CIUDAD DEL VATICANO, 30 octubre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II considera que la «nueva evangelización» exige hoy testigos del Evangelio que hablen más con los hechos que con palabras.
Así lo explicó este jueves al encontrarse con 21 obispos de Filipinas de las provincias eclesiásticas de Manila, Lingaven-Dagupan, Nueva Segovia, San Fernando, Tuguegarao y del ordinariato militar.
Se trataba del tercer y último grupo de prelados de la Conferencia Episcopal de ese país, que han realizado en las últimas semanas su visita «ad limina Apostolorum», ofreciendo la oportunidad al Papa de encontrarse en audiencias personales con casi la totalidad del episcopado.
En esta ocasión, el Santo Padre concentró su discurso a los obispos del país, «hogar de la presencia católica en Asia más numerosa y una de las comunidades católicas más vibrantes del mundo», en el compromiso de una «renovada evangelización integral».
«La nueva evangelización reconoce con claridad que uno de sus elementos esenciales es el testimonio»¸ comenzó constatando.
«El mundo de hoy está constantemente bombardeado con palabras e información –reconoció–. Por este motivo, y quizá más que nunca en la historia reciente, lo que hacen los cristianos debe hablar con más fuerza que lo que dicen».
«Quizás esta es la razón por la que la vida de la Madre Teresa de Calcuta habla a tantos corazones», consideró.
«De hecho –aseguró–, la gente confía más en los testigos que en los maestros, en la experiencia que en lo que se enseña, y en la vida y las obras que en teorías. Por ello, el testimonio con amor de la vida cristiana siempre será la primera e irremplazable forma de misión».
Este es el espíritu que explica el compromiso de la Iglesia a favor del desarrollo y de los programas sociales al servicio de los necesitados, subrayó el obispo de Roma.
Al ilustrar la obra de nueva evangelización que tiene que afrontar la Iglesia en Filipinas, el Papa concluyó ilustrando algunos de sus desafíos más actuales.
En concreto, mencionó: «la participación de algunos católicos en las sectas que sólo testimonian lo supersticioso; la falta de familiaridad con las enseñanzas de la Iglesia; el apoyo a algunas actitudes que van contra la vida, entre las que se encuentran la promoción activa del control natal, el aborto, y la pena de muerte».
En definitiva, sintetizó, el desafío está en superar «la persistente dicotomía entre fe y vida».