MANILA, 27 octubre 2003 (ZENIT.org).- La realidad de que los santuarios católicos en Asia sean con frecuencia meta de peregrinación incluso de no cristianos ha sido uno de los motores del primer encuentro asiático de rectores de Santuarios, celebrado en la capital filipina del 21 al 25 de octubre pasado.
«El Santuario: lugar de acogida y de encuentro» ha sido el lema de esta cita organizada por el Consejo Pontificio para la Pastoral de Emigrantes e Itinerantes (CPMI) junto a la Comisión para la Pastoral de la Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal de Filipinas (ECMI-CBCP).
«La convocatoria de este Primer Congreso de Rectores de Santuarios de Asia obedece al deseo de poner en práctica la exhortación del Santo Padre Juan Pablo II de reforzar los vínculos de colaboración entre las diversas Iglesias de Asia», afirma el texto de la intervención del arzobispo Agostino Marchetto.
Secretario del CPMI, monseñor Marchetto no pudo estar presente en Manila al encontrarse en el Vaticano durante la celebración del Consistorio en el que el Papa creó cardenal al presidente del CPMI, monseñor Stephen Fumio Hamao.
«En un mundo en cuyo diseño la movilidad juega un papel tan importante, la Iglesia está llamada a proclamar el Evangelio de Cristo en una sociedad donde las culturas, las etnias y las religiones entran en continuo diálogo también con no pocas tensiones», constata el texto del arzobispo Marchetto leído en la apertura de los trabajos y difundido por Fides.
De ahí que los Santuarios «en Asia, pero también en Europa o en América, de forma creciente» sean «uno de los lugares donde puede experimentarse de un modo más inmediato la convivencia entre religiones».
Y es que, de acuerdo con el prelado, «los Santuarios son escogidos como un lugar que puede propiciar la vivencia religiosa de personas de religiones diferentes».
Por otro lado, la peregrinación, entendida como «signo del estado de los discípulos de Cristo en este mundo», «abre un inmenso abanico de posibilidades a la acción pastoral y evangelizadora, a la construcción de las comunidades eclesiales y a la presencia renovadora de estas comunidades, aún en minoría, en los pueblos de Asia».
«El Santuario y las peregrinaciones –advirtió el prelado– deben tener en consideración la realidad social y cultural en que se encuentran y no deben pues olvidar el triple diálogo en que la Iglesia asiática está comprometida: con las religiones, con las culturas y con los pobres».
Haciendo referencia a los numerosos documentos que han tratado este tema, monseñor Marchetto subrayó la imagen más adecuada para definir los Santuarios en Asia: «lugares de oración, fuentes de donde mana la vida, porque en ellos la comunidad cristiana celebra y vive su unión con la Trinidad en la participación íntima en la Pascua de Cristo».
El Santuario debe ser «imagen de acogida de Dios», lugar en el que cada uno pueda experimentar «la acogida que el Padre ofrece a todos en Cristo, su Hijo unigénito, para que en el don de su Espíritu vivan la comunión entre hermanos, sean testimonios de la salvación y colaboren en la construcción de un mundo de paz y solidaridad», recalcó monseñor Marchetto.