Expertos salen en defensa de la educación separada por sexos

Concapa pide que la coeducación «no se imponga como un dogma»

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MADRID, 20 octubre 2003 (ZENIT.org-VERITAS).-¿Educación escolar separada o mixta? Tras tres décadas de predominancia de la coeducación (educación mixta), cada vez son más las voces que se alzan cuestionando sus ventajas.

En España, apenas el uno por ciento de los centros escolares son de educación separada. El debate se reabría la pasada semana, cuando la Confederación Católica de Padres de Alumnos (CONCAPA), que agrupa a más tres millones de familias, reclamaba que se revisen «los falsos dogmas adoptados sin, al parecer, demasiadas reflexiones o estudios» que encumbraron a los colegios mixtos a inicios de los años 70.

Afirma la asociación católica que, «mientras en España continuamos con el lamentable reduccionismo ideológico que considera intrínsicamente malo y machista la existencia de colegios para la educación de un único sexo, países más modernos como Francia, Inglaterra y Estados Unidos comienzan poner en entredicho el asumido por algunos como «falso dogma»».

Según Luis Carbonell, vicepresidente de Concapa y de Concapa Aragón, lo que esta asociación católica pide no es que se elimine la coeducación, sino que «no sea un dogma acríticamente impuesto».

«Pretendemos que haya una verdadera investigación sobre qué modelo es mejor para nuestros alumnos, y que se abra un verdadero debate social en el que los padres reciban información y puedan ejercer su derecho a elegir la educación que quieren para sus hijos», apostilla.

Ya hace unos meses, la coeducación en Francia se cuestionaba con ocasión de la publicación del libro «Las trampas de la enseñanza mixta» de Michel Fize, y de un artículo sobre el mismo en el rotativo francés «L’Express», donde se indica que la coeducación en el país galo no ha conseguido asegurar la igualdad de sexos ni de oportunidades.

Para Concapa, que se hace eco de estas reflexiones, «es evidente que la persona, sea hombre o mujer, tiene los mismos derechos y le corresponden las mismas oportunidades, pero ello no implica necesariamente que deba uniformarse a hombres y mujeres haciéndoles perder sus diferencias. Cada alumno requiere un tratamiento distinto, individualizado, personal y para ello, obviamente, debe tenerse presente su sexo por parte del docente, del tutor y de la sociedad».

«Se ha constatado en los países señalados que los alumnos y alumnas escolarizados en centros no mixtos obtienen mejores resultados que los que asisten a colegios mixtos, por lo que se propone –tanto en Francia como en EE UU- un sistema más flexible y pluralista para los centros públicos en la etapa de 11 a 15 años», prosigue.

Efectivamente, hay países –Gran Bretaña, por ejemplo- donde la red escolar está formada por centros masculinos, femeninos y mixtos, con la misma consideración. Los resultados de los exámenes nacionales revelan el buen resultado de las escuelas no mixtas.

El «Financial Times» recoge cada mes de agosto los resultados de las «Top independent schools»: desde hace años, de las 25 escuelas que obtienen los mejores resultados, más de la mitad son de chicas y el resto de chicos. La primera mixta aparece en el número 26 de la lista.

También en Gran Bretaña, Lee y Bryk descubrieron efectos positivos de la educación separada, a partir de una muestra de 1.807 alumnos de 75 escuelas de secundaria en Estados Unidos. Los estudiantes que recibían una educación paralela demostraban un mayor rendimiento académico y aspiraciones más altas, siendo el efecto mayor aún en el caso de las niñas.

Ellas dedicaban más tiempo a su tarea escolar, y mostraban más entusiasmo en la literatura y en las matemáticas. Graham Able, director del Duilwich College de Londres, halló que los estudiantes obtenían mejores calificaciones en el caso de la enseñanza paralela. Los resultados de las niñas eran entre un 3.3% y un 5% mejores en este caso.

«Le Monde de l’Éducation» señala en un dossier dedicado al estudio de la coeducación (enero 2003) la preocupación en los sectores educativos por la creciente inadaptación escolar de los chicos. A igualdad de edad y condiciones, el rendimiento escolar es superior entre las alumnas. El fracaso escolar de muchos chicos dificulta la relación de ambos sexos en la escuela. Las diferencias en el proceso de maduración, más lento en el caso de los varones, lleva a no pocos chicos a posicionar su rol a través de actitudes sexistas, de violencia machista, al no poder compararse académicamente con sus compañeras. Según Nicole Mosconi, profesor de pedagogía (París-Nanterre), estos estereotipos quedan reforzados en la escuela mixta.

