Intervenciones ante el Sínodo en la mañana del 11 de octubre, decimotercera congregación general

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 11 octubre 2005 (ZENIT.org).- Publicamos el resumen que ha distribuido la Secretaría del Sínodo de los Obispos de las intervenciones de los padres sinodales que tomaron la palabra en la mañana del martes, 11 de octubre, durante la decimotercera congregación general de la asamblea.

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– S. Em. R. Card. Angelo SODANO, Segretario de Estado (CIUDAD DEL VATICANO)
– S. Em. R. Mons. Czeslaw KOZON, Obispo de København (Copenague, DINAMARCA)
– S. B. R. Michel SABBAH, Patriarca de Jerusalén de los Latinos, Presidente de la Conferencia Episcopal (NACIONES ÁRABES (C.E.L.R.A.)
– S. Em. R. Card. Vinko PULJIĆ, Arzobispo de Vrhbosna, Sarajevo, Presidente de la Conferencia Episcopal (BOSNIA-HERZEGOVINA)
– Rev.do Julián CARRÓN, Presidente de la Fraternitad de Comunión y Liberación (ESPAÑA)
– S. Em. R. Mons. Carmelo Dominador F. MORELOS, Arzobispo de Zamboanga (FILIPINAS)
– S. Em. R. Mons. António Augusto DOS SANTOS MARTO, Obispo de Viseu (PORTUGAL)
– S. Em. R. Mons. Jean-Claude MAKAYA LOEMBE, Obispo de Pointe-Noire (REPÚBLICA DEL CONGO)
– S. Em. R. Card. Renato Raffaele MARTINO, Presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz (CIUDAD DEL VATICANO)
– S. Em. R. Mons. Antun ŠKVORČEVIĆ, Obispo de Požega (CROACIA)
– S. Em. R. Mons. Diarmuid MARTIN, Arzobispo de Dublín (IRLANDA)
– S. Em. R. Mons. Frédéric RUBWEJANGA, Obispo de Kibungo (Kibungo, RUANDA)
– S. Em. R. Mons. Wilton Daniel GREGORY, Arzobispo de Atlanta (ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA)
– S. Em. R. Mons. Edward Gabriel RISI, O.M.I., Obispo de Keimoes-Upington (SUDÁFRICA)
– S. Em. R. Mons. Paul Mandla KHUMALO, C.M.M., Obispo de Witbank (SUDÁFRICA)
Episcopal (LIBERIA)
– S. Em. R. Mons. Lewis ZEIGLER, Obispo de Gbarnga, Presidente de la Conferencia Episcopal (LIBERIA)
– S. Em. R. Mons. Stanislav ZVOLENSKÝ, Obispo titular de Novasinna, Obispo auxiliar de Bratislava-Trnava (ESLOVAQUIA)
– S. Em. R. Mons. Prakash MALLAVARAPU, Obispo de Vijayawada (INDIA)
– Revmo. P. Carlos Alfonso AZPIROZ COSTA, O.P., Maestro General de los Frailes Predicadores
– S. Em. R. Mons. Gabriel MBILINGI, C.S.Sp., Obispo de Lwena (ANGOLA)
– S. Em. R. Mons. Leon MAŁY, Obispo titular de Tabunia, Obispo auxiliar de Lviv de los Latinos (UCRANIA)
– S. Em. R. Card. Peter Kodwo Appiah TURKSON, Arzobispo de Cape Coast (GHANA)
– S. Em. R. Mons. Thomas SAVUNDARANAYAGAM, Obispo de Jaffna (SRI LANKA)

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– S. Em. R. Card. Angelo SODANO, Segretario de Estado (CIUDAD DEL VATICANO)

El documento de trabajo de nuestra Asamblea, en el Nº 85, nos ha invitado a reflexionar sobre la relación entre Eucaristía y unidad eclesial. Numerosos Padres ya han intervenido sobre tan importante argumento, subrayando sus diversos aspectos.
Por mi parte, quisiera poner en evidencia, en primer lugar, que toda la liturgia eucarística nos lleva a consolidar entre nosotros los vínculos de unidad. Importante es, para esto, la oración del Papa, presente en cada Santa Misa. Importante es la oración del Obispo, Pastor de la Iglesia particular donde se celebra la Eucaristía. Importante es el abrazo de paz entre los presentes, para curar todas las eventuales heridas a la unidad que pueden existir en las comunidades locales. Y, frecuentemente hay muchas divisiones también entre nosotros, ministros del Señor, en los mismos institutos religiosos, en las diócesis con diversos grupos étnicos. La Eucaristía siempre es una invitación a la unidad de todos los discípulos de Cristo; más aún, es siempre un agente de unidad a causa de la gracia unificante que nos comunica.
Problema delicado es, en vez, la actitud que debemos tener hacia nuestros hermanos separados, que desean participar de la Eucaristía celebrada en nuestra Santa Iglesia. He escuchado aquí distintas consideraciones al respecto. Por mi parte, sin embargo, quisiera recordar que, para favorecer la unidad con los hermanos separados, no debemos dividirnos entre nosotros. Y el camino seguro para no dividirnos es la fidelidad a la disciplina vigente en la Iglesia.
A tal propósito, la disciplina es clara: basta leer la última Encíclica del difunto Papa Juan Pablo II “Ecclesia de Eucharistia”. Allí hay todo un capítulo sobre la Eucaristía y la comunión eclesial.
En el Nº 44, por ejemplo, se lee:
“Precisamente porque la unidad de la Iglesia, que la Eucaristía realiza mediante el sacrificio y la comunión en el cuerpo y la sangre del Señor, exige inderogablemente la completa comunión en los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y del gobierno eclesiástico, no es posible concelebrar la misma liturgia eucarística hasta que no se restablezca la integridad de dichos vínculos. Una concelebración sin estas condiciones no sería un medio válido, y podría revelarse más bien un obstáculo a la consecución de la plena comunión, encubriendo el sentido de la distancia que queda hasta llegar a la meta e introduciendo o respaldando ambigüedades sobre una u otra verdad de fe. El camino hacia la plena unidad no puede hacerse si no es en la verdad. En este punto, la prohibición contenida en la ley de la Iglesia no deja espacio a incertidumbres. en obediencia a la norma moral proclamada por el Concilio Vaticano II.
De todos modos, quisiera reiterar lo que añadía en la Carta encíclica Ut unum sint, tras haber afirmado la imposibilidad de compartir la Eucaristía: « Sin embargo, tenemos el ardiente deseo de celebrar juntos la única Eucaristía del Señor, y este deseo es ya una alabanza común, una misma imploración. Juntos nos dirigimos al Padre y lo hacemos cada vez más “con un mismo corazón”»”.
En el Nº 45, luego, la misma Encíclica recuerda:
“Si en ningún caso es legítima la concelebración si falta la plena comunión, no ocurre lo mismo con respecto a la administración de la Eucaristía, en circunstancias especiales, a personas pertenecientes a Iglesias o a Comunidades eclesiales que no están en plena comunión con la Iglesia católica. En efecto, en este caso el objetivo es satisfacer una grave necesidad espiritual para la salvación eterna de los fieles, singularmente considerados, pero no realizar una intercomunión, que no es posible mientras no se hayan restablecido del todo los vínculos visibles de la comunión eclesial”.
En este pasaje de la Encíclica el Magisterio pontificio usa el término intercomunión, que ciertamente debe ser explicado, pero que, si es bien entendido, puede hacer comprender el carácter extraordinario de la comunión dada a quien no es católico.
Nuestro Instrumentum Laboris ha resuelto el caso poniendo entre comillas el término “intercomunión” al final del Nº 86!.
Como conclusión , quisiera decir que la fidelidad a la disciplina de la Iglesia también acerca de tan delicado punto es una garantía de unidad entre nosotros, en espera que se realice la oración de Cristo: “Ut unum sint” (Jn 17,21).

