CIUDAD DE MÉXICO, 2 octubre 2003 (ZENIT.org).- El cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, invitó el martes pasado a un grupo de periodistas a examinar su responsabilidad ante el don de la comunicación, una «oportunidad que Dios nos brinda de incidir positivamente en las vidas y esperanzas de nuestros semejantes».
Con motivo de la peregrinación de los directivos y personal del diario mexicano «El Universal», en el 87º aniversario de su fundación, el purpurado reconoció que «hoy vivimos inmersos en un ambiente predominante de libertinaje mediático, en el que se echa de menos la responsabilidad social, el juicio ponderado y justo, la noticia apegada a la verdad y a la caridad».
«A veces por irreflexión, a veces por prejuicios, el comunicador se ve tentado (…) a quemar con el fuego del escándalo a quien sustenta tesis diferentes, a quien parece representar intereses distintos, a quien es señalado como culpable sin que medien pruebas ni veredicto judicial», constató el prelado en su homilía.
«Entonces no es la verdad la que guía e ilumina al comunicador –advirtió–, sino el afán interno de tramar el mal en contra del otro (…). Dios no espera que cada comunicador se erija en tribunal de discordia, sino de justicia que asegure la paz»
Ante estos riesgos, el prelado exhortó a la plantilla de «El Universal» y a todos los profesionales de los medios a que a través de su información se puedan descubrir «los valores que dignifican al ser humano, valores que directa o indirectamente le abren el panorama de la senda que conduce a Dios».
«Son ustedes, efectivamente, los comunicadores y no los medios quienes cincelan la imagen de la comunicación social, quienes marcan su huella ética al ofrecer distintas visiones de la vida, del quehacer político, económico y social, de todas las realidades que envuelven al ser humano», explicó el cardenal Rivera.
«De ahí la necesidad de superar el peligro del recurso a la hipótesis ofensiva, a la calumnia, al falseamiento de los hechos», explicó.
«No debemos temer practicar el bien, la justicia, la verdad. […] Jesús no vino a condenar sino a salvar, actitud que fácilmente se olvida en las comunicaciones sociales», observó el purpurado.