El largo camino hacia la coeducación
La coeducación, nacida en medio de la lucha por los derechos de la mujer, es un término que agrupa dos cuestiones muy diferentes: por un lado, la igualdad de currículos (que una mujer tenga derecho a recibir una educación igual que la del hombre), por otro, el acceso a los mismos centros de enseñanza, con clases mixtas.

Las ventajas de la coeducación, puestas ahora en entredicho, comenzaron a tomarse en cuenta en Europa a mediados del siglo XVIII. Según las ideas educativas vigentes entonces, hombres y mujeres fueron creados por Dios para desempeñar destinos sociales distintos y, en consecuencia, también su educación debía ser muy diferenciada.

Para la profesora de filosofía Marisa Montero, la justificación teórica viene de la mano de Rousseau que se erige como padre indiscutible de la pedagogía moderna al constituirse como punto de referencia de todas las propuestas pedagógicas de los siglos XIX y XX. En coherencia con la idea de los destinos sociales, Rousseau planteaba unos principios totalmente diferenciados para la educación de niños y niñas: para Emilio (protagonista masculino de su libro Emilio o De la Educación, 1762) el proceso educativo se basa en la experiencia y en el respeto a su personalidad, y debe proporcionarle los conocimientos adecuados para convertirse en un sujeto con criterios propios, libre y autónomo; por el contrario, la educación de Sofía (protagonista femenina que aparece en el último tomo de su obra Emilio) debe ir encaminada a hacer de ella un sujeto dependiente y débil.

Sin embargo, François Poulain de la Barre, racionalista francés seguidor del pensamiento cartesiano, escribe en 1673 «De los dos sexos, Discursos físico y moral», donde se ve la importancia de deshacer los prejuicios, y «De la educación de las damas» en 1674. También francesa, Olympe de Gouges escribe su «Declaración de los Derechos de la mujer y de la Ciudadana» en 1791 (fue guillotinada el 3 de noviembre de 1793).

En 1792 Mary Wollstonecraft publica su obra «Vindicación de los Derechos de la Mujer en Inglaterra». Todas las obras mencionadas defienden, con muchos y variados argumentos, la misma educación para las mujeres y para los hombres.

En España, las leyes educativas de los siglos XVIII y XIX explicitan claramente que niños y niñas deben educarse en escuelas distintas y recibir enseñanzas también distintas. Es a finales del siglo XIX cuando aparecen propuestas que defienden la escuela mixta, es decir: que los niños y niñas se eduquen en los mismos centros y puedan tener acceso por igual a los estudios medios y superiores.

Emilia Pardo Bazán, como consejera de Instrucción Pública, propone en el Congreso Pedagógico de 1892 la coeducación a todos los niveles, con objeto de superar la división de funciones asignadas al hombre y a la mujer. Sin embargo, esta propuesta no es aprobada en las conclusiones finales. La postura de Emilia Pardo Bazán apoya la experiencia educativa que desde 1876 hasta 1938 llevará a cabo la Institución Libre de Enseñanza, cuyos principios pedagógicos se vinculan a la coeducación y al laicismo.

En la Segun
da República, cuando la coeducación fue admitida y considerada necesaria, sólo una minoría de centros llegó a tener carácter mixto. Al final de la guerra civil queda cerrada, por un largo período de tiempo, la opción de la escuela mixta. La legislación franquista prohibirá de nuevo la escolarización conjunta de niños y niñas en los niveles primarios y secundarios, aunque existe el currículum prácticamente único (excepto algunas materias), con el Plan del entonces ministro de Educación Ibáñez Martín (años 40).

Hasta los años setenta no se modificará la Ley General de Educación, fruto de las transformaciones sociales y económicas habidas en el país. Dicha ley anula la prohibición de la escuela mixta y crea las condiciones legales que favorecen su extensión; asimismo, generaliza en la Enseñanza General Básica el mismo tipo de currículum para niños y niñas, al establecer una enseñanza homogénea que duraba hasta los trece años.

La coeducación hoy Para Luis Carbonell, es indiscutible la cuestión del currículo, cuestión que Concapa «como institución católica que es, apoya totalmente. Pero eso no tiene nada que ver con el compartir físicamente la misma clase. Estamos incluso de acuerdo en crear colegios mixtos, para comodidad de los padres, en los que hubiera clases separadas aunque se compartieran algunas actividades».

