La música, un medio para acercarse al misterio de la relación entre el hombre y Dios

El compositor y director de orquesta Ignacio Yepes recibirá mañana el Premio Bravo de Música

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MADRID, 16 octubre 2003 (ZENIT.org-VERITAS).- Entre los galardonados de los Premios Bravo que otorga la Comisión de Medios de Comunicación de la Conferencia Episcopal Española, está este año Ignacio Yepes, Premio Bravo de Música «por su cualificada aportación a la música religiosa actual, contribuyendo a que las celebraciones litúrgicas tengan la belleza musical que siempre ha honrado a la más grande tradición musical española».

Ignacio Yepes hijo de Narciso Yepes, maestro de la guitarra clásica fallecido en 1997 ha sido reconocido internacionalmente como un «sobresaliente director de orquesta», además de un excelente compositor (El himno «Seréis mis testigos», que se entonó durante el último viaje del Santo Padre a España, es obra suya).

Actualmente, es director titular de la Orquesta Clásica Santa Cecilia y Principal Director Invitado de la Orquesta Sinfónica de Murcia. Ha sido Director Titular de la Orquesta Clásica de Madrid y Director Artístico de la Semana de Música Religiosa de Cuenca, trabajo por el que ya obtuvo el Premio Bravo de Música en 1999.

En vísperas de recibir nuevamente el galardón, ha concedido esta entrevista a la Agencia Veritas

–¿Qué ha significado para usted la concesión del Premio Bravo?

–Ignacio Yepes. Mi reacción fue primero de sorpresa e inmediatamente después de agradecimiento. Sorpresa porque estoy seguro de que muchos músicos lo merecen antes que yo y agradecimiento porque entiendo que a través mío se está premiando el trabajo con el que tantos compositores y directores de orquesta y de coro se sumergen en la música religiosa. Lo vivo también como una responsabilidad personal que me compromete a seguir aportando mi granito de arena en la composición y difusión de la música religiosa con la honradez de un artesano riguroso y con la confianza en la luz del Espíritu.

–Háblenos de los discos en los que está trabajando actualmente sobre los sacramentos del Matrimonio y la Eucaristía

–Ignacio Yepes. La música religiosa que yo he compuesto siempre ha sido para alguien. Nunca me he sentado por ejemplo a escribir un «Padrenuestro» sin más. Los rostros de las personas para las que escribo me iluminan y me dictan el contenido y el estilo de cada pieza. Así he compuesto para mi mujer, para mis hijos, para mis padres, para mis amigos, para comunidades religiosas, para celebraciones concretas en días concretos.

Por ejemplo, a lo largo de los años, he recopilado varios cantos que he ido estrenando en la boda de cada uno de nuestros amigos y, en este caso, el sacramento del Matrimonio es el que convoca a la oración y a la escucha.

Me siento muy a gusto trabajando en ese terreno porque tengo la suerte de haber sido bendecido con una esposa y unos hijos maravillosos que me hacen dar gracias a Dios cada día por la plenitud de este sacramento. Pronto saldrá este disco con el título «Sois familia».

Junto a él aparecerá otro, «Bienaventurados», que recoge música de distintos tiempos litúrgicos, compuesta esencialmente para el Monasterio de Buenafuente del Sistal en Guadalajara, cantos para la Eucaristía y un apartado especial dedicado a la Virgen.

–¿Cómo entiende usted la música religiosa?

–Ignacio Yepes. La música religiosa no se puede «entender». Es como una puesta de sol, ¿quién necesita «entenderla»? Sólo se puede contemplar y sentir a través de ella. Yo la vivo como un medio para acercarme al misterio de la relación del hombre con Dios. Sobre todo me ayuda a entrar en la intimidad de la oración personal y especialmente admiro su poder como vehículo inigualable para expresar la fe en comunidad.

Es sin duda un instrumento eficaz para el ecumenismo porque la música es universal, es un lenguaje sin palabras, un lenguaje que no esconde dobles intenciones, que expresa de verdad lo que hay en el corazón del creyente.

–¿Cree que la música sacra actual está en crisis?

