¿El Nobel de la Paz para el Papa?

Por Dilia Gallagher

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ROMA, 9 octubre 2003 (ZENIT.org).- Este viernes, debería anunciarse el vencedor del Premio Nobel de la Paz de 2003 en cuya reducida lista de candidatos se encuentra el Papa Juan Pablo II.

Muchos dicen que éste es el año: este mes el Papa celebra veinticinco años de un pontificado dedicado a la paz y, en el último año ha sido la voz que se ha alzado con más fuerza contra la guerra en Irak.

Algunos en el Vaticano consideran «poco probable» que el Comité noruego escoja al Papa. La posición del Santo Padre en temas como el aborto, la anticoncepción y la ordenación sacerdotal de mujeres no se compagina bien con este comité de tendencia más bien liberal.

Helga Hernes, embajadora noruega ante la Santa Sede, no está de acuerdo.

«El comité es elegido por el Parlamento», me comentaba en una entrevista concedida este miércoles. «A pesar de las diferencias en algunas cuestiones, en particular sobre cuestiones sanitarias, hay muchas razones por las que el Papa debería ser galardonado con el Premio Nobel».

La embajadora Hernes subraya que su gobierno no tiene nada que decir en este asunto. «El Comité es totalmente independiente», insistió. «El gobierno no sabe quién es el ganador hasta el anuncio».

De hecho, mientras hablaba con ella, la embajadora estaba preparando un dossier sobre el Papa para el primer ministro noruego.

«El primer ministro debe pronunciar un discurso cuando se haga público el anuncio y, si bien no es el caso de Juan Pablo II, a veces no sabe nada sobre el candidato, por lo que nos han dado instrucciones a todos para preparar un dossier sobre los nominados».

Una de las voces más decididas en el apoyo a la candidatura del Papa es la del secretario general de la ONU, Kofi Annan, cristiano, que en el pasado recibió el galardón. En una introducción al libro «Juan Pablo II: Una luz para el mundo» (un precioso volumen fotográfico publicado por la Conferencia Episcopal de Estados Unidos), menciona al Papa como a su primer inspirador.

«Para millones de personas alrededor del globo terráqueo, Juan Pablo II se ha convertido en la voz más fuerte de paz, esperanza y justicia», escribe Annan. «Yo me siento particularmente agradecido pues en mis encuentros con él he podido recibir inspiración de su voz de primera mano».

Estadounidenses en el Vaticano considerarían el premio como un pronunciamiento contra Estados Unidos. Expresan resentimiento porque el Papa gane el Nobel «este» año, cuando se ha pronunciado contra la intervención estadounidense en Irak.

«No le concedieron el premio cuando se pronunció por la paz en años pasados o cuando defendió los derechos de los no nacidos», me decía un oficial estadounidense de la Santa Sede. «Pero se lo darían en el año en el que ha hablado contra la acción estadounidense en Irak».

El embajador estadounidense ante la Santa Sede, James R. Nicholson no ve ningún problema. Sería «maravilloso» el que el Papa recibiera el Premio Nobel, asegura.

«Ha sido una presencia dominante en la escena mundial durante 25 años», explicaba Nicholson. «Ha desempeñado un papel decisivo en la caída de la Unión Soviética, en el final del azote comunista en nuestro tiempo, y en el amanecer de libertad, esperanza y paz para cientos de millones de personas, junto con –permítame decirlo– los presidentes Ronald Reagan y George Bush».

Todo el mundo comentará el anuncio de este viernes. Si el Papa es galardonado, se dirá que el Comité se ha movido por su antiamericanismo. Si no es escogido, el motivo aducido será su anticatolicismo.

¿Está el Papa tan mal como dicen?
El cardenal Joseph Ratzinger puso Roma en ebullición la semana pasada con un comentario, referido por la prensa, según el cual el Papa «está mal». El cardenal Christoph Schonborn sin darse cuenta añadió leña al fuego al hablar de un «Papa que está muriendo» en la radio austríaca. El Papa no había podido participar en la audiencia general del miércoles anterior a causa de «dolencias intestinales» desencadenando comentarios sobre su final inminente.

En medio de este alboroto, tuve la oportunidad de ver personalmente al Papa el jueves por la mañana, cuando se encontró con el presidente de Lituania. No me sorprendió el constatar no sólo que no estaba mal, sino que –teniendo en cuenta las circunstancias– estaba bastante bien.

El Papa estaba sentado en su silla, algo sumido, como estamos acostumbrados a verle ahora, cruzando el dedo corazón con el índice para impedir el temblor de su mano izquierda colocada sobre el apoyabrazos.

Entraron los cámaras para sacar unas tomas durante cinco minutos y Juan Pablo II diligentemente alzó la cabeza, mirándoles fijamente, y así se mantuvo hasta que se disparó el último flash. Sabe que los ojos del mundo están fijos en él. En otros tiempos habría dado unos pasos y bromeado con los periodistas. Ahora, alzando la cabeza con dificultad, quiso manifestar su cooperación y su aceptación del hecho que la vida continúa.

Los visitantes del Papa reciben siempre la bienvenida de monseñor Stanislaw Dziwisz, el secretario privado del Papa, conocido por su paciencia ejemplar.

Le pregunté a don Stanislaw (como se le sigue llamando en Roma a pesar de que el Papa le ha promovido a arzobispo) por los rumores sobre la salud del Papa. Me dijo que el cardenal Ratzinger había visto al Papa el día anterior para expresarle el dolor que sentía al constatar que sus comentarios habían sido sacados de contexto. Según el cardenal, en realidad no había dado una entrevista. Alguien le había preguntado si el Papa estaba mal y él respondió: «Si el Papa está mal, entonces deberíamos rezar por él».

Los rumores la salud del Papa fueron claramente exagerados, como podíamos verlo con nuestros propios ojos, pero don Stanislaw ofreció una advertencia final a los periodistas poco expertos en la materia: «Muchos periodistas que han hablado sobre la salud del Papa ya están en el cielo», dijo.

Por eso, cuando alguien me pregunta si el Papa está mal. Le respondo, «sí». Además de 83 años, tiene Parkinson, ha sobrevivido a un intento de asesinato, y ha sido sometido a varias operaciones.

El mismo Papa es el primero en admitir que no está bien, al decir en varias ocasiones: «Rezad por mí al acercarse el momento en el que me encontraré con Dios».

Físicamente le fallan las fuerzas, algo obvio para aquellos que le ven en televisión. Pero hay algo que no es obvio en televisión y que muchos se preguntan: ¿cómo está mentalmente? ¿Sigue en su puesto?

El mismo día en que vi al Papa, el ministro de Asuntos Exteriores de Australia le visitó y después declaró que estaba sorprendido por lo bien que conocía Australia y por las preguntas pertinentes que le planteó.

El doctor Rowan Williams, nuevo arzobispo de Canterbury, se encontró el sábado por la mañana con el Papa y expresó estos mismos sentimientos, revelando que el Papa le habló sobre el reciente nombramiento de un obispo homosexual activo.

Un Papa que puede pasar en la conversación de la Iglesia en Australia a la Comunion anglicana es un Papa que sigue en su puesto.

Dilia Gallagher, corresponsal del canal de televisión CNN en Roma y ex redactora en jefe de la revista «Inside the Vatican», comienza con esta nueva sección su colaboración con la agencia ZENIT.

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ZENIT Staff

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