MADRID, 13 octubre 2003 (ZENIT.org-VERITAS).- Hombres y mujeres cuya vida cambió al encontrarse con la Iglesia católica se dieron cita este fin de semana en Ávila en un congreso organizado por «Miles Jesu» bajo el lema «Camino a Roma».
La iniciativa se clausuró el domingo con una eucaristía en la catedral presidida por el obispo de Ávila, monseñor Jesús García Burillo y el Fundador y Director General de Miles Iesu, el padre Alfonso María Durán.
El Canciller Secretario de la diócesis de Ávila, el padre Miguel García Yuste, se preguntó en su discurso inaugural si era «necesario «Camino a Roma» en España», país en el que la gran mayoría de la población es de origen católico.
A lo que respondió diciendo que «todos tenemos algún familiar que ha salido de la Iglesia católica» y que «es necesario fortalecer y defender nuestra fe».
El padre fundador de Miles Jesu sostuvo durante su intervención que «Camino a Roma» se fundó para dar a conocer « las buenas noticias de la Iglesia católica» que lejos de debilitarse, «crece y se fortalece». A quienes creen que «la Iglesia ya no es lo que era», el padre Durán responde «no, es más y mejor».
Para ilustrarlo, afirmó que «cada año entran en Estados Unidos, 75.000 nuevos católicos en la Iglesia, que aumenta el número de vocaciones sacerdotales en Ucrania, o que crecen los jóvenes intelectuales que se convierten al catolicismo en Finlandia».
Aunque durante el Congreso presentaron su experiencia algunos extranjeros que se convirtieron al catolicismo provenientes de otras religiones o sectas, la particularidad de esta convocatoria en Ávila han sido los testimonios de españoles que habiendo nacido en familias católicas y habiéndose educado en colegios religiosos, abandonaron la Iglesia durante mucho tiempo antes de volver a ella.
Todos los conversos insistieron durante el Congreso en la necesidad de una sólida formación basada en las Sagradas Escrituras y el Catecismo de la Iglesia Católica; en la devoción a la Virgen María, y en la formación continuada desde la infancia para mantener y acrecentar la fe.
Algunos testimonios
Antonio Carrera, católico de nacimiento, dejó la fe de sus padres para hacerse Testigo de Jehová durante trece años en Bilbao, actualmente es Secretario de la Asociación de Afectados por Sectas. Según Carrera, él y su esposa cayeron en la secta de los Testigos de Jehová «por desconocimiento de nuestra fe».
«La fe que teníamos hace 60 años era poca, pero era suficiente porque no había tantos «lobos». Hoy, tenemos que documentarnos y hacernos teólogos si queremos salir bien librados», afirma.
Este converso cree que lo salvó «sus ansias de Dios», y sostiene: «yo no buscaba la verdad, sino la Iglesia de Dios». «Pablo dice a Timoteo que la Iglesia es columna y fundamento de la verdad, si la quitamos nos quedamos también sin la verdad. Nuestros hermanos separados hablan mucho de Cristo, pero esto sin la Iglesia es cortar el cuerpo a la cabeza», añade.
Javier Leal buscó durante 25 años en la Filosofía y las religiones orientales lo que solamente encontró al final en la Iglesia católica. «Heredé el catolicismo tibio de mis padres, seguramente lo que perdí fue una fe muy débil, que a lo mejor ni era fe», afirma.
En la filosofía y el conocimiento encontró que «lo humano» le aburría, «quería algo más que lo humano». Por eso inició su búsqueda en las religiones orientales. En el budismo tibetano encontró que «no se hablaba de Dios, sino del desarrollo de la persona»; en el hinduismo, su convicción de que la verdad tenía que ser una, no casaba con un panteón politeísta.
Javier Leal se refirió a algunos momentos decisivos en su camino de
conversión: un Padrenuestro rezado cuando aún no tenía fe para buscar alivio a una crisis sentimental; un libro que cayó en sus manos y en el que se hablaba de la Virgen y del Rosario, «esa oración que yo creía de niños, de viejas y de abuelitas de la Iglesia».
El consejo de intelectuales que encontró fortuitamente le hicieron reemprender su «camino a Roma». Uno de ellos, al que encontró en una librería, le dijo «lo mejor no lo encontrarás en los libros sino en la Iglesia católica»; el otro, un ermitaño que vivía la pobreza, la castidad y la obediencia, y al que encontró también de manera inesperada le aseguró: «tienes que abandonar el conocimiento que has adquirido y abrazar la fe católica».
Este converso cree que el cambio definitivo se produjo cuando empezó a rezar el Rosario. «Fue el Rosario el que me convirtió, y aconsejaría a cualquiera que lo rezara. El Rosario y la Virgen me llevaron al Hijo de Dios vivo», sostiene.