–Ignacio Yepes. Hemos pasado una época breve en la que, tal vez por primera vez en la historia de la música, el público en general no necesitaba a sus compositores contemporáneos: prefería beber del arte de los siglos pasados.

Pero creo que esto está cambiando porque poco a poco vamos saliendo de las referencias a los movimientos estéticos concretos o a las diversas modas musicales del momento para adentrarnos más sabiamente casi en una forma religiosa por sí misma, una forma que busca únicamente el estar al servicio de la liturgia y que posibilita la oración a través de la obra de arte.

El problema mayor que aún pervive en la creación de música religiosa es probablemente el que muchos profesionales de la música, compositores e intérpretes con sus carreras consagradas, no sienten la vocación de ofrecer su don de verdaderos conocedores de la música al servicio de la Iglesia, y por otra parte muchas personas de una fe extraordinaria y que podrían contagiarla de una manera muy bella a través de la música no han tenido la formación musical superior que se necesita para plasmar con alta calidad en unos pentagramas esa experiencia interior. Cuando coinciden esos dos elementos el técnico y el espiritual- la música alcanza una hondura muy grande.

–¿Cree que el I Concurso de Polifonía Religiosa organizado por la Academia de Arte e Historia de San Dámaso contribuirá a fomentar la composición e interpretación de música religiosa actual?

–Ignacio Yepes. Sí, y ha comenzado con el listón bien alto y la garantía del prestigio dado que el galardonado fue Sebastián Mariné, grandísimo músico, además de buen amigo.

Es importante fomentar la creación de la música religiosa española contemporánea. Yo lo intenté con apasionamiento en los años en que dirigí el festival de Música Sacra de Cuenca, encargando obras sacras a compositores españoles jóvenes de cuyas plumas nacieron algunas auténticas obras maestras que tuve el placer de estrenar.

Cuando el mensaje sale del corazón, incluso un lenguaje menos cercano se convierte en un icono sonoro en el que se sienten interpelados algunos que ni siquiera podían sospecharlo.

–En una entrevista que su padre, el maestro Narciso Yepes, concedió a la periodista Pilar Urbano en 1988 le confesó que él «tocaba para Dios». ¿Cuál era la sensibilidad religiosa y musical de su padre?

–Ignacio Yepes. Podría estar horas hablando con entusiasmo de mi padre y al mismo tiempo se me hace difícil encontrar las palabras que describen con precisión esa especial fusión que en su vida tuvo la fe con la música.

Para él todo era música, pero todo era alabanza al Creador. Incluso su dura enfermedad la vivió como una posibilidad de sentir la caricia del Padre.

Para comprender su vocación y su pensamiento, basta recordar las palabras que pronunció en su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes, bajo el título de «Ser instrumento»: «Ojalá podamos ser recordados por generaciones
futuras como fieles servidores del único Señor y Dueño al que vale la pena servir. Entonces habrá sido válida nuestra ofrenda en el Arte y habrá dado el Hombre un paso más en la unificación del espíritu con la materia, de lo invisible con lo visible, del cielo con la tierra»

Mi padre intuía que el arte es «la sonrisa de Dios».

–¿Qué destacaría de su intervención ante el Santo Padre en Cuatro Vientos?

–Ignacio Yepes. Fue una experiencia preciosa y un privilegio. Mi trabajo fue un regalo mío para el Papa que se convirtió en un regalo suyo para mí.

Como compositor y director de orquesta, me encontré con una oportunidad única: componer el himno de «Seréis mis testigos» y de parte del resto de la
música que se cantó en el encuentro de Cuatro Vientos y dirigir la Orquesta Clásica Santa Cecilia y el gigantesco coro compuesto por los cinco coros llamados para la ocasión.

Todos los que ahí estábamos haciendo música para el Santo Padre, y que veníamos de procedencias tan diversas, nos sentimos unidos por un lazo que no olvidaremos, y que seguro tiene que ver con la fuerza que él nos transmitió y con la que nos convocaba y nos comprometía. Nosotros hemos cantado a los cuatro vientos nunca mejor dicho- de qué queremos ser testigos: de confianza, de perdón, de la Cruz y de la Pascua, de Resurrección, de paz, de Amor, en definitiva, testigos de Cristo.

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ZENIT Staff

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