[Texto original: italiano]

– S. Em. R. Mons. Czeslaw KOZON, Obispo de København (Copenague, DINAMARCA)

Los países de la Conferencia Episcopal nórdica constituyen un territorio de diáspora muy extenso, con unos 200.000 católicos esparcidos en los varios países, con mayor concentración en Suecia, Noruega y Dinamarca. Los países son en sí prevalecientemente luteranos, aunque han sido secularizados en distinta medida.
Uno de los desafíos principales es el de las importantes distancias geográficas. No obstante, en la mayoría de las parroquias es posible celebrar la Eucaristía todos los domingos, con una participación de un 20-30 por ciento de los fieles. Aunque el número de los sacerdotes es relativamente elevado respecto del número de los creyentes, es el mínimo que exigen las largas distancias.
En estas condiciones extraordinarias, los pastores y los fieles del norte viven las mismas experiencias descriptas por otros muchos países de Europa septentrional y occidental.
La celebración eucarística dominical sigue siendo la manifestación litúrgica central, pero muy a menudo es también la única que ve a las personas reunidas en la iglesia. En algunos lugares, son muchas las personas que asisten a la Misa en los días de trabajo, mientras el interés en la adoración eucarísti
ca está creciendo paulatinamente.
En lo que a celebración litúrgica se refiere, las expectativas de los fieles son lo suficientemente elevadas, y ellos saben apreciar una liturgia bien preparada y ejecutada. La participación de los fieles en la preparación y realización de las celebraciones litúrgicas es muy grande en algunos lugares. Sin embargo se precisan más oportunidades de formación y más propuestas de cursos de profundización en el conocimiento y el sentido de la liturgia. La mayor parte de las personas tiene una comprensión auténtica de la Eucaristía, pero hace falta destacar y profundizar cada vez más, por medio de la catequesis, el aspecto del misterio y el carácter sacrificial de la Santa Misa. También los católicos de los países nórdicos tienen que afrontar el desafío de unir la fe a la vida para que la participación en la Eucaristía los conduzca a una vida comprometida en la Iglesia y en la sociedad. Además, la práctica de la confesión también deja mucho que desear, pero no se han comprobado abusos litúrgicos de interés.
Los fieles piden ser escuchados y tenidos en cuenta en muchas ocasiones, pero su respeto por el clero es grande y sencillo. La actividad de los colaboradores laicos, incluso durante la celebración, no lleva a que los papeles de laicos y clérigos se confundan.
Desde el punto de vista ecuménico, a pesar de un clima generalmente positivo, la Iglesia católica percibe una incomprensión acrecentada sobre el tema de la intercomunión. El punto de vista católico, a ese respecto, es considerado superado por los otros cristianos, y tal opinión es compartida lamentablemente también por algunos católicos.
Además, quisiéramos recordar la situación dolorosa de muchos católicos divorciados y casados nuevamente que no pueden participar en la Comunión.
A pesar de estos desafíos y de estos problemas, la Eucaristía en el Norte se celebra como una fiesta de la fe, que reúne a las comunidades, y es un elemento fuerte que constituye la Iglesia.

[Texto original: alemán]

– S. B. R. Michel SABBAH, Patriarca de Jerusalén de los Latinos, Presidente de la Conferencia Episcopal (NACIONES ÁRABES (C.E.L.R.A.)

En Jerusalén se instituyó la Eucaristía, en Jerusalén tuvo lugar todo el misterio de la redención. Hoy la Eucaristía, la presencia real, está en todos los santuarios, en todas las iglesias parroquiales, en las ciudades y las aldeas. Pero en el Cenáculo, y precisamente allí, desde hace siglos no existe la presencia eucarística.
Además, hoy y desde hace muchos años, la tierra santa es tierra de conflicto, odio, muerte, sangre derramada y dignidad vulnerada. Y al mismo tiempo está en busca de la paz y de Dios, única fuente de la paz verdadera. Mientras tanto, el poder arbitrario del hombre ejerce la violencia contra sí mismo y contra su prójimo, transformando la tierra de Dios en tierra hecha solamente por hombres.
Por eso, mi intervención se propone tratar un aspecto de la dimensión social de la Eucaristía (Instrumentum laboris, n. 79). La Eucaristía es alimento del alma, fuente y fuerza de una presencia cristiana activa en la sociedad.
Por ende, es necesaria una reeducación en la Eucaristía, para decir a los cristianos de la Tierra Santa que la adoración, la Misa, la comunión no son un ejercicio de piedad, sino una vida de comunión con la parroquia y, además de la parroquia, con toda la ciudad o la aldea, y con todo el país. Una reeducación que libere al cristiano de su complejo de inferioridad por el hecho de formar parte de una minoría reducida, y que lo lleve desde una piedad que vive como refugio a otra que lo empuje a ser misionero. Se necesitan adoradores que vayan al mundo, para contribuir a su edificación, para convertirse en constructores y no vivir en él como débiles llenos de recriminaciones y quejas o como una minoría en busca de protección.
Mediante la Eucaristía y la adoración, los cristianos alcanzan la “estatura de Cristo” y en cuanto adoradores auténticos ocupan un lugar que nadie podría otorgarles nunca. El cristiano, con su adoración y su fe en la presencia real, hace que Dios esté presente en su sociedad y en situaciones de conflicto. Con la presencia de Dios, todos – grandes y pequeños, fuertes y débiles tendrán relaciones de igualdad como personas humanas, todos igualmente objetos del amor de Dios, creador y redentor, y todos juntos volverán a encontrar los caminos que conducen a la paz y la reconciliación.

[Texto original: francés]

– S. Em. R. Card. Vinko PULJIĆ, Arzobispo de Vrhbosna, Sarajevo, Presidente de la Conferencia Episcopal (BOSNIA-HERZEGOVINA)

