Intervención de la Santa Sede ante la ONU sobre «desarrollo sostenible»

Pronunciada por el arzobispo Celestino Migliore

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NUEVA YORK, 4 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció este jueves el observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas, el arzobispo Celestino Migliore, ante la comisión de la asamblea general sobre «desarrollo sostenible».

* * *

Señor presidente:
Mi delegación cree que los planes de desarrollo y las estrategias de reducción de la pobreza tienen que integrarse con la preservación del ambiente. Sin una atención por el ambiente, el desarrollo no tendrá bases sólidas y sin desarrollo no habrá medios de inversión, haciendo imposible la protección del ambiente.

La responsabilidad y la solidaridad, en este sentido, están tan unidas que la acción a favor del ambiente se convierte en un acto de confianza en el destino de la familia humana reunida en torno a un proyecto crucial para el bien de cada uno. Esto evoca el primer principio de la Declaración de Río, según la cual, «los seres humanos son el centro de las preocupaciones por el desarrollo sostenible».

Sin embargo, las numerosas dificultades encontradas para solucionar los problemas de la degradación ambiental global, como son los cambios climáticos, la escasez de agua potable, la deforestación y la desertización, muestran la dificultad para afrontar los problemas del desarrollo de manera coherente, y la necesidad de sustituir actitudes sectoriales fragmentadas por otras que sean integrales y multisectoriales.

Entre el primer grupo de amenazas identificadas por la Comisión de Alto Nivel sobre Amenazas, Desafíos y Cambios, se encuentran los desafíos económico-sociales, como la pobreza, las enfermedades infectivas y la degradación ambiental.

Estamos de acuerdo con el hecho de que estas tres cuestiones constituyen en último término una amenaza para la seguridad de las generaciones presentes y futuras. La necesidad de afrontar estos desafíos en su conjunto es indispensable para un sistema de seguridad colectivo. No son amenazas independientes entre sí.

Al afrontar y promover el desarrollo de la responsabilidad y de la solidaridad, las comunidades locales tendrán que involucrarse en la valoración y preservación de la naturaleza y tendrán que recibir una justa porción de beneficios, si están dispuestas a colaborar. Los costos de los ecosistemas naturales deben ser tomados en consideración en todas las decisiones económicas, dado que los recursos de la naturaleza no son infinitos. La protección de los recursos naturales tendrá que adquirir una prioridad mucho más elevada en los proyectos, en las inversiones y en los presupuestos de los gobiernos.

Suscitan particular preocupación los bosques, que siguen siendo esenciales en términos de alimentación, refugio, combustible, agua y fibra para el 90% de los 1.200 millones de pobres del mundo; la pérdida de los bosques es todavía evidente en demasiados lugares. Es por tanto de desear la estipulación de un tratado internacional sobre la protección de los bosques.

No tenemos que olvidar tampoco los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que buscan reducir a la mitad para el año 2015 el número de personas sin acceso al agua potable y a los servicios sanitarios básicos, así como mejorar para el año 2020 de manera significativa la vida de quienes viven en los barrios pobres, según ha sido reafirmado en la Decisión 13 de la Comisión para el Desarrollo Sostenible. Muchos Estados, por desgracia, no cumplirán con el objetivo previsto para el año 2005 de establecer programas de gestión de los recursos hídricos. Sin embargo, es del interés de todos los países asistir e invertir en la implementación de proyectos de este tipo.

Otra cuestión grave es la que afecta a los cambios climáticos y a la energía, descrita justamente por el secretario general como uno de los desafíos más grandes del siglo XXI. Los temas del próximo ciclo bienal de la Comisión para el Desarrollo Sostenible tendrán un impacto sobre muchas cuestiones relacionadas, como el ambiente, la economía, la política la ética y las cuestiones sociales, así como sobre la seguridad nacional e internacional. Será una oportunidad para que se dé una reflexión internacional sobre los temas fundamentales para la paz y el desarrollo humano, sobre todo en las zonas pobres con menos capacidades de adaptación, escasos recursos energéticos y una mayor exposición a las consecuencias de los cambios climáticos.

Es alentador, por último, testimoniar la conciencia creciente sobre los cambios climáticos demostrada por ejemplo en la reunión del G8 en Gleneagles. Deberían seguir serias discusiones sobre los medios con los que los Estados puede ofrecer incentivos a un ulterior desarrollo de las fuentes de energía renovables, comenzar a eliminar gradualmente los subsidios dañinos, sobre todo para el uso y el desarrollo de combustibles fósiles, e invertir en la búsqueda y en el desarrollo de productos limpios, eficaces y baratos que sustituyan a los combustibles fósiles. En los próximos cinco años, el mundo tendrá dramáticamente necesidad de más energía, y no de menos: es un deber frente a las generaciones futuras emprender inmediatamente este camino. Gracias, señor presidente.

[Traducción del original inglés realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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