Encontrando un sentido al dolor

Responde el presidente de la Confederación del Centro Voluntarios del Sufrimiento

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ROMA, lunes, 28 noviembre 2005 (ZENIT.org).- La Eucaristía, como «signo del amor de Dios», se hace «alimento indispensable» para el creyente que a lo largo de la vida aprende a convivir con el sufrimiento y le transforma en auténtico testigo de la fe, afirma el sacerdote Armando Aufiero, recién nombrado presidente de la Confederación Internacional del Centro de Voluntarios del Sufrimiento (CVS).

En una entrevista concedida a ZENIT, el padre Aufiero reflexiona sobre el misterio del dolor, sobre la importancia de la Eucaristía en el camino de «curación» del enfermo y sobre las prioridades pastorales del CVS, en los próximos tres años de actividad.

–¿Cuál es el carisma de los Voluntarios del Sufrimiento y qué hacen para convertir lo que normalmente se considera una desgracia, es decir el dolor y la enfermedad, en testimonio de fe?

–Padre Aufiero: El carisma del CVS (Centro Voluntarios del Sufrimiento) es un desafío que vence la enfermedad y el sinsentido del dolor. Quien vive intensamente no se resigna a ver fracasar la propia existencia a causa de una situación que, aunque a veces es dramática, no elimina totalmente la capacidad de vivir que una persona advierte en su interior. Sobre este «deseo» de vivir y de luchar por una existencia lo más realizada posible y feliz, se basa el acompañamiento que el CVS ofrece a quienes sufren.

Cuantos se acercan al CVS reciben ayuda para aceptar este desafío profundamente humano y por tanto auténticamente cristiano. Es un camino de fe, abierto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que no se resignan a la derrota ante el dolor.

La colaboración de la persona directamente implicada, la persona enferma, con minusvalía, o que sufre, es decisiva para educar a afrontar la vida con valor, sin esconderse en la fuga de quien desearía quitar de en medio el mal, por el simple hecho de no ocuparse de él, o resignándose al fatalismo superficial que ve en estas situaciones desgracias inevitables o de origen «divino».

–En octubre, tuvo lugar en Roma el Sínodo de los Obispos sobre el tema de la Eucaristía. ¿Qué representa la Eucaristía para los Voluntarios del Sufrimiento? ¿Qué relación hay entre la curación del alma y la del cuerpo?

–Padre Aufiero: La Eucaristía representa para todos los bautizados el mismo e infinito signo del amor de Dios por la humanidad, de su implicación total en la existencia pobre y maravillosa de la criatura amada. Ciertamente, cuando la vida está más marcada por el dolor, se advierte con más radicalidad la necesidad de un «pan» que sostenga en el camino, que le devuelva la esperanza y el sentido a los pasos que todavía hemos de dar, para que no desaparezcan bajo la triste sombra del sufrimiento.

La presencia del Señor resucitado se hace alimento indispensable para los peregrinos del dolor, que encuentran así la fuerza para transformarse en testigos del amor, siguiendo el mismo sendero de su vida, siempre amada y redimida por Cristo.

El Evangelio nos habla de una curación integral del hombre, la vida de los hijos de Dios, la realización plena de la dignidad que les habita supera las divisiones reductivas. En el CVS, vivimos la tensión plena hacia la salud-salvación de toda la persona en su integridad: se nos cura de la mejor manera sin reducir la propia existencia a una cuestión de farmacología.

La lucha contra el mal consiste en vencer no sólo la patología que hace sufrir, sino el sinsentido, la superficialidad, la poquedad de todo lo que reduce la profunda dignidad de la persona humana. No nos curamos exterior o interiormente, sencillamente nos convertimos en «redimidos», hijos de Dios en camino hacia la plena realización de la propia existencia.

Una curación así es siempre posible, incluso cuando la enfermedad, signo del límite connatural con la criatura humana, no puede ser detenida o superada por una intervención médica. Por otra parte, no podemos olvidar que la muerte es nuestro destino común e inevitable, y que Cristo ha vencido a la muerte: de manera que nuestra última y definitiva «curación» se llama «resucitar a una vida nueva».

–El modelo cultural dominante no ve en el sufrimiento más que desesperación y con tal de evitarlo parece preferir incluso la muerte. Ustedes en cambio ven en el sufrimiento el camino de la Cruz que lleva a un diseño de salvación. ¿De dónde nace esta fuente de esperanza?

–Padre Aufiero: La esperanza que se puede ofrecer a la persona que sufre nace de la Cruz, que es camino de vida más que signo de sufrimiento. La Cruz presenta un horizonte de salvación para cada situación de la persona humana, incluso la más extrema, como es la muerte. Si la Cruz es signo de que Jesús Señor ha vencido a la muerte, no hay nada que no pueda ser incluido en la salvación y en la alegría de los redimidos.

–Como presidente de la Confederación Internacional del Centro de Voluntarios del Sufrimiento, usted ha hablado de un programa y una pastoral que pretende hacer de los enfermos testigos de la fe. ¿Podría explicarnos sus puntos más significativos?

–Padre Aufiero: Hay algunas prioridades pastorales que la asamblea de la Confederación CVS Internacional expresó al concluir sus sesiones de trabajo, en septiembre pasado. Se trata de cuatro puntos de referencia que guiarán la acción de coordinación expresada por el Consejo de Presidencia:

1.- Redescubrir y vivir cada día la propia vocación: la pertenencia al CVS es una vocación específica en la Iglesia. Se trata de una vocación hermosa pero también exigente que hay que cuidar, dando primacía a la vida espiritual.

2.- Amar cada vez más la comunión en la Iglesia, aspecto que la cualifica en su ser misterio. Una comunión de todos los CVS en el único cuerpo de Cristo que es la Iglesia pero también con las otras asociaciones que actúan en el campo de la Pastoral de la Salud y en el mundo del sufrimiento humano.

3.- Dejarse apasionar por la urgencia de la misión. La pasión misionera está en la identidad misma de la Iglesia. Se trata de transformar la «pasión» de las propias heridas en «pasión» de dedicación, de amor, y que se expresa en el ansia apostólica hacia quien se siente aplastado por el peso de la soledad, del sinsentido, de la marginación, de la inutilidad.

4.- Ser los colaboradores de la alegría de los hermanos. Quien ha encontrado a Jesús el Señor y a María, su Madre y la nuestra, reconoce que la alegría puede coexistir también con el sufrimiento.

Estos cuatro puntos guiarán la programación para los próximos tres años de actividad, para consolidar y difundir el apostolado que la CVS pretende realizar para la promoción integral de la persona que sufre, según las enseñanzas del siervo de Dios, monseñor Luigi Novarese que, en los años sesenta, dio inicio a nuestro movimiento de acción pastoral y social.

[Más información en http://www.sodcvs.org]

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ZENIT Staff

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