Este Sínodo de los Obispos podría contribuir a la renovación de la fe, del conocimiento, de la responsabilidad y del respeto a la dignísima celebración de la Eucaristía.
Frente a nosotros está el dinamismo de la vida, en el que se desenvuelve el proceso de la educación de la persona individual y de las comunidades en los distintos niveles de la vida cotidiana.
Lo planteo con algunas preguntas:
1. Sacerdotes como sujetos de la celebración de la Eucaristía
Si con frecuencia parece que muchos de nuestros sacerdotes están cansados, sin entusiasmo por el propio servicio, ¿cómo pueden los jóvenes, al elegir el propio camino en la vida, apasionarse por la vocación sacerdotal cuando, frecuentemente encuentran cansados, desganados y aburridos a sus párrocos?
¿Por qué motivo se debe celebrar la Santa Misa más de tres veces al día? No se debería forzar la naturaleza humana. ¿Cómo puede el sacerdote celebrar más de tres misas al día y permanecer siempre fresco y concentrado en lo que sucede delante de sus ojos? Sería un peligro que todo se convirtiera en una trabajo cotidiano como el de la oficina o la empresa.
Pasan los días y los años en el servicio sacerdotal sin frutos ni resultados respetables. ¿Dónde están los frutos? Me parece que el sacerdote con frecuencia se encuentra en peligro. Viviendo cotidianamente con los otros hombres de este milenio en el proceso de secularización, materialismo, consumismo, etc., se pierde también el sentido de lo sagrado.
2.Hoy los valores están confundidos. El sentido de lo sagrado se ha oscurecido y el sentido del pecado se ha relativizado.¿Qué significa hoy el pecado para las nuevas generaciones?
El silencio eucarístico para los sacerdotes -pero no sólo para él-, es algo extraordinario para
poder interiorizarse con todos los actos y gestos sagrados.
Es necesario prepararse para la Eucaristía. Sólo con la dignidad de los actos sagrados y con la espiritualidad profunda del misterio de la Eucaristía, ésta puede producir sus frutos.
La Eucaristía es también agradecimiento por la divina mesa, por la divina comunicación entre el Creador y la criatura. Por lo tanto con la Eucaristía nutrimos nuestra vida espiritual. Profundo deseo personal y prontitud para recibir a Dios mismo, preparación para el santo misterio y al final, agradecimiento por la oportunidad de celebrar los santos misterios de la Eucaristía, son los valores que el sacerdote debería adquirir para realizarse a sí mismo y para transmitir los frutos de la Eucaristía a quienes le son confiados y que buscan a Dios en la Eucaristía.
3. Palabra Divina
“Si pues, al presentar tu ofrenda en el altar, te recuerdas entonces de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano” (Mt 5, 23-24). ¿Cómo pueden celebrar con dignidad los sagrados misterios de la Eucaristía los hombres que cultivan la envidia, el odio hacia sus vecinos? Sin perdón y paz no hay fruto de la Eucaristía y ésta no se puede celebrar dignamente.
4. Luego, como puede el cristiano ir a la mesa del Señor si comete injusticias.
Le he preguntado a un católico que es un diplomático de la Unión Europea en mi país: ¿cómo puedes recibir el Cuerpo de Cristo si te comportas mal con la pequeña y pobre gente? El me respondió: para ganar di
nero.
5. Vocación sacerdotal
Jesús nos ha mandado que recemos por las vocaciones. En la familia en la que se reza y se adora nacen vocaciones al sacerdocio. La necesidad y los valores del sacerdocio nacen en la propia familia. Que la Iglesia doméstica sea la primera escuela de las vocaciones, pero también el templo donde se custodia el amor por la Eucaristía. En muchachos que valoran la Eucaristía germinan vocaciones sacerdotales.

[Texto original: italiano]

– Rev.do Julián CARRÓN, Presidente de la Fraternitad de Comunión y Liberación (ESPAÑA)

La situación del hombre contemporáneo está plagada de complicaciones, pero ninguna consigue arrancar la espera del corazón. El hombre de hoy tomará en serio la propuesta cristiana, si la percibe como respuesta significativa al grito de su necesidad humana.
1.»Tanto amó Dios al mundo que envió su Hijo único» (Jn 3,16). El culmen de esta gratuita iniciativa del Padre lo constituye la muerte y la resurrección de Cristo, a través de las cuales Cristo reconcilió a los hombres con Dios, haciendo posible la verdadera comunión con Él.
A través de la acción eucarística, memorial perpetuo de su amor, Cristo mismo se hace contemporáneo y nos apremia «a no vivir ya para nosotros mismos sino para aquel que murió y resucitó por nosotros» (Cf. ICor 5,14-15). El hombre que acoge con fe el don del Cuerpo y la Sangre del Señor se convierte en criatura nueva (2Cor 5,17) y forma parte de una unidad única (Gál 3,28), que brota de participar en el mismo pan (1 Cor 10,17).
2. «La Eucaristía -ha dicho don Giussani- es la suprema confirmación del método que Dios ha establecido con su criatura: hacerse presente dentro de un signo visible y tangible, y por ello experimentable». Según su naturaleza sacramental la Iglesia incide en la historia porque suscita y educa personas que se dejan implicar en la novedad de vida de Cristo y por ello la pueden comunicar a sus hermanos los hombres.
3. Ante el desafío de nuestro tiempo, resulta indispensable el sacramento de la Eucaristía en toda la eficacia de sus frutos de verdadera comunión y de humanidad nueva. Así podrá resplandecer la luz de Cristo en sus testigos, para que los hombres de nuestros días encuentren motivos de creer y de esperar que se cumplirán las promesas inscritas en lo profundo de sus corazones, manifestadas y realizadas plenamente en la entrega eucarística de Cristo.

[Texto original: español]

– S. Em. R. Mons. Carmelo Dominador F. MORELOS, Arzobispo de Zamboanga (FILIPINAS)

En el Extremo Oriente, con excepción de Filipinas y Timor Oriental, el número de los católicos es inferior al de los fieles de otras creencias religiosas. En Filipinas la proclamación de Cristo está amenazada por el secularismo vil y las consecuencias negativas de la globalización.
En su mayoría, las personas que viven en esta parte de mundo pueden contemplar el rostro de Cristo sólo en el testimonio de vida de la comunidad. El Cristo que les presentamos es la vida que ellos ven. En la celebración de la Eucaristía declaramos solemnemente nuestra buena voluntad de dar testimonio de Cristo, agradecer a Dios por esta oportunidad extraordinaria de ser nosotros mismos “eucaristía”. Un cristiano verdadero reza y alaba a Dios no solo después de un momento crítico. Agradece a Dios durante la crisis, desde el momento mismo en que lleva su cruz. En nuestras Iglesias, el llamado al testimonio de fe se manifiesta cada vez más en la formación de Comunidades Eucarísticas, las Comunidades Eclesiales de Base. Éstas son pequeñas comunidades de cristianos que se reúnen alrededor de la Palabra y la Eucaristía. Esta vida en la gracia de la Eucaristía es la “garantía de una auténtica comunión eclesial, y la fuente de la vida moral caracterizada por las buenas obras”. La unidad que resulta de esto, fundada en el amor, se cumple en el amor y en el servicio de quienes se encuentran en la comunidad, especialmente los más desfavorecidos.
Mejor catequesis, más responsabilidad a los laicos, crecimiento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y compromiso en favor de la paz y la justicia son signos innegables del vigor de una comunidad centrada en la Eucaristía. Cuando una Eucaristía dominical se dedica a los niños con una celebración original no sólo representa un válido fundamento para la vida de fe de esos niños, sino que ellos mismos, a su vez, llevan la fe a la casa, a sus padres.

[Texto original: inglés]

– S. Em. R. Mons. António Augusto DOS SANTOS MARTO, Obispo de Viseu (PORTUGAL)

1.Una urgencia Eucarística
El declive de la asistencia a la Misa dominical es un indicador de la debilitación de la fe en la Eucarística. Por ello se puede hablar de una “urgencia eucarística no derivada de una incertidumbre de las fórmulas, sino porque la actual praxis eucarística necesita de una nueva expresión de amor hacia Cristo” (Lineamenta).
2. La vía de la Belleza
¿Como se podría avivar el asombro eucarístico, es decir, el sentido de la maravilla ante el misterio de la Eucarística si no se consigue descubrir su belleza? En la cultura posmoderna, dominada por el relativismo en lo que se refiere a la verdad y al bien, pero todavía fascinada por la estética, la belleza es efectivamente una vía o una puerta para descubrir la Eucarística cual misterio de belleza. Efectivamente, la Eucarística es el más alto icono de la belleza de Dios revelada en Cristo, porque es la presencia real del “más bello entre los hijos de los hombres” (Ps. 45, 3) en la totalidad de su presencia de resucitado y en la plenitud de su misterio: la belleza del amor que se nos da, que nos redime y transfigura, nos revela la mirada del Padre que, de manera permanente, nos crea y hace buenos y bellos. Utilizando las palabras de Su Santidad, esto no es sólo un problema de la teología, sino de la pastoral que debería ofrecer al hombre actual el encuentro con la belleza de la fe.
3. Eucarística y Evangelización
Todo esto implica un proyecto de evangelización de amplio alcance contemplativo y misionero, que brota de la Eucaristía, para el que considero esenciales los siguientes puntos:
a) Mostrar la relación existente entre la Eucarística y las aspiraciones profundas del corazón del hombre contemporáneo;
b) Partir de nuevo de Cristo, orientándonos hacia el corazón de la fe a través del primer anuncio;
c) Promover la calidad y la belleza de la celebración eucarística como momento privilegiado de evangelización de tipo mistagógico;
d) La Eucarística también es para el mundo. La asamblea eucarística, más que un testimonio público de la fe, es también portadora de una cultura eucarística, de actitudes y comportamientos personales y sociales: la experiencia de la fraternidad, el espíritu de reconciliación y de paz, el deseo de compartir y ser solidarios, la fuerza de la esperanza, la dimensión festiva de la vida… Son comportamientos humanos que configuran una espiritualidad eucarística, contribución indispensable para construir la civilización de la Belleza y del Amor.