El problema, según Carbonell, es que se haya impuesto acríticamente el aula mixta, máxime sin que se haya hecho un estudio serio: «La coeducación puede ser ventajosa, puede que no, pero no es un dogma. Si, tras una investigación seria, se demuestra que la coeducación es el mejor sistema, que siga así. Pero de hecho, los estudios realizados en otros países demuestran que, a una cierta edad, separar es mejor para la educación».

Miquel Riera, director del colegio de La Farga en San Cugat del Vallés (Barcelona), se preguntaba en un artículo publicado recientemente: «¿Por qué ese empeño durante tantos años en descalificar a priori la escuela diferenciada? A un tipo de alumno le vendrá bien la educación mixta, mientras que la diferenciada responderá mejor a las necesidades de otro», concluía.

Según Riera, «una clase sólo de niñas, tendrá unas características de variables emocionales, conductuales, evolutivas mucho menos dispares que una clase mixta y por consiguiente, más fácilmente se podrá llegar a cada alumna. La coeducación aporta la complementariedad niño-niña, cierto, pero también la diversidad, disparidad de intereses y aficiones, que dificulta la tarea educativa así entendida».

Para el director de La Farga, la solución pasa por «tener la posibilidad para escoger. La democracia supone libertad de elección. Si sólo se ofrece una opción ¿dónde está la libertad? ¿Qué pasaría si a todos nos obligaran a hacer la revisión del coche en el mismo taller?». «Ya empieza a superarse un modelo que ha hecho un dogma de la coeducación desde hace más de treinta años»,
sentencia.

«La enseñanza mixta se empezó a implantar en España a partir de 1970. La Logse (1984) generalizó el modelo para toda la enseñanza pública. Y muy pronto se aplicó a la escolarización separada los calificativos de «sexista», «discriminadora» y «antisocializante», sin fundamentar científicamente ninguna de estas afirmaciones.

Incluso ha habido denuncias judiciales contra escuelas que optan por la enseñanza separada (por cierto, con sentencias favorables a los centros)», prosigue.

«Los alarmistas de la igualdad llegan al absurdo de afirmar que la escuela es el lugar donde los niños aprenden qué es la vida y, por tanto, una clase de un único sexo es peligrosamente artificial, ya que la escuela ha de ser un espacio de socialización, que facilite actitudes abiertas y libres», apostilla el docente.

«La experiencia de veinticinco años trabajando en escuelas de educación diferenciada me ha permitido comprobar que miles de antiguos alumnos no sólo no están traumatizados sino que llevan a sus hijos a los mismos colegios donde ellos estudiaron», concluye.

La educación separada por sexos cuenta además con notables defensores. Recientemente, el gobierno de Estados Unidos anunció la intención de ampliar la oferta educativa pública dando la opción de escuelas diferenciadas. Esta iniciativa ha encontrado apoyo tanto de demócratas como de republicanos, incluido el de la senadora Hillary Clinton, que en la universidad estudió en el Wellesley College, institución sólo para chicas.

Pero, como es lógico, también la coeducación cuenta con numerosos partidarios. Para Mikel Agirregabiria Agirre, miembro de irakasten.org, una asociación de docentes vascos, la educación de chicos y chicas juntos supone «una cultura en valores éticos de plena igualdad de derechos entre hombres y mujeres». «La vivencia compartida de las mismas tareas escolares, socializándose y formándose conjuntamente está considerada como la fórmula educativa idónea para garantizar la igualdad», añade.

La coeducación, según Agirregabiria, sirve además «para superar una realidad social sexista». «Para preparar al alumnado a interrelacionarse en una sociedad formada por hombres y mujeres, nada es más efectivo que la convivencia temprana. Así se eliminan estereotipos y discriminaciones por razón de género, para la libre elección de estudios o destinos profesionales», considera. Finalmente, la coeducación implica «la plena integración educativa. El mayor reto de la educación del presente radica en la integración no sólo entre géneros, sino desde orígenes y culturas variadas. Se requiere un sistema educativo que capacite para vivir en un mundo intercultural, plurilingüe e intercomunicado»

Más allá del legítimo debate, las asociaciones católicas de padres de familia recuerdan que está en juego una cuestión fundamental de libertad de educación.

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ZENIT Staff

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