PARÍS, miércoles 3 de marzo de 2010 (ZENIT.org).– El Studium de la Comunidad San Juan ha organizado un debate sobre “Política y Religiones ante el futuro” en la sede de la UNESCO en París los días 19 y 20 de marzo.
Hará “dialogar las sabidurías religiosas, en particular la sabiduría cristiana y la sabiduría filosófica”, destaca el observador permanente de la Santa Sede en la UNESCO, monseñor Francesco Follo, en la siguiente entrevista a ZENIT.
– ¿Cuál es la cuestión de fondo de este coloquio, que cuenta con el doble patronazgo de la UNESCO – está prevista la intervención de su directora general, Irina Bokova – y del Consejo Pontificio de la Cultura?
Monseñor Francesco Follo: Una pequeña afirmación preliminar: no hay que olvidar la especificidad de la situación del hombre en el mundo. El hombre es el único ser del universo que forma parte de dos “mundos”: el de los Cuerpos y el de los Espíritus, abierto a la trascendencia.
Habría que formar, pues, la conciencia de las personas para comprender y vivir, para ver en sí mismos y respetar en los demás la complejidad de la experiencia de la libertad.
También habría que encontrar y proponer las motivaciones y los instrumentos para que el hombre “religioso” y el hombre “político”, o mejor, la dimensión religiosa y la dimensión política del hombre, vivan juntas en la esfera privada y en la esfera de la relación comunitaria, social (de individuo a individuo, de individuo a sociedad).
Finalmente, habría que educar y formar al ciudadano en esta dimensión completa que Jacques Maritain llamó “humanismo integral”.
Para lograr este objetivo, el simposio hará dialogar las sabidurías religiosas, en particular la sabiduría cristiana y la sabiduría filosófica.
De esta manera, habrá una verdadera cooperación entre políticos, filósofos, teólogos y religiosos, para una teoría y una práctica del bien común.
– Usted habla del “bien común”… Uno de los principales oradores será el cardenal Peter Turkson, presidente del Consejo Pontificio “Justicia y Paz”: la enseñanza social tan rica de la Iglesia católica, ¿habla a todas las culturas?
Monseñor Francesco Follo: Yo daría dos respuestas. La primera viene de los hechos, de la realidad de la existencia.
Los mártires cristianos, que dan testimonio de su compromiso con Dios y con los hombres hasta consecuencias extremas, se unen al compromiso de todos los hombres.
Se ha dicho que “las encíclicas han sido escritas con la sangre de los mártires”.
Para que el Evangelio entre en una cultura, debe encontrar el camino del hombre, penetrando las diferentes culturas, incluso al precio de la vida de estos testigos que son los mártires, mártires “para” los demás y no contra los demás.
Así, la Doctrina social de la Iglesia se convierte en la voz de los que no tienen voz: se habla de “opción preferencial por los pobres”. El sujeto de la Doctrina social de la Iglesia es la humanidad misma.
La segunda respuesta viene también de la historia. Con la encíclica Centesimus Annus (1991), la universalidad de la Doctrina social de la Iglesia dio un paso más.
El Papa Juan Pablo II destacó que millones de personas, con su compromiso, han inspirado la Doctrina social de la Iglesia.
A lo largo de la historia, ha habido “un gran movimiento por la defensa de la persona humana y la defensa de su dignidad”, pero en colaboración con los creyentes de otras religiones y con las personas de buena voluntad.
Recientemente, el Papa Benedicto XVI, en su encíclica social Caritas in veritate
Esta caridad se basa en la verdad. En efecto, una caridad que no esté fundamentada en la verdad es un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente (Caritas in veritate n. 3).
Le pongo un ejemplo. Si un hombre tiene hambre, no es difícil comprender lo que es bueno para ese hombre: comer. No es difícil saber lo que es el bien de ese hombre: alimentarse suficientemente.
Así pues, a la cuestión sobre el bien del hombre, he respondido con certeza: es la alimentación. He dicho la verdad sobre el bien del hombre.
Si a un hombre hambriento le doy ropa, y no alimento, no le querré de verdad, no querría su bien. La “caridad en la verdad” significa querer el bien del otro, verdadero y real.