[Texto original: italiano]

– S. Em. R. Mons. Jean-Claude MAKAYA LOEMBE, Obispo de Pointe-Noire (REPÚBLICA DEL CONGO)

Desde 1992 los jóvenes de África Central viven con sufrimiento la fragmentación de las estructuras sociales, garantes de su educación, y el hecho de que, en sus países, la región y la etnia se han convertido en pretextos para replegarse en sí mismos y excluir a los demás. Ante el derrumbamiento de sus países a causa de la violencia y la delincuencia de muchos adultos, cierto número de jóvenes se ha abandonado a la droga, al alcohol, a la prostitución, a la violencia… La consecuencia evidente entre los jóvenes es la pérdida de los puntos de referencia morales y espirituales. Es por ello que numerosos jóvenes se han dirigido a las sectas, donde esperan encontrar soluciones fáciles para sus problemas materiales y espirituales.
Como afirma el Instru
mentum Laboris en el nº 79, los jóvenes necesitan “construir una sociedad donde prevalgan la comunión, la solidariedad, la libertad, el respeto por las personas, la esperanza y la confianza en Dios”.
En nuestra Conferencia Episcopal del Congo, pensamos que la espiritualidad eucarística es una fuente de energía que los jóvenes no pueden encontrar en los recorridos espirituales que les proponen las iglesias llamadas “del despertar” o las sectas.
En consecuencia, al comprender que la espiritualidad eucarística responde a la cultura de la vida, nuestros jóvenes pueden aprender a reflexionar serenamente sobre las relaciones entre chicos y chicas, sobre su sexualidad y sus exigencias.
Nuestros jóvenes son capaces de vivir una relación profunda con Cristo en un ímpetu de adoración y vivir los frutos obtenidos acogiendo la presencia de Cristo.
Esperamos que el Sínodo reserve un párrafo para dar algunas indicaciones precisas sobre esta espiritualidad eucarística, que los jóvenes ya han podido saborear en el tema tratado durante la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia “Hemos venido a adorarle”.

[Texto original: francés]

– S. Em. R. Card. Renato Raffaele MARTINO, Presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz (CIUDAD DEL VATICANO)

En este Sínodo, considero que se debería profundizar el fuerte vínculo entre Eucaristía y caridad, poniendo en evidencia todas las enormes potencialidades que encierra, para dar sentido y espesor al testimonio cristiano en el ámbito de las realidades sociales y políticas de nuestro tiempo. Me refiero, especialmente, a la dramática situación de extrema pobreza que atenaza millones y millones de hombres y mujeres, y pueblos enteros, a pesar de que la riqueza sigue creciendo en nuestro planeta globalizado, situación que asume, hoy en día, proporciones de una verdadero asunto social de alcance mundial.
En este contexto, hay que reservar una atención especial a la relación entre Eucaristía y uso de los bienes de la tierra, que la Iglesia considera como originalmente destinados a todos. Resaltar la relación entre Eucaristía y caridad social y política no significa evidentemente proponer indebidas politizaciones de nuestras Eucaristías, sino más bien favorecer la plena verdad del misterio eucarístico en toda su inagotable riqueza, capaz de inspirar y promover también la dimensión social y política de la caridad.
En esta misma línea se coloca la problemática acerca de la relación entre Eucaristía y paz, que tan incisivamente ha puesto de relieve el queridísimo difunto Juan Pablo II en la Mane Nobiscum, Domine: «La imagen lacerante de nuestro mundo, que ha comenzado el nuevo Milenio con el espectro del terrorismo y la tragedia de la guerra, interpela más que nunca a los cristianos a vivir la Eucaristía como una gran escuela de paz», al abrigo, sin embargo, de indebidas ingerencias mundano-políticas.
Me permito sugerir que, en vista de la actualidad de estos temas, este Sínodo podría proponer al Santo Padre hacer pública una intervención orgánica, fruto de su alto magisterio, sobre temas nuevos relativos a la paz en la caridad, la militancia por la paz, la justa relación entre Eucaristía y paz, la espiritualidad de la paz.

[Texto original: italiano]

– S. Em. R. Mons. Antun ŠKVORČEVIĆ, Obispo de Požega (CROACIA)

El privilegio que el pueblo croata ha gozado durante más de un milenio, con el permiso de la Santa Sede, de celebrar la santa misa con el rito latino, pero siempre en su lengua, ha contribuido mucho al hecho de que los padres en el Concilio Vaticano II aceptasen la celebración de la liturgia latina en las lenguas nacionales. Dicho privilegio, además, ha ayudado a la participación activa de los fieles en la liturgia y ha impulsado una fructuosa profundización de las relaciones entre el pueblo croata y el Sucesor de Pedro, así como entre la Iglesia del mismo pueblo y la Iglesia universal, de su unidad en la diversidad.
En base a esta experiencia histórica, los católicos croatas han aceptado con entusiasmo la renovación de la liturgia después del Concilio Vaticano II, puesto que no conocen esa nostalgia por la liturgia en lengua latina, que ha creado serios problemas en ciertos ambientes católicos europeos, aún sin resolver en el día de hoy.
El proceso de preparación de los nuevos libros litúrgicos en las lenguas vernáculas no es un trabajo puramente técnico. Las Conferencias Episcopales, con sus expertos y especialistas, se esfuerzan en preparar el texto litúrgico, enviándolo en segunda instancia para su examen a la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los Sacramentos, impulsando de este modo la comunión entre las Iglesias particulares y la Sede Apostólica de Roma, o la Iglesia universal, la cual encuentra su cumbre en las celebraciones eucarísticas. Cuando el citado Dicasterio no cuenta con el suficiente número de expertos competentes, especialmente para las lenguas de los pueblos menos numerosos, como el croata, es necesario intensificar la colaboración con las Conferencias episcopales, para evitar problemas con las Iglesias particulares y reproches de un centralismo en la elaboración de los textos litúrgicos.
En lo que respecta a las normas litúrgicas, éstas sirven para el rito-celebración, y el rito lleva al Misterio en el que se entra mediante la fe; por ello se debe corregir cualquier abuso en la liturgia. Por otra parte, hay normas que no tienen el mismo significado mencionado. Es necesario examinar si todas son necesarias y factibles.

