XALAPA, domingo, 30 abril 2006 (ZENIT.orgEl Observador).- El anuncio de la autorización del Papa Benedicto XVI de la promulgación del decreto que reconoce un milagro atribuido a la intercesión del beato Rafael Guízar Valencia (1878-1938) ha traído una enorme alegría a Veracruz, a México y al continente, pues se trata del primer obispo nacido en Latinoamérica que llega a la gloria de los altares.
En entrevista para Zenit–El Observador, el padre Rafael González Hernández, vicario judicial del arzobispado y postulador diocesano de la causa del que fuera quinto obispo de Veracruz, responde a las preguntas con alegría desbordante: al beato don Rafael se le considera el gran evangelizador de Veracruz, un misionero constante, un amante del seminario y de los pobres.
–¿Cuál fue el origen de la causa de beatificación del obispo don Rafael Guízar Valencia?
–P. Rafael González Hernández: Tras el décimo aniversario de su muerte, se trasladaron sus restos mortales del cementerio a la catedral de Xalapa. Y no obstante los múltiples problemas de salud de don Rafael Guízar en la última etapa de su vida, su cuerpo se encontraba incorrupto. En el año de 1951 se inicia la causa, no por que su cuerpo se encontrara incorrupto sino, sobre todo, por la fama de santidad que ya en vida tenía. La gente se refería a él como «el santo obispo don Rafael».
–¿Cuáles fueron los milagros de la beatificación y de la próxima canonización?
–P. Rafael González Hernández: El de la beatificación fue la intercesión de don Rafael para que el matrimonio formado por Cirana Rivera Fernández y Sergio Montiel Alvarado, de Córdoba, Veracruz, pudieran tener un solo hijo: Sergio Montiel Rivera, no obstante ella fisiológicamente estéril por un padecimiento familiar. Su rogativa al Siervo de Dios don Rafael tuvo un efecto milagroso. Los doctores del Gemelli en Roma se asombraron de que pudiese haber concebido. El de la canonización es más reciente: se trata de un pequeño, Rafael de Jesús Barroso Santiago, que en el útero de su madre tenía el paladar hendido y nació perfectamente sano tras de que la familia rezó mucho en la tumba de don Rafael.
–¿Qué implicaciones tiene que sea éste el primer obispo canonizado de México?
–P. Rafael González Hernández: Voy más allá. Se trata del primer obispo santo nacido en Latinoamérica, pues hasta ahora los dos obispos santos que teníamos eran naturales de España. El señor Guízar fue un gran pastor, como decía su epitafio primero, en el cementerio de Xalapa: «Yace aquí Rafael, digno del nombre de pastor…». Fue alguien que luchó por vivir el Evangelio y lo vivió con bastante alegría. Tenía un corazón de niño.
–¿Podría ser santo patrono de los niños, entonces?
–P. Rafael González Hernández: ¡Claro! Tenía ese gran corazón de niño que le permitía actos de heroicidad muy grande. Pero también podría ser llamado patrono de los seminarios y de los sacerdotes que en ellos se forman porque su gran preocupación fue el seminario, incluso cuando la persecución religiosa en México, el único seminario que seguía funcionando era del de Veracruz, pero no estaba aquí, sino que era un seminario clandestino en la Ciudad de México. Ahí recibía seminaristas de todos lados del país, de Cuba, de Guatemala… Y él conseguía, quién sabe cómo, el dinero para su manutención.
–¿Puede considerarse una víctima de la persecución religiosa?
–P. Rafael González Hernández: Sí, pero con la condición de aclarar que don Rafael siempre se opuso a la violencia, nunca estuvo de acuerdo con el levantamiento armado de los «cristeros»; fue un alma de paz. Es decir, representa la resistencia activa y pacífica de la Iglesia a las leyes injustas, además, la creatividad de la propia Iglesia para no cesar en su tarea de formación de sacerdotes. En su epitafio dice, en otra parte, que fue vencedor no por la espada sino por el amor de un país oprimido por leyes antirreligiosas.
–¿Qué aspecto de la vida de monseñor Guízar Valencia considera usted preponderante?
–P. Rafael González Hernández: Su pobreza. Su enorme pobreza. No obstante provenir de una familia acaudalada, don Rafael vivía con una pobreza y humildad extremas. Contaba una de sus hermanas que un día lo vio en México con un traje bueno y le dijo que ya era hora de que vistiera bien, a lo que el obispo le respondió que ese traje se lo acababan de regalar en el sanatorio de enfrente y que era de un señor que había muerto hacía pocos minutos… Además era un excelente administrador. Recibía mucho y daba mucho. Aún ahora, en Veracruz, tierra de la que puede considerarse el gran evangelizador, los obispos que piden en su nombre reciben a manos llenas.
–¿Qué lecciones trae al México actual su canonización?
–P. Rafael González Hernández: Un hombre de paz que no sabía dar otra cosa que misiones, que nos enseñó a cantarle a la Virgen María y el Catecismo compuesto por él mismo; un constructor de bien y de unidad, no puede sino ser una grande luz en tiempos como los que vivimos en México, revueltos y de confusión. Además, su predilección por los niños, por los más pobres, nos abre los ojos a esas realidades tan olvidadas del país. En fin, creo que es una maravillosa noticia para todo el país.
–Si alguna frase de las que dijo en su vida el beato Rafael Guízar Valencia pudiera resumir su espiritualidad, ¿cuál escogería?
–P. Rafael González Hernández: Yo escogería la que él siempre ponía en la rúbrica de sus cartas o de sus escritos, ya en primera persona, ya en plural: «Dios colme a usted de bendiciones y lo llene de su santo amor». En esa frase está contenida toda la luz del hombre de fe, del pastor, del misionero y del siervo del Señor.