La beatificación subraya el «genio femenino» de la Madre Teresa de Calcuta

Es «maestra excelsa en el arte de amar», afirma Chiara Lubich

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ROMA, 22 octubre 2003 (ZENIT.org).- El domingo pasado, tras proclamar beata a la Madre Teresa de Calcuta, Juan Pablo II reconoció en su homilía que la religiosa, en su entrega a Dios y al prójimo, había encontrado «su gran realización y vivió las más nobles cualidades de su feminidad», transformándose en «signo del amor de Dios».

El día de la beatificación, Chiara Lubich –fundadora del movimiento de los Focolares– constató que la Madre Teresa había llevado a cabo en plenitud lo que el Papa define como el «genio femenino».

«Consiste precisamente en la característica de María: no estaba investida por un ministerio, sino que estaba investida por el amor, por la caridad, que es el don más grande, el mayor carisma que viene del cielo», explica Lubich recordando su último encuentro en Nueva York con la nueva beata en mayo de 1997.

«Para nosotros es un modelo –afirma en un mensaje publicado en www.focolare.org–. De hecho es una maestra excelsa en el arte de amar».

La Madre Teresa «amaba verdaderamente a todos. No le preguntaba a su prójimo si era católico o hindú o musulmán. A ella la bastaba que fuera hombre o mujer, y en ello redescubría toda su dignidad», afirma Chiara Lubich.

«La Madre Teresa –añade– era la primera en amar: era ella quien iba a buscar a los más pobres, para quienes había sido enviada por Dios».

«La Madre Teresa veía, quizás como ningún otro, a Jesús en cada uno: “A Mí me lo hicisteis” era precisamente su lema», recuerda.

Chiara Lubich continúa describiendo a la nueva beata: «“Se hacía uno” con todos. Se hizo pobre con los pobres, pero sobre todo “como” los pobres». De hecho, «no aceptaba nada que no pudieran tener también los pobres».

«La Madre Teresa amó a todos como a sí misma, hasta ofrecerles su propio ideal –continúa–. Por ejemplo, invitaba a los voluntarios que prestaban durante cierto tiempo un servicio en su Obra a buscar su propio Calcuta allí donde cada uno regresaba. “Porque los pobres –decía– están en todas partes”».

«La Madre Teresa sin duda amó a los enemigos. Nunca se detuvo a contestar las acusaciones absurdas que le hacían; en cambio rezaba por sus enemigos», confirma.

«Después de su muerte, la he conocido todavía más profundamente y con “avidez” he leído libros sobre ella –reconoce Chiara Lubich–. He admirado a la Madre Teresa de forma especialísima por su determinación. Tenía un ideal: los más pobres entre los pobres. Y permaneció fiel a él. Toda la vida apuntó a este único objetivo. También por ello es para mí un modelo de fidelidad al ideal que Dios me ha confiado».

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ZENIT Staff

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