[Texto original: italiano]

– S. Em. R. Mons. Diarmuid MARTIN, Arzobispo de Dublín (IRLANDA)

La Eucaristía constituye una fuerza importante para hacer frente a los orígenes profundos de la falta de esperanza de hoy día. Entre los efectos más insidiosos de la creciente secularización, uno es que mina la esperanza, ya que sus horizontes son demasiado estrechos para abrazar una visión universal y completa. La falta de esperanza está originada por la dificultad de obtener justicia en nuestro mundo y la certeza de que nuestros esfuerzos humanos nos permiten alcanzar sólo una pequeña parte de ella.
En un mundo caracterizado por muchas preocupaciones, la Eucaristía es un signo y un mensaje de esperanza. Los cristianos que celebran la Eucaristía saben que los valores del mundo actual no son los que duran eternamente.
La Eucaristía es la presencia de Jesús en la historia, en la historia de la salvación y en la evolución continua de la historia humana mientras camina hacia su cumplimiento en Jesucristo que “regresará”. Celebramos la muerte y la resurrección de Jesucristo en medio de las realidades de este mundo en la espera de su regreso en la gloria.
Reconocemos la Eucaristía como “prenda de gloria futura”, sabiendo que nuestra comunión con el Señor en la Eucaristía es un mensaje de nuestro encuentro y de nuestra comunión final con Él. La Eucaristía abre al futuro y lo anticipa.
En una sociedad caracterizada por una creciente secularización es necesario dejar más espacio, en nuestra catequesis y en nuestras parroquias, a la formación en la fe. En muchas de nuestras comunidades, hoy, no podemos seguir dando por supuesta la fe. La semilla de la fe necesita alimento, no sólo en los primeros años de la vida del cristiano a través de la catequesis tradicional de los jóvenes, sino en cada etapa de la vida. La rapidez de los cambios sociales implica que se necesita cada vez más urgentemente una formación en la fe de los adultos, para acompañarlos mientras intentan, día tras día y año tras año, vivir su compromiso cristiano en un mundo que cambia.
El laico lleno del espíritu eucarístico estará presente en las realidades del mundo secularizado con la capacidad de mirar hacia los valores permanentes y de indicar los cimientos de una esperanza que surge del reconocimiento de la Eucaristía como revelación y presencia entre nosotros del amor gratuito de Dios en Jesucristo, que se entre
gó por todos nosotros.

[Texto original: inglés]

– S. Em. R. Mons. Frédéric RUBWEJANGA, Obispo de Kibungo (Kibungo, RUANDA)

Quisiera sólo subrayar el hecho, tan a menudo recordado, de que la cultura posmoderna secularizada se niega a mirar a la cara y a integrar en su visión del mundo la experiencia cotidiana del sufrimiento y de la muerte.
Estas dos realidades se ocultan con los descubrimientos técnicos extraordinarios de los que el hombre se vanagloria, pero resisten a ese tipo de trato superficial.
La misma experiencia de sufrimiento y de muerte, el hombre menos avanzado tecnológicamente la vive de manera diferente; éste la acepta como una realidad, a veces incluso como una fatalidad. El Concilio Vaticano II habla de un desequilibrio que, en última instancia, se explica por el pecado del hombre.
La Eucaristía, entendida como actualización del sacrificio de la Cruz, es el remedio más indicado para este pecado y la mentalidad del que surge. En estas condiciones, no podemos celebrar tranquilamente la muerte salvífica de Jesús sin dejarnos afectar por las situaciones dramáticas de tantos hombres y mujeres.
El Misterio pascual que el sacramento de la Eucaristía nos hace vivir intensamente deberían sensibilizarnos continuamente con las miserias de los demás. Se ha citado aquí la pregunta de san Juan Crisóstomo que nos muestra lo paradójico que es cuidar del Cuerpo de Cristo adornando el altar, pero dejando de lado el cuidado de los pobres. Habría que hacer lo uno sin olvidar lo otro.
Hace once años, exactamente en 1994, la Iglesia de Ruanda y el pueblo ruandés conocieron el genocidio y unas masacres inauditas. Los medios de comunicación difundieron estos sucesos y el mundo se conmovió. Nos hemos beneficiado con creces de la ayuda de la Santa Sede, de Caritas internacional y de las Caritas de las iglesias hermanas del norte. Estamos profundamente agradecidos. Se apreció especialmente la intervención valiente y pertinente del Papa Juan Pablo II. El Papa fue el primero en dar la alarma, para llamar las cosas por su nombre y denunciar abiertamente el genocidio que se estaba cometiendo. La Comunidad internacional dudaba en hablar de genocidio para no tener que intervenir. En esta intervención del Papa Juan Pablo II tenemos un modelo de sensibilidad eclesial que la celebración eucarística debería empujarnos a imitar.
Por otro lado, algunas personas han sido asesinadas en nuestras iglesias.
Tras un tiempo de consternación, había que volver a celebrar la Eucaristía en estas iglesias profanadas. Pero se elevaron voces para oponerse; ya que, decían, esos lugares recordaban cosas horribles.
Con la debida delicadeza, nosotros, los responsables, guiamos a los fieles para que comprendieran que la celebración eucarística, lejos de infringir el luto, lo sostenía y lo iluminaba. Pues, en la celebración de la muerte del Inocente Jesús, nos uníamos al drama de la muerte de esos inocentes.
Esas celebraciones eucarísticas se retomaron progresivamente y hoy son más importantes que antes del genocidio. Ha habido ciertas defecciones, y los desafíos no faltan, especialmente el de la reconciliación, pero la gran mayoría de los supervivientes del drama nacional ha entendido, mejor que nunca, la necesidad del sacramento de la Eucaristía, que reúne y sella los lazos de fraternidad que se habían roto. Entre los signos prometedores, está el aumento de la devoción a Nuestra Señora de KIBEHO, donde hace cuatro años las apariciones fueron reconocidas por el obispo local. El mensaje central de estas apariciones fue la conversión mientras se esté a tiempo. Después del genocidio, este mensaje se comprendió como una premonición que la Madre del Verbo nos había dirigido antes de la catástrofe. Así, la Virgen María está siempre al lado de su Hijo, que se da en sacrificio para la salvación de los hombres, sus hermanos.

[Texto original: francés]

– S. Em. R. Mons. Wilton Daniel GREGORY, Arzobispo de Atlanta (ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA)

Cada vez más, los fieles esperan mejores homilías de los celebrantes de la Eucaristía dominical. Los obispos, con el buen ejemplo y los sermones, deberían mejorar la calidad de la predicación de la Eucaristía dominical. El rigor en la celebración, por sí mismo, no volverá a atraer a los fieles que no asisten a la Misa dominical.

[Texto original: inglés]

– S. Em. R. Mons. Edward Gabriel RISI, O.M.I., Obispo de Keimoes-Upington (SUDÁFRICA)

En la Conferencia Episcopal regional del África Austral (SACBC) hemos descubierto que es esencial el papel de las pequeñas comunidades para la preparación y celebración de la liturgia, así como el lugar donde se vive el don del Espíritu.
Vemos la prueba de ello especialmente en la catequesis basada en el Leccionario en las pequeñas comunidades cristianas que se preparan para la celebración dominical, leyendo y orando con antelación las lecturas del Domingo. Estas comunidades forman parte de los grupos litúrgicos de las parroquias que preparan las lecturas dominicales con antelación.
Estos métodos hacen que los fieles encuentren una significativa y mejor participación para la liturgia Eucarística. Bajo estas condiciones existe el temor de que sea poco clara la distinción entre el sacerdocio ordenado y el sacerdocio bautismal.
En cualquier caso, a causa de la carencia de sacerdotes existen muchas comunidades que celebran la misa sólo una vez al mes o cada dos meses.
En estos casos los laicos se preparan con entusiasmo (como ya lo he mencionado) para celebrar las liturgias dominicales a veces con la Comunión y otras sin ésta.
Es importante observar que la parte más sagrada de la liturgia del Domingo, la Oración Eucarística, es la que menos llama la atención. A pesar de que es el punto culminante de la Eucaristía, se ha convertido en el punto menos elevado. El sacerdote realiza esta parte solo, mientras que los laicos pasan de una participación activa a una pasiva.
Quisiéramos proponer alguna forma de participación responsorial que permitiera una participación más activa por parte de los fieles y no solamente un respetuoso silencio. No estamos proponiendo que se disminuya el papel del celebrante sino que, más bien, le sea dado a los participantes un papel activo para que conjuntamente con el celebrante se aumente su propia participación.

[Texto original: inglés]

– S. Em. R. Mons. Paul Mandla KHUMALO, C.M.M., Obispo de Witbank (SUDÁFRICA)

Siempre se ha supuesto que existía un sentido de misterio en la celebración de la Misa Tridentina. Con la reforma del Concilio Vaticano II, cuando se permitió a la gente una significativa participación en la liturgia, fue desvelado el mito de la mistagogia. Nadie se opuso a la mistagogia. Ésta, simplemente, no ocurría.
La consiguiente falta de sentido del misterio no fue la consecuencia de la introducción de los idiomas locales en la liturgia sino que, más bien, fue la introducción del Nuevo Misal y el uso de los idiomas nativos los que hicieron obvio que el sentido del misterio estaba ausente.
Nuestra deber es desarrollar el espíritu de la adoración y de la veneración. Concentrarse en los abusos produce una atmósfera negativa y no ayuda a descubrir la dimensión mistagógica de la celebración Eucarística. El desafío que tenemos delante es el de aprender más de Dios en nuestras comunidades. Palabras orientadoras nos llegan del Evangelio según san Juan: “a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (15, 15).
Asimismo hemos notado que la señal de la paz en su actual ubicación en la liturgia de la Misa puede con facilidad ensombrecer el rito de la fracción del pan y de la propia Comunión.
Entre nosotros existe una fuerte preferencia por la modificación del uso al que se refiere el número 50 del Instrumentum laboris, con la inclusión de este rito particular en el momento que precede al ofertorio.

[Testo origi
nale: inglese]

– S. Em. R. Mons. Lewis ZEIGLER, Obispo de Gbarnga, Presidente de la Conferencia Episcopal (LIBERIA)

Hago referencia al nº 6 del Instrumentum Laboris, que trata de la Eucaristía en las distintas situaciones de la Iglesia.
-Durante la cruel guerra civil, mujeres, hombres y niños han sufrido. Se han visto obligados a vivir en condiciones inhumanas como desplazados y refugiados.
-Los obispos, los sacerdotes, los religiosos y los laicos los han servido en los campos de refugiados en Liberia. En su sufrimiento hemos experimentado el Cristo partido, que es la Eucaristía. La Eucaristía es nuestra alegría, nuestra esperanza, nuestra paz, nuestro apoyo y nuestro valor en tiempos de prueba.
-La Iglesia le está agradecida a los obispos, especialmente a los de esa región, al Santo Padre, a las Naciones Unidas y a la Comunidad Internacional por haber acudido en nuestra ayuda. Ahora la guerra ha terminado y la Iglesia está creciendo.
-La presencia en la Misa es elevada, encabezada por los jóvenes, los jóvenes adultos y los ancianos. Éstos constituyen la mayoría de los que reciben la Santa Comunión durante la semana y el domingo. Nuestras clases para catecúmenos están muy frecuentadas.
Ahora estamos concentrados en la catequesis:
Matrimonio y vida familiar
Ministerio de los jóvenes
Ayuda a los católicos que se han alejado, para que se acerquen de nuevo a la Iglesia
Pero existen algunos problemas:
Faltan sacerdotes para la creciente población católica
Hay que recorres largas distancias por caminos en mal estado para llegar a las parroquias o a las estaciones distantes
Los matrimonios polígamos y todos los que viven juntos como marido y mujer sin intención de casarse, con la dificultad, para ellos, de acceder a la Santa Comunión.
Gracias

[Texto original: inglés]

– S. Em. R. Mons. Stanislav ZVOLENSKÝ, Obispo titular de Novasinna, Obispo auxiliar de Bratislava-Trnava (ESLOVAQUIA)

Hablo en nombre propio y quiero hacer referencia al nº 72 del Instrumentum Laboris, para constatar que la vida de la gracia recibida a través de la Eucaristía se convierte a su vez en garantía de “una vida moral caracterizada por las buenas obras y por la rectitud en el obrar, propia de quién está vitalmente unido a Cristo” (cfr. I. L. 72), e indicar el nexo entre las tres dimensiones de la vida cristiana, que son liturgia – martyria – diakonia, es decir, el vínculo eficaz entre el hecho de que el fiel recibe con provecho a Cristo vivo en la Eucaristía y “el compromiso a ser testigos de Cristo en medio a las realidades temporales y la comunión construida a través del servicio de la caridad” (cfr. I. L. 72). Se puede decir que la medida de la influencia real en la vida de la sociedad es directamente proporcional a la medida en que los fieles cristianos permanecen unidos a Cristo.
En este contexto, me permito mencionar dos realidades de mi patria. Ponemos la esperanza, también para el futuro, en la bendita tradición de los llamados “primeros viernes”. En todas las parroquias, en los días que preceden al primer viernes del mes, numerosos fieles se reconcilian antes con el Señor en el sacramento de la penitencia y, luego, reciben con provecho a Cristo en la Eucaristía. La segunda realidad es el hecho de que en la liturgia dominical participan también los fieles que más tarde no se acercan a la santa comunión, pero se alimentan sustancialmente con el pan de la Palabra de Cristo. No obstante, parece que el Señor enriquece y da fuerza a la dimensión de su vida llamada martyria, es decir, a la vida moral, vida cristiana concreta. Aquí se abre un espacio para una más profunda formación de la conciencia de los fieles. Porque inmersos en el “mysterium iniquitatis” necesitamos inevitablemente contemplar, adorar y recibir el misterio de la Eucaristía.

[Texto original: italiano]

– S. Em. R. Mons. Prakash MALLAVARAPU, Obispo de Vijayawada (INDIA)

En India, La Iglesia católica tiene una presencia increíble, que da testimonio de Jesucristo y de su Buena Noticia. Este es el fruto de la comunión con el Señor experimentada al compartir la Palabra y al fraccionar el Pan en la Eucaristía. Teniendo en cuenta la dimensión limitada de la comunidad católica, que representa alrededor del 1,8% del total, y que la mayor parte de los fieles no puede acercarse a la Mesa Eucarística, es precisamente la experiencia de la fe en el Señor la que les sostiene en su vida. Con la evocación efectiva del sacrificio, la liturgia Eucarística, que es el misterio pascual celebrado y proclamado, debería seguir sosteniendo esta esperanza.
En la Última Cena, los doce apóstoles oyeron, vieron y tocaron de modo tangible al Señor, el mismo Señor que estaba con ellos y con el que se encontraban antes de que sucediera el evento. Ellos comprendieron y vivieron una experiencia más profunda del Señor en cada encuentro con Él después de la resurrección.
Después de su muerte, la fracción del Pan y la bendición del Cáliz como memorial de la muerte y resurrección de Cristo ha ayudado a los creyentes a experimentar al Señor como fuente de salvación. Nuestro pueblo, hoy, debería ser invitado, así como lo fueron los primeros discípulos por el Señor, a venir y a ver, a escuchar y a tocar con su mano al Señor.
La generación actual, caracterizada por una mentalidad científica y carente de sentido de la trascendencia, parece decir “creemos sólo en lo que podemos ver, oir y tocar”. A través de la sagrada liturgia, la Iglesia debe ayudar a estas personas a ver, oir y tocar al Señor. Esta es, desde luego, una acción del Espíritu Santo, ¡sin embargo la liturgia debería guiar a la comunidad de fe a experimentar esta acción del Espíritu! Sólo entonces las verdades doctrinales sobre la Eucaristía serán verdades vividas tangiblemente en la vida concreta. La Eucaristía puede, de esta forma, ser fuente y cumbre de la vida de una persona. Al mismo tiempo, también para la comunidad la Eucaristía es fuente y cumbre de la vida y de la misión. ¡Cuando nuestros católicos no viven la experiencia del Señor en la Iglesia, podrían buscarla en cualquier otra parte o terminar por vivir su vida independientemente de Dios!
Nuestra liturgia Eucarística, con un significativo y consciente recurso a signos y símbolos indígenas, la inculturación, debería evocar de manera eficaz, en nuestro pueblo, la experiencia Eucarística en el contexto de la cotidiana realidad de la vida. Ello llevará a las personas a cumplir el mandato misionero. Por eso, al poner a punto la disciplina litúrgica, habría que ofrecer una mayor ayuda y dirección espiritual a los ministros que presiden la Eucaristía, por ser instrumentos eficaces en el encuentro de los fieles con el Señor.

[Texto original: inglés]

– Revmo. P. Carlos Alfonso AZPIROZ COSTA, O.P., Maestro General de los Frailes Predicadores

Santo Tomás de Aquino nos ayuda a comprender el misterio de la Eucaristía desde su realidad de «memoria, presencia y anticipación» (pasado, presente, futuro).
Cuando habla de la vida religiosa usa, análogamente, el mismo esquema: La consagración religiosa está “prefigurada” en los holocaustos de la Ley Antigua; la consagración religiosa se realiza en el sacrificio de Cristo que se hace “presente” en la Eucaristía; La consagración religiosa es en la tierra “anticipación” de los bienes futuros.
En la Plegaria Eucarística se mencionan las acciones de Jesús: “tomó” pan, lo “bendijo”, lo “partió” y lo “dio”. De ese modo podemos hablar de la vida y misión de los religiosos y religiosas en la Iglesia y el mundo.
“Por la misericordia de Dios hemos sido escogidos para participar en la vida de Jesús”. Fray Pierre Claverie OP, cuya sangre ha sido derramada en Argelia [+ 06.08. 1996], afirmaba que aún más que la pérdida del sentido del pecado, hemos perdido el sentido del amor y misericordia de Dios que en Jesús nos ha tomado en sus
brazos.
“Jesús da gracias al Padre por nuestra respuesta a la llamada y nos bendice”. La confirmación por parte de la Iglesia de nuestra profesión da objetividad a la bendición divina que hemos recibido. La bendición de Jesús significa que en un mundo de personas sin raíces nosotros estamos enraizados en la misma vida íntima de la Trinidad.
Todo aquello que en nosotros no es signo de la presencia transfigurante de Dios se “rompe” (destruye), de modo que así podamos ser “entregados” por Jesús al mundo. De ese modo vivimos cada día el proceso doloroso de la purificación. Cristo murió para abrir nuestros ojos y para que la muerte fuera vencida por el amor. “El dar está precedido por el partir”. En nuestra vida y misión necesitamos pasar por la experiencia pascual. Por ello es normal y necesario que existan momentos de crisis y purificación.
La alegría de la conversión brota al reconocer nuestras miserias, nuestras ambiciones inconscientes y al mismo tiempo la misericordia del Señor sin la cual nada podemos hacer. La fecundidad de nuestra misión depende de Dios y la calidad de nuestro servicio se manifiesta en la calidad de nuestra vida comunitaria pues la caridad bien entendida empieza en nuestra casa.
Santa Catalina de Siena en su lecho de muerte suspiraba: «Estén seguros que he dado la vida por la santa Iglesia» (Cf. Beato Raimundo de Capua, Vida de santa Catalina de Siena, Lib. III, c. IV). Como ella también los religiosos y religiosas ofrecemos nuestra propia «plegaria eucarística»: «Dios eterno, recibe el sacrificio de nuestra vida en favor del Cuerpo místico de la santa Iglesia. No tenemos otra cosa que darte si no es lo que tú nos has dado. Toma nuestro corazón y estrújalo sobre la faz de ésta tu Esposa» (Cf. Carta a Urbano VI, n° 371)

[Texto original: español]

– S. Em. R. Mons. Gabriel MBILINGI, C.S.Sp., Obispo de Lwena (ANGOLA)

1. Hace ya más de cinco siglos que el Evangelio llegó a Angola. Es un país de mayoría cristiana. Con la firma del Acuerdo de paz en 2002, Angola salió de una de las más largas guerras civiles del continente africano. En efecto, ha comenzado una nueva era de restauración de la vida social, política, económica y cultural del país.
2. Angola es un país potencialmente rico de recursos materiales, ha conocido y vivido la ideología marxista, atea y comunista, ha vivido una larga guerra civil, con todas sus consecuencias para la vida en sociedad. En este contexto, la evangelización representa un gran reto, una llamada a la conversión y a la reconciliación. Son pocos los sacerdotes para la asistencia pastoral y la celebración dominical de la Eucaristía en las distintas comunidades cristianas, sobre todo aquellas que están en el interior del país. Hay una gran dicotomía entre fe y vida moral; y una tendencia al retorno de las prácticas paganas de mentalidad fetichista.
3. Con un porcentaje tan elevado de cristianos, y de católicos en particular, hay que preguntarse cómo hemos podido vivir tantos años de guerra civil. Y cuáles son los frutos que han traído las santas misas en las que han participado tantos cristianos. Y por qué no se siente el peso de la presencia de los católicos que ocupan puestos relevantes en política y en las distintas actividades sociales. Son todas preguntas legítimas, pero también provocadoras.
Angola sigue siendo un país hambriento de pan material, pero sobre todo de pan eucarístico; de una Eucaristía que se prolongue en la vida; de una comunión eucarística que lleve a una real reconciliación, fruto del amor que perdona, como el amor manifestado por Cristo.
5. a)Hay que insistir en el sentido personal y eclesial de la Eucaristía en relación con la vida moral, la santidad y la misión en el mundo.
b)De la comunión eucarística debe surgir un compromiso moral que sea fuente de vida para vencer al pecado, buscando la verdad, la rectitud de conciencia y el testimonio de los valores evangélicos ensombrecidos por la situación de guerra.
c)Tendremos que insistir, en la catequesis, en el vínculo entre Eucaristía y construcción de una sociedad justa, a través de la personal responsabilidad de cada uno en la participación activa en la misión de la Iglesia en el mundo (cfr. nº 74). La Eucaristía en nuestro contexto será la luz, la fuerza y la fuente del dinamismo de la vida espiritual, de la santidad y del testimonio de los fieles (nº 72).

[Texto original: italiano]

– S. Em. R. Mons. Leon MAŁY, Obispo titular de Tabunia, Obispo auxiliar de Lviv de los Latinos (UCRANIA)

Hablo en nombre propio y en referencia a la parte IV del Instrumentum Laboris, al nº 76 en el que se lee: “Para todos los santos la Eucaristía es el centro y la cumbre de la vida espiritual”. Entre los dieciocho santos que cita el Instrumentum Laboris, casi para crear un puente entre ellos, está también nuestro beato Josef Bilczewski vinculado a San Juan María Vianney.
Su beatificación tuvo lugar en Lviv en 2001, cuando el siervo de Dios Juan Pablo II visitó Ucrania. Es un signo importante para la Iglesia de Ucrania, que también este Beato al final del Sínodo se contara en la fila de santos del Santo Padre Benedicto XVI.
El beato Josef Bilczewski consiguió escribir obras de gran profundidad sobre la Eucaristía, y fue llamado el teólogo de la Eucaristía.
Quisiera señalar algunos de sus pensamientos, que parecen aún actuales.
1° Para el culto eucarístico no basta solamente la adoración, sino que va unido a un estudio profundo de la catequesis. Por eso, es bueno usar los textos mistagógicos y aprender a leer los signos del rico simbolismo usado por los primeros cristianos.
2° Hay que intentar que la participación en la Santa Misa sea cada vez más profunda. A este propósito, hay que decir que también el Concilio Vaticano II en la Constitución Sacrosanctum Concilium nº 55 sugiere la misma cosa: “se recomienda especialmente la participación más perfecta en la Misa, la cual consiste en que los fieles, después de la comunión del sacerdote, reciban del mismo sacrificio el Cuerpo del Señor”. La recomendación no es nueva en absoluto: ya estaba presente en el Concilio de Trento (Ses. XXII, cap. 6) en la Carta Apostólica Certiores effecti del Papa Benedicto XIV y más tarde en el Mediator Dei de Pío XII.
A cuarenta años del Concilio Vaticano II parece que la siguiente indicación: “se recomienda especialmente que los fieles reciban del mismo sacrificio el Cuerpo del Señor”, no se ha comprendido plenamente. A veces, no se consagran las hostias para los fieles, sino que se cogen del tabernáculo, siempre lleno de hostias ya consagradas.
Pero la recomendación de los Padres Conciliares contiene en sí misma un profundo signo de la Iglesia, su dimensión de Pueblo de Dios y, asimismo, de Cuerpo Místico de Cristo. El Pueblo de Dios se ha reunido entorno al altar donde recibe el Cuerpo de Cristo.
No es una casualidad el que algunos Padres del Concilio en sus propuestas hayan subrayado las expresiones valde commendatur; perfectior partecipatio; y ex eodem Sacrificio.

[Texto original: italiano]

– S. Em. R. Card. Peter Kodwo Appiah TURKSON, Arzobispo de Cape Coast (GHANA)

El Concilio Vaticano II declara que el sacrificio eucarístico de Cristo es “fuente y cumbre de la vida cristiana” (Cfr. LG 11). De esta enseñanza el Papa Juan Pablo II ha extraído el argumento del Sínodo actual sobre la Eucaristía: “La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia”, que también ha inspirado la selección del tema para la celebración del tercer Congreso Eucarístico de Ghana, “La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida de la Iglesia en Ghana como Familia de Dios”.
Después del Sínodo de los Obispo para África, el Papa Juan Pablo I,I aceptando la recomendación de ver la Iglesia de África como Familia de Dios, dijo: “La nueva evangelización tenderá pues a edificar la Iglesia como Familia…” una expresión de la natur
aleza de la Iglesia especialmente adecuada para África. (EA, 63). Además aclaró: “ La imagen pone el acento en la solicitud por el otro, la solidaridad, el calor de las relaciones humanas, la acogida, el diálogo y la confianza”. Por consiguiente exhortó a la Iglesia africana para que evitara “todo etnocentrismo y todo particularismo excesivo” y a promover “la reconciliación y la verdadera comunión entre las diversas etnias, favoreciendo la solidaridad y el compartir tanto el personal como los recursos… sin consideraciones indebidas de orden étnico” (ibid).
La Iglesia de Ghana reconoce en las palabras del Santo Padre la formulación de un nuevo programa de vida y misión para la Iglesia africana. Pero con las guerras fratricidas que todavía azotan sus confines, con las políticas tribales que aún minan el ejercicio del buen gobierno y con el desprecio creciente por los pobres, reconoce también lo poco que ha hecho después de diez años, en respuesta a esta exhortación.
En la celebración del año de la Eucaristía, la Iglesia de Ghana ha vuelto a examinar la exhortación del Papa y se ha dirigido a “Jesucristo, único Salvador del mundo, Pan para una vida nueva” (como fue proclamado por el Congreso Eucarístico del Año Jubilar) solicitándole Su ayuda. La cumbre de la celebración del Año será la convocatoria para noviembre de un Congreso Eucarístico para toda la Iglesia del Ghana.
Viendo que el mismo Señor nos nutre y sostiene para favorecer el pueblo en su camino (cfr. Israel en Ex 12, 16 y Jos 5, 10-12; Elías en 1 R 19, 5-10 y los apóstoles en Mt 26, 30; Mc 14, 26) los obispos de Ghana rezan para que en la celebración del Año de la Eucaristía el Señor ayude a los fieles que no se acercan al banquete eucarístico del Señor y para que se superen los obstáculos, con el fin de que el Congreso Eucarístico se convierta en una verdadera fiesta familiar… una fuente de salvación para que todos consigan las virtudes familiares de la exhortación del Papa.
Además los obispos de Ghana, llenos del afecto pastoral, reforzarán sus cuatro Tribunales provinciales con sacerdotes y laicos que conozcan bien las tradiciones y costumbres del país. Su tarea será examinar los casos de los fieles que no puedan acercarse a la mesa del Señor a causa de:
– la práctica de costumbres diferentes,
– injustas imposiciones de nuestro sistema familiar patrilinear y matrilinear a los esposos
– la simple maldad o la rígida posición religiosa de uno de los cónyuges.
Además habría que confiar a los obispos los casos en los que se hace necesario dirigirse a los despachos pertinentes del Vaticano para una dispensa. Los obispos desean servirse de este Sínodo para hacer una llamada a la comprensión de estos despachos del Vaticano, donde se harán estas concesiones de dispensa.

[Testo originale: inglese]

– S. Em. R. Mons. Thomas SAVUNDARANAYAGAM, Obispo de Jaffna (SRI LANKA)

La Eucaristía revela el sentido cristiano de la vida en cada ocasión, especialmente cuando afrontamos dificultades, incluso el peligro de muerte. En la Iglesia primitiva, los mártires y los santos encontraban el valor para defender su fe porque tenían la Eucaristía que les daba la fuerza. A lo largo de la historia de la Iglesia, cuando también los católicos tuvieron que sufrir opresión y torturas, recurrieron a la Eucaristía, que les dio la fuerza y el valor para afrontar las dificultades. En mi país, Sri Lanka, una isla del Océano Índico, recientemente azotada por el tsunami, que ha acabado con la vida de 40.000 personas, se está combatiendo una guerra civil desde hace veinte años o más. Sri Lanka es un país budista: el 72% de la población es de religión budista, mientras que los católicos representan solamente el 7% de la población total.
La guerra civil entre el Gobierno y las minorías de lengua tamil, que reivindican la autonomía y el derecho a la autodeterminación, ha producido un gran sufrimiento. Según las estimaciones, 75.000 civiles y 30.000 soldados y activistas han perdido la vida, y casi 250.000 personas han sido evacuadas o se han ido al extranjero por razones de seguridad. Obispos, sacerdotes y religiosos han sido evacuados junto con la gente y han tenido que soportar muchas privaciones. Lo que les ha dado valor para soportar estos sufrimientos es la fuerza que reciben al celebrar la Eucaristía. Alejados de sus ciudades y pueblos, han seguido celebrando la Santa Eucaristía, no sólo combatiendo por su liberación, sino también trabajando sin pausa por la paz y el cese de las hostilidades. El año de la Eucaristía se ha vivido con plenitud por parte de la población y con gran entusiasmo en el país. Damos las gracias al difunto Santo Padre, Juan Pablo II, por el Año de la Eucaristía, y al actual Papa Benedicto XVI, por la maravillosa conclusión de este año con la XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Que pueda llevar al florecimiento de la Espiritualidad Eucarística en la Iglesia.

[Texto original: inglés]

[Traducciones distribuidas por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos]

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ZENIT Staff

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