y en los pequeños poblados y caseríos y donde se reúne semanalmente, o con la frecuencia que puedan, un pequeño grupo de fieles, no más de 40 bajo la dirección de un laico comprometido, una religiosa o un diácono. Allí acude el sacerdote y se celebra la Santa Misa en esas casas con gran devoción y respeto por las normas litúrgicas y precediendo la correspondiente confesión sacramental para los que, con las debidas disposiciones, desean participar del Pan Eucarístico.

[Texto original: español]
– S. Em. R. Mons. Karl-Heinz WIESEMANN, Obispo titular de Macriana Menor, Obispo auxiliar de Paderborn (ALEMANIA)

En mi intervención me refiero especialmente al tercer capítulo del Instrumentum Laboris que atañe a la celebración de la Eucaristía y a la adoración, y hago una reflexión sobre la Eucaristía en su carácter de misterio.
Nuestro tiempo está invadido, a pesar de la secularización, por una profunda nostalgia mística. ¿Pero, somos capaces de celebrar la Eucaristía de tal manera que los hombres que se encuentran en búsqueda sean atraídos por el misterio eucarístico?
La forma más alta de la presencia del Señor, que definimos de la manera más adecuada con los conceptos de presencia real y de tansubstanciación, se revela para Santo Tomás, en el célebre himno Adoro te devote, latens deitas, en el mismo acto, como la forma más alta del secreto sacramental. Esto no se refiere al moderno escepticismo, sino exactamente a lo contrario: a la apertura de una dialéctica nupcial del “buscar para encontrar” y el “encontrar para buscar” que, justamente a través del momento que cada vez si oculta y se sustrae, suscita de nuevo la sed del supremo “gustar”, de la “visio beata” como eterno fin de este buscar y encontrar, velar y revelar, ocultarse y donarse.
Esta dimensión mística debe encontrar expresión también en nuestro modo de hablar de la Eucaristía y en su celebración: sólo así la Eucaristía podrá demostrarse eficaz como única y verdadera respuesta a la nostalgia mística de nuestro tiempo, porque ella introduce al hombre en la profunda relación de amor con Cristo y con ello en el misterio de Dios Uno y Trino y lo hace partícipe del mismo: de esta manera debemos dar relieve a gestos y formas litúrgicas que expresan también lo que está oculto, que sólo se puede intuir en el silencio y que se sustrae a nuestras posibilidades.

[Texto original: alemán]

– S. Em. R. Mons. Cornelius Kipng’eno ARAP KORIR, Obispo de Eldoret, Presidente de la Conferencia Episcopal (KENIA)

El domingo nos reunimos para celebrar la Eucaristía y ser renovados en nuestro discipulado. Con la celebración del Misterio pascual de Cristo nuestra vida se transforma y nosotros somos renovados y alentados en nuestra vocación a difundir el Reino de Dios. Nuestro reunirnos juntos dominical representa una dimensión espiritual muy importante de nuestra fe, y revela nuestro sentido de pertenencia a la Trinidad y a la Iglesia, y también nuestro compromiso en abatir los numerosos obstáculos que nos rodean debido a nuestra condición social, étnica o financiera. Al compartir el Misterio pascual, somos renovados en nuestra vocación a ser testigos del Señor resucitado y a abatir las barreras que nos dividen. Comprometiéndonos a superar el odio y el tribalismo, crecemos en la conciencia de que todos somos miembros de la misma familia, hijos del mismo Padre.
La proclamación litúrgica de la Palabra de Dios es ante todo, un diálogo entre Dios y su pueblo, un diálogo en el que se proclaman las maravillas de la salvación y se confirman constantemente los compromisos de la alianza. A Dios, que toma la iniciativa de hablar con nosotros y abrir el diálogo de amor, le contestamos con la escucha y la acogida del mensaje de vida en nuestros corazones. El diálogo de amor, que Dios comienza con nosotros en la celebración, sigue luego en nuestra vida diaria, y nos conduce nuevamente a la celebración, ya que nuestro deseo de alimentarnos en la mesa de la Palabra y de la Eucaristía se hace cada vez más intenso.
Nuestros cristianos aguardan impacientes la celebración dominical de la Misa. El sentido de fiesta, celebración y alegría de nuestras asambleas eucarísticas tiene que ser compartido con toda la Iglesia. Es la alegría por estar juntos como familia de Dios. “Los africanos tienen un profundo sentido religioso, sentido de lo sacro, sentido de la existencia de Dios creador y de un mundo espiritual” (Ecclesia in Africa, 42). La celebración eucarística dominical quiere utilizar esta riqueza innata del pueblo, a fin de permitir que las comunidades cristianas participen plena y activamente en el misterio pascual.

[Texto original: inglés] [Traducciones distribuidas por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos]

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ZENIT Staff

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