ROMA, martes, 22 noviembre 2005 (ZENIT.org).- No rechazo, sino un total desconocimiento del cristianismo se constata en multitud de personas en las grandes ciudades, una circunstancia que, para el cardenal Péter Erdő, señala la urgencia de una nueva evangelización.
Arzobispo de Esztergom-Budapest y primado de Hungría, el purpurado más joven de la Iglesia católica –tiene 53 años– ha participado en el Congreso Internacional para la Nueva Evangelización (ICNE) que acogió la capital portuguesa del 5 al 13 de noviembre.
A su regreso de Lisboa, el cardenal Erdő accedió a compartir en esta entrevista concedida a Zenit –recogida por Viktoria Somogyi– su experiencia de esos días de trabajos y apuntó claves para una nueva evangelización en el Viejo Continente.
–La Exhortación Apostólica Post-sinodal «Ecclesia in Europa» del desaparecido Juan Pablo II denunciaba la grave situación espiritual del Viejo Continente. Éste, en efecto, «ha pasado a formar parte de aquellos lugares tradicionalmente cristianos en los que, además de una nueva evangelización, se impone en ciertos casos una primera evangelización» (Cf. n.46). A la luz de este análisis, tristemente cierto, se busca responder con un renovado impulso misionero que pueda llenar esa disociación «entre fe y vida» fruto de un agnosticismo desbordante o de un humanismo inmanentista profundamente secularizado (Cf. n.47) y privado de cualquier referencia a las raíces comunes cristianas del pensamiento europeo. En este surco debe ser situada la experiencia del Congreso Internacional para la Nueva Evangelización promovido por los cardenales José da Cruz Policarpo (Lisboa), Cristoph Schönborn (Viena), Jean-Marie Lustiger (París), Godfried Daneels (Bruselas) y por usted mismo. Al término del Congreso, celebrado del 5 al 13 de noviembre en la capital portuguesa, ¿qué temas se han tratado para comprender la situación actual?
–Cardenal Péter Erdő: Este Congreso naturalmente no ha sido en absoluto, ni quería ser, un Congreso científico, sino que se insertaba en una serie de acontecimientos de carácter diferente: en Viena se hablaba de hecho de Stadtmission, en París de mission de ville. Se trata por lo tanto de una misión ciudadana especial en las grandes ciudades europeas. Nos hemos encontrado para analizar la misma problemática en todas estas grandes ciudades de Europa con la intención de buscar una solución a los problemas. Con la ayuda de los distintos movimientos de espiritualidad y en un clima de mutua colaboración se quiere renovar el impulso misionero en nuestras ciudades. Se trata realmente de una nueva situación sociológica. Por lo tanto si hablamos de nueva evangelización no lo hacemos porque, tal vez, el Evangelio deba ser renovado: el Evangelio es siempre el mismo, el Evangelio de Jesucristo. Pero las circunstancias cambian y han cambiado también en nuestro continente.
–Con ocasión del Congreso, como ya ocurrió en Viena en 2003, el cardenal José da Cruz Policarpo, Patriarca de Lisboa, en la homilía de la Santa Misa por la apertura de los trabajos, puso en marcha la misión ciudadana abriendo de par en par las puertas de Lisboa a una intensa obra misionera. El purpurado, renovando la enseñanza de San Pablo, explicó a los presentes que «para ser capaces de evangelizar se debe aprender a amar». ¿Por qué motivo es cada vez más necesaria una nueva missio en las grandes metrópolis?
–Cardenal Péter Erdő: En las grandes ciudades existe un fuerte anonimato. Una gran multitud de personas no conoce para nada a Jesucristo. No es que hayan rechazado la Iglesia o el cristianismo, sino que no han recibido aún el anuncio del Evangelio. En las mismas ciudades existen también considerables comunidades católicas que deben renovar tanto su vida de fe como su acción misionera. Sobre esto se ha reflexionado mucho durante estos Congresos y las misiones ciudadanas pueden ayudar mucho en este sentido.
–Ya Pablo VI, con extrema lucidez, había comprendido que el «hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan (…), o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio» (Cf. «Evangelii Nuntiandi», n.41). Una fe madura, adulta y convencida, lejos de todo marchitamiento mundano y secular, debe ser el volante de todo cristiano que testimonia con su vida la pertenencia a Cristo y a Su Iglesia. Hay necesidad, por lo tanto, de un camino de preparación y formación a la «belleza» del Evangelio y de sus enseñanzas perennes. ¿Cómo se prepara la Iglesia a abrirse al exterior?
–Cardenal Péter Erdő: Es necesario que las comunidades parroquiales, los religiosos y los movimientos eclesiales existentes en las diferentes ciudades tomen conciencia de su deber de abrirse hacia el mundo a su alrededor, hacia los no creyentes, hacia aquellos que tienen necesidad de la buena noticia de Jesucristo. También en esta ocasión hemos hablado en la famosa iglesia de San Jerónimo durante cinco días de varios tipos de problemas y de las actividades de la Iglesia, entre las cuales la atención espiritual de los moribundos, la dignidad de la persona y del enfermo. Durante los trabajos del Congreso ha habido muchos testimonios importantes. Recuerdo con gusto el de una persona que trabaja desde hace muchos años en Brasil entre los necesitadísimos donde reinan enfermedad, pobreza y muerte, pero donde existe también gran apertura hacia el amor y hacia el Evangelio.
Se han tratado también otros temas. Ha habido exposiciones de arte, varias manifestaciones culturales, entre ellas coloquios en la Universidad Católica de Lisboa, de la que el cardenal patriarca Policarpo ha sido Rector. De la universidad católica pueden salir muchas motivaciones para un diálogo fecundo entre nuestra fe y la cultura. También el mundo de los medios de comunicación se ha interesado mucho en el evento con entrevistas y servicios. Ha habido además una serie de encuentros con la gente y programas parroquiales como el via lucis de tres parroquias en el que pude participar personalmente.
Al final de los trabajos hubo un momento de relieve: una peregrinación, una bellísima procesión a través de toda la ciudad con la imagen de la Virgen de Fátima que tras 50 años ha sido llevada de nuevo a Lisboa precisamente para que la gente pudiera expresar su propia devoción. Al término del camino el patriarca consagró la ciudad de Lisboa a la Virgen de Fátima. Este momento ha sido tal vez el más solemne de toda la semana ante al menos medio millón de personas. Por lo tanto hemos asistido a una manifestación de fortísima fe.
Pienso que no sea, tal vez, completamente cierto ese cuadro negativo que tenemos de las ciudades europeas en lo que respecta a la fe. La gente de hoy tiene hambre y sed de Cristo, el mundo tiene necesidad de esperanza: de la esperanza de Cristo. Naturalmente hay miles de problemas: desde el matrimonio a la seguridad pública y a la solidaridad social, etcétera… pero no se debe perder jamás el «buen mensaje». Este buen mensaje es la persona de Cristo, es Él quien nos enseña la plena verdad sobre la personal humana. Por lo tanto humanizar una ciudad, una sociedad, quiere decir ponerla en contacto con Cristo. Y Cristo mismo puede cambiar verdadera y radicalmente también las ciudades de nuestra época.
[La segunda parte de esta entrevista se publicará en el servicio informativo del miércoles]