Francisco Javier Casale se sintió atraído de niño por las cosas religiosas, recuerda que «salía como «volando» de las confesiones, y en casa jugaba a decir Misa», pero creció en un «entorno tibio, ateo y hasta anticlerical», que se encargó de destruir su incipiente religiosidad cambiándolo «de un colegio religioso a otro laico, donde perdí la fe»».
Casale considera que existen dos tipos de sectas, las explícitas, como los testigos de Jehová; y las implícitas, «que son la modernidad, el éxito social, la competitividad, etc.». «Esta era mi religión», confiesa.
En un momento dado, decidió poner un freno a su «estresada vida», aunque a pesar de algunos síntomas no había pensado todavía en una salida religiosa. Cuando lo manifestó durante una cena entre amigos, uno de ellos, «el más callado», le dijo «lo que estés buscando, búscalo con humildad».
Casale sintió una moción espiritual que le hacía ver con naturalidad que si hablaba castellano porque había nacido en España, también podía encontrar lo que buscaba lejos a cincuenta metros de su casa, en la parroquia más cercana.
Lo hizo, y le dijo al sacerdote que lo recibió: «hace más de 40 años que estoy alejado de la Iglesia y quisiera volver». Casale afirma que en este momento «ya había dado el primer paso, la puerta estrecha de la que habla el Evangelio, se había abierto».
Francisco Casale rezó entonces su primer Padrenuestro «como creyente» y leyó por recomendación del sacerdote la Parábola del hijo pródigo. «Con qué intensidad hermanos vivo que el Padre se adelantó, me abrazó y me cubrió de besos; me siento amado por Dios», expresó emocionado.
Casale ha descrito su conversión como un «auténtico milagro interior», porque «si me hubieran restituido un brazo roto, de todas formas acabaría pudriéndose cuando muriera, pero si soy fiel a lo que llevo dentro, esto será para la vida eterna».
Este catalán no ha obviado las dificultades de la conversión, afirmó incluso que asistió a su primera Misa «a escondidas», pero explica que «no soy una lavadora a la que se le cambie un programa».
Finalmente, al realizar el Camino de Santiago, sintió una nueva moción en la que Dios le decía «Yo ya te he perdonado, ahora hazlo tú».
Por su parte, Luis Fernando Pérez, que había estudiado en buenos colegios católicos, pidió en el Congreso que «seamos sensibles a los niños, porque hay vocaciones que nacen en la infancia y que se pierden negligentemente».
Pérez confiesa haber caído en el «gran engaño de Satanás a los primeros padres de ser como dioses» a una edad, los 18 años, «en la que eso te interesa, porque el ego está engordando». Así cayó en el esoterismo y la Nueva Era.
Su primer paso al cristianismo se produjo a través de los protestantes, en esta etapa de su vida llegó a creer que el Papa era el anticristo y dijo a su madre que «Fátima y Lourdes eran apariciones satánicas».
Luis Pérez comenzó «una caza y captura de católicos a través de Internet, donde hizo caer a muchos que tenían una insuficiente formación», hasta que encontró
a un católico que le dijo que «el baluarte de la Verdad era la Iglesia católica». «Me hizo ver que una Biblia infalible necesitaba una Iglesia infalible», añade.
Pérez vive ahora intensamente la unidad de la Iglesia y dice que al estudiar la historia de la Iglesia se dio cuenta que «la división era el mayor pecado desde los inicios». Este converso cree que ante las dificultades en la Iglesia, «Dios ha enviado santos y no cismáticos; la Iglesia no está hecha a nuestra imagen y semejanza, sino a la de Cristo».
El paso fundamental de su conversión se produjo cuando llevó a su madre enferma a Lourdes: «llegue con una madre y volví con dos», afirma.
«La Iglesia de Cristo está llena de tesoros, no sabemos lo que tenemos. En España hay más protestantes dentro de la Iglesia que fuera, no hay otra forma de ser fieles a la Iglesia que siendo fieles a su Magisterio», sostiene Pérez.
«Ser protestantes es juzgar las doctrinas de la Iglesia y no dejar que la Iglesia juzgue tus doctrinas», añade.
Miles Jesu
Miles Jesu, hijos e hijas militantes del Inmaculado Corazón de Nuestra Señora de la Epifanía, es un instituto laico fundado por el padre Alfonso María Durán en 1964. Como Familia Eclesial de Vida Consagrada tiene 27 casas en 14 países con más de 1000 asociados, entre los que se encuentran obispos, sacerdotes, hombres y mujeres laicos consagrados al celibato, y miembros casados.
El padre Durán nació en Madrid en 1931. En 1949 ingresó en el seminario de los Misioneros claretianos; en 1956 fue ordenado sacerdote y en 1982 transfirió sus votos perpetuos a los del nuevo Instituto fundado por él.
En 1996 inició la serie de Congresos «Camino a Roma», como medio para promover la unidad en la Iglesia y dar la bienvenida a quienes entraban en la Iglesia católica.
Más información: http://www.milesjesu.com.