CIUDAD DEL VATICANO, 14 octubre 2003 (ZENIT.org).- No es posible comprender la actividad diplomática de Juan Pablo II en sus 25 años de pontificado sin la fe, que le ha llevado a tomar las decisiones más importantes de rodillas, revela uno de sus más cercanos colaboradores.
El arzobispo francés Jean-Louis Tauran, quien al ser creado cardenal este 21 de octubre deja el cargo de secretario vaticano para las Relaciones con los estados, sustituido por el arzobispo Giovanni Lajolo, hasta ahora nuncio apostólico en Alemania, explica esta dimensión poco conocida del Papa en esta entrevista concedida a «Radio Vaticano».
–Durante 13 años, usted ha guiado lo que en términos inadecuados suele llamarse la «política exterior» de la Santa Sede. ¿Puede hacer un balance e ilustrar perspectivas?
–Monseñor Tauran: Cuando se habla de la diplomacia de la Santa Sede hay que recordar siempre que el primer agente diplomático de la Santa Sede es el Papa: él es quien confiere a la diplomacia la fuerza y el prestigio. Le pongo un ejemplo: cuando el Papa subió a la cátedra de San Pedro, en 1978, la Santa Sede mantenía relaciones diplomáticas con 85 países; hoy, 25 años después, el número ha aumentado hasta llegar a los 174. Han sido años importantes: pensemos en la caída del Muro de Berlín, en la primera Guerra del Golfo, en los conflictos africanos, en la guerra en la antigua Yugoslavia, en la intervención militar de este año en Irak, el proceso de paz en Oriente Medio, la transformación de la Unión Europea… Todos estos argumentos han sido objeto de reuniones de trabajo, que hemos tenido continuamente en estos últimos trece años. Siempre he podido constatar la preocupación del Papa para que los hombres puedan vivir juntos en virtud de convicciones comunes, y en virtud también del respeto del derecho internacional.
–Entre los dossieres que deja a su sucesor, ¿cuál es que más le preocupa?
–Monseñor Tauran: Diría, sin lugar a dudas, el de Oriente Medio. Oriente Medio con la crisis entre palestinos e , en primer lugar, pues es la madres de todas las crisis, y diría también, obviamente, al situación en Irak. Creo que esta región del mundo necesita volver a encontrar el camino de la razón y la fraternidad; creo que la comunidad internacional tiene el deber de ayudar a las partes en causa en esta tarea.
–Creo que la Santa Sede propone el envío de una fuerza de interposición entre palestinos e israelíes. ¿Es verdad?
–Monseñor Tauran: Sí, ya a partir del año 2000, cuando se comenzó la Segunda Intifada, siempre sostuvimos que, ante la evidente incapacidad de israelíes y palestinos de considerarse mutuamente, de hablarse, de vivir juntos, sería necesario enviar sobre el terreno una así llamada «fuerza amiga», capaz de decir a unos y a otros: «Quedaos en vuestra casa por un mes, sin atacaros mutuamente; después, nos sentaremos en una mesa para negociar». Creo que es necesario tratar de hacer algo, pues de lo contrario será la catástrofe.
–El dossier de Irak también sigue abierto, obviamente…
–Monseñor Tauran: Sí, obviamente el dossier de Irak sigue abierto, pues Irak es un país miembro de las Naciones Unidas, por tanto, un país soberano que tiene derecho a la misma dignidad, a la misma soberanía y a la misma libertad que el resto de los Estados miembros de la ONU. Por este motivo, es necesario hacer todo lo posible para que el pueblo iraquí pueda contar con las condiciones para escoger a sus propios dirigentes, su propio sistema político, de manera que todos y cada uno se sientan parte de un proyecto de sociedad.
–Este jueves, Juan Pablo II celebra su jubileo de pontificado. ¿Qué balance puede hacer de estos veinticinco años?
–Monseñor Tauran: Creo que en estos años el Papa se ha convertido en «la referencia» moral del mundo. Basta ver la lista de personalidades que vienen ha visitarle. Creo que el secreto de su carisma, de la grandeza de este pontificado, está en definitiva en la fe del Santo Padre. Sería totalmente equivocado imaginarle sentado en su oficina, elaborando con la ayuda de un atlas geográfico y de voluminosos informes, una «estrategia vaticana». No. Las grandes decisiones de este pontificado se han tomado siempre de rodillas, ante el sagrario de su capilla privada, y yo he sido testigo en más de una ocasión. Ahí está la clave, desde mi punto de vista, para entender correctamente la irradiación de este pontificado fuera de lo normal.