– El cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París, presidente de la Conferencia de los obispos de Francia, presidirá la Eucaristía, ¿qué lugar ocupa esta celebración en el simposio?
Monseñor Francesco Follo: El arzobispo de París presidirá la Santa Misa del sábado 20 de marzo por la mañana, que los participantes del Coloquio celebrarán en la bella Capilla de Nuestra Señora del Buen Consejo, a unas decenas de metros de la UNESCO.
Creo que se ha querido la Misa también para destacar que el diálogo entre las personas debe arraigarse en el diálogo con Dios.
Los dos diálogos no pueden ser opuestos, los dos tienen su justificación y su necesidad teológica y espiritual.
No es suficiente decir que hay una separación legítima. Hay que explicar y demostrar la fecundidad de su relación recíproca.
Si es necesaria una defensa “espiritual” del diálogo con los hombres, todavía es más importante ver cómo la oración se encuentra en el origen y el futuro del diálogo.
La oración está en el origen profundo del diálogo fraterno porque “gracias a ella”, puedo pronunciar palabras que vienen de Dios.
Ella es también el futuro de las palabras fraternas, porque en la palabra dirigida al prójimo hay ya una palabra a Dios.
Las palabras meramente humanas corren el riesgo de ser como las palabras de unos prisioneros a otros prisioneros.
¿Qué tipo de noticias podrían comunicarse las personas encerradas en la cárcel, sin información procedente del mundo de la libertad y de la vida?
No muy interesantes ni realmente originales. La novedad viene del exterior, viene de arriba, de Dios que nos escucha y que, a través nuestro, habla a los hombres.
– El debate quiere ser no sólo intercultural sino también interreligioso: destaca la participación del gran rabino Haïm Korsia, capellán general israelí del Ejército del aire, y de M. Tareq Oubrou, teólogo, imán de la mezquita de Burdeos: las tres grandes religiones monoteístas han tenido una relación muy diferente a la política…
Monseñor Francesco Follo: Se dará cuenta de que las religiones y las culturas asiáticas y africanas también tienen algo que decir en este encuentro, cuyo objetivo es aportar una contribución a la “gobernanza”.
Después de las diferentes crisis (política, económica, financiera) que atraviesa el mundo, y treinta años después del discurso de Juan Pablo II en la UNESCO, el Studium San Juan ha querido destacar las aportaciones de la filosofía y de las religiones a la gobernanza sobre cuestiones de actualidad como las relaciones entre justicia y paz, el lugar de los pobres en la sociedad, la lucha por la dignidad humana, la tensión entre la lógica del bien y la búsqueda de la lógica financiera, económica y política, y la responsabilidad respecto a la familia humana.
– Usted que es filósofo de formación, ¿qué mediación representa la reflexión filosófica en el diálogo de las culturas?
Monseñor Francesco Follo: El cristianismo es la religión del Logos. Así pues, en el diálogo, los cristianos deben estar atentos para permanecer fieles a esta orientación: vivir una fe que viene del logos, de la razón creadora, y que, por tanto, está abierta a todo lo que es realmente rac
ional, lo que es cultura.
“La” cultura es un acontecimiento, más que un don acabado. Yo no tengo la pretensión de contribuir a la cultura del mañana.
Es suficiente con abrir los ojos y los oídos, sin embargo, para percibir que no sólo las grandes culturas tienen un valor universal, sino incluso las que dialogan entre ellas en la obra de los grandes artistas.
Homero no escribió sólo para los griegos, sino para todos nosotros. Shakespeare no escribió sólo para los ingleses, sino para todos nosotros.
La Biblia no fue compuesta sólo para un pequeño pueblo de Oriente Medio, o para algunos grupos de cristianos, sino para todos.
Todavía más. Pienso en Keith Jarrett, uno de los grandes músicos de jazz del momento: es también un gran intérprete de Bach, y no se pueden entender sus improvisaciones sin reparar en la influencia de la música india.
La universalidad es la pretensión de las culturas; “la interculturalidad”, el ritmo normal de pertenencia a una cultura, y el ritmo normal de la vida de la cultura.
Seamos realistas, el diálogