NEW HAVEN, miércoles, 17 marzo 2010 (ZENIT.org) .- Durante meses se ha debatido en los Estados Unidos sobre la propuesta de reforma de la atención sanitaria. Han surgido varias cuestiones polémicas, incluido el coste de la propuesta, el nivel de control que debería crear el gobierno, y sobre todo, la cobertura del aborto.

El liderazgo de la Cámara de Representantes y el Senado parecía decidido en los últimos meses a dar cobertura a la toma de una vida en el aborto, la condición sine qua non para la reforma de la atención sanitaria.

Un grupo importante de demócratas provida, encabezados por el representante Bart Stupak de Michigan --miembro de los Caballeros de Colón- se mantuvo en principio y se unió a la minoría republicana en la oposición al proyecto de ley para la inclusión del aborto, y esta coalición bien puede ser capaz de parar la ley de salud que incluye el aborto.

Pero ¿por qué los líderes del Congreso han estado dispuestos a arriesgar toda la legislación a causa del aborto?

Muchos han visto esta concentración en la cobertura del aborto como el interés de los grupos políticos por lo peor: jugando con una pequeña base frente a la abrumadora mayoría de la oposición al aborto y a la financiación de la atención sanitaria del aborto por el pueblo norteamericano. Eso puede ser cierto.

Pero hablando con National Review Online la semana pasada, el representante Stupak reveló otra razón incluso más alarmante: Hay una creencia entre algunos a favor del proyecto de ley de salud en que los niños que se aborten ahora, ahorrarán dinero en términos de costes de salud a largo plazo más adelante.

Lo que ha oído a algunos miembros del partido, dijo Stupak a National Review Online es que “si pasa la Enmienda Stupak, nacerán más niños, y por lo tanto nos costará más millones”.

“Ese es uno de los argumentos que he estado escuchando –agregó--. El dinero es su excusa. ¿Es así como valoramos ahora la vida en Estados Unidos? Si el dinero es la cuestión, vamos, podemos encontrar un hueco en el presupuesto. Es de la vida de lo que estamos hablando”.

Ya no se habla del aborto sólo en términos de derechos; ahora para algunos de los líderes de Estados Unidos es una cuestión de costes. Un niño abortado hoy, no necesitará una operación o cuidados a largo plazo mañana.

El papa Juan Pablo II nos advirtió que tales cálculos fueron los que crearon una “cultura de la muerte”. Escribió en Evangelium Vitae: “Esta estructura está activamente promovida por fuertes corrientes culturales, económicas y políticas, portadoras de una concepción de la sociedad basada en la eficiencia. Mirando las cosas desde este punto de vista, se puede hablar, en cierto sentido, de una ‘guerra de los poderosos contra los débiles’. La vida que exigiría más acogida, amor y cuidado es tenida por inútil, o considerada como un peso insoportable y, por tanto, despreciada de muchos modos. Quien, con su enfermedad, con su minusvalidez o, más simplemente, con su misma presencia pone en discusión el bienestar y el estilo de vida de los más aventajados, tiende a ser visto como un enemigo del que hay que defenderse o a quien eliminar. Se desencadena así una especie de ‘conjura contra la vida’” (nº 12).

Crear tal cultura de la muerte es bastante malo, pero hacerlo con el objetivo de crecimiento económico es igualmente ilusorio.

No sólo el pensamiento utilitario desata una “conspiración contra la vida”, según dijo Juan Pablo II, sino que en realidad obstaculiza el desarrollo. En su reciente encíclica Caritas in Veritate, Benedicto XVI advirtió que “la apertura a la vida está en el centro de un verdadero desarrollo. Cuando una sociedad se mueve hacia la negación o la supresión de la vida, termina por no encontrar la motivación y la energía necesarias para luchar por el verdadero bien del hombre” (nº 28).

Paradójicamente, quienes se deshacen de los débiles para ahorrar dinero en atención sanitaria, mañana realmente crearían una sociedad en la que el crecimiento económico real sería insostenible, un sistema moral y monetariamente en quiebra.

La prueba de que el aborto y la mentalidad que se opone a la vida no son sólo mala política moral sino también mala política fiscal está en torno a nosotros. Mientras nos enfrentamos a una grave recesión, está claro que el descenso de los índices de natalidad no ha creado crecimiento sostenido –o sostenible--.

De hecho, Ettore Gotti Tedeschi, presidente del Instituto del Vaticano para las Obras de Religión argumentó sólidamente que “la verdadera causa de la [crisis] es la disminución de la tasa de natalidad”. Como se informó en ZENIT, (http://www.zenit.org/article-34235?l=spanish), señaló que las inversiones de riesgo y la política monetaria han tratado de compensar el crecimiento plano debido a la disminución de la población: “Con la disminución de los nacimientos hay menos jóvenes que entran de manera productiva en el mundo laboral. Y hay muchos más mayores que dejan el sistema productivo y se convierten en un coste para el colectivo”.

Lejos de ser una solución fiscal, el aborto --junto con la entera mentalidad anticonceptiva- ha demostrado ser un pacto con el diablo. La vida humana hoy en día es objeto de comercio por un futuro mejor mañana, un futuro aún más débil por la pérdida de esas vidas necesarias para sostener el crecimiento futuro de la sociedad.

Y otras historias de advertencia de las consecuencias no deseadas sembradas por estas políticas son cada vez más evidentes. La edición del 4 de marzo de The Economist incluye un artículo de portada sobre ‘genericidio’, la tendencia creciente de las sociedades con muy pocas mujeres, dado que las niñas son abortadas selectivamente. China es el mayor caso, pero países desde Armenia a Bielorrusia, de Serbia a Singapur tienen unas crecientes tasas de género desiguales.

Así ocurre en la India. En los anuncios allí, que evocan al escalofriante debate sobre atención sanitaria en Estados Unidos, señala el artículo del Economist, los médicos han anunciado ultrasonidos para determinar el sexo de un niño de la siguiente manera: “pague 5.000 rupias (110 dólares) hoy mismo y ahorre 50.000 rupias (1.100 dólares)  mañana” (el ahorro es el coste de la dote de una hija).

El artículo señala que padres que evitaban el infanticidio de niñas recién nacidas, optaban por abortarlas a millones. Hacer ilegal la selección de sexo con fines de aborto no ha funcionado bien. Sociedad tras sociedad han adquirido la idea de que tomar una vida hoy es percibida por algunos como un beneficio mañana.

Con tales consecuencias nefastas en todo el mundo, el liderazgo en el Congreso debería tomar nota.

Un sistema de atención sanitaria dispuesto a sacrificar los niños del mañana para obtener un beneficio económico hoy, un sistema más preocupado por los costes que por la gente no puede ser llamado “de atención sanitaria”.

Los estadounidenses, nacidos y no nacidos, merecen algo mejor que ser vistos en términos de su coste. El pueblo estadounidense merece un sistema de atención sanitaria  que realmente apoye la salud, que respete la dignidad de todos, un sistema que conduzca a la protección, en lugar de al agotamiento del recurso más importante de América, su gente. Esta es la razón fundamental por la que muchos estadounidenses apoyaron la idea de la reforma de la atención sanitaria en primer lugar. Mientras Washington se acerca a la promulgación de una nueva ley, se debe mantener la fe en esa promesa.

Cualquier propuesta que ofrezca menos no vale la pena el coste en términos de vida humana, y promete un mañana más problemático que hoy.

Por Carl Anderson, traducido del inglés por Nieves San Martín
 
* * *

Carl Anderson es el caballero supremo de los Caballeros de Colón y autor de bestsellers del New York Times.