Del reciente fracaso en materia de desarme en las Naciones Unidas hizo memoria el arzobispo Celestino Migliore --observador permanente de la Santa SEDE ante la ONU-- al intervenir el 3 de octubre ante el I Comité de la Asamblea General –en el curso de la 60ª sesión de ésta-- sobre el tema «Desarme General y Completo».

Sesenta años de vida de la institución se celebraron el mes pasado y, como recordó el prelado, el borrador preparado por la Cumbre --a la que acudieron los líderes mundiales-- pedía a los Estados «perseguir e intensificar negociaciones con vistas a avanzar en el desarme general y completo y fortalecer el régimen internacional de no proliferación».

«Les animaba a fortalecer el Tratado de No Proliferación Nuclear y las convenciones sobre armas químicas y biológicas», añadió.

Pero el documento final calló sobre todo ello (Cf. Zenit, 25 septiembre 2005), una exclusión «que el secretario general tachó de "deshonra"», subrayó el arzobispo Migliore.

Y ello no ocurrió porque a la mayoría de los líderes y gobiernos no les interesara --es más, muchos mostraron gran preocupación por los elevados riesgos de la proliferación de armas de todo tipo--, «pero la presión es tal que las legítimas y graves preocupaciones de muchos, especialmente los más vulnerables y marginados, frecuentemente se dejan de lado», constató.

Y aunque «la apertura de la Convención para la Supresión de Actos de Terrorismo Nuclear ha sido un paso importante hacia la reducción» de tal riesgo, «sigue siendo deplorable que la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación» nuclear de mayo «acabara sin una sola decisión sustancial», lamentó.

Nuevamente dio la alarma el arzobispo Migliore sobre el hecho de que «las armas nucleares se están convirtiendo en una característica permanente de algunas doctrinas militares» y de que «se ha producido un dramático incremento del 20 por ciento del gasto militar mundial en los últimos dos años».

La venta conjunta de armas de las 100 primeras compañías fabricantes aumentó un 25 por ciento en un año; por su parte la cifra de muertos por armas pequeñas no es inferior a 500 mil anualmente, mientras que de las Conferencias de la ONU sobre este tema aún no ha salido «ningún instrumento de prohibición legal sobre el traspaso de armas pequeñas», recalcó.

A este panorama se añade que «el comercio legal de armas una vez más está en aumento», que «el flujo ilegal de armas a las zonas de conflicto del mundo es responsable de incontables muertes» y que «están creciendo los ataques terroristas con rifles de asalto, armas automáticas, granadas de mano, minas terrestres, lanzamisiles portátiles y pequeños explosivos», denunció el prelado.

Es por lo tanto «decepcionante --considera el prelado-- que los principios y progresos del desarme están siendo debilitados tanto por la reticencia de algunos al desarme como por la falta de voluntad de otros de reprender públicamente tal actitud».

Por su parte, según expresó, «la Santa Sede reafirma la importancia del control de armas y del desarme, que son pilares fundamentales de la arquitectura de la paz».

En vista de la realidad que describió, el arzobispo Celestino Migliore recordó el «deber» que tienen «todos los miembros de las Naciones Unidas» «de seguir trabajando en los elementos técnicos, legales y políticos de la agenda de desarme».

Una «obligación» que cobra relevancia habida cuenta de la relación entre «desarme, desarrollo y seguridad», reconoció.

Por eso insistió en su intervención ante el Comité en el deber de éste de desarrollar alternativas al militarismo, además de su «especial responsabilidad este año de reparar» en lo posible «la omisión sobre el desarme» en el documento final de la reciente Cumbre de la ONU.

«Tenemos la responsabilidad de pasar del análisis a la acción»; la humanidad «merece estar libre del azote de la autodestrucción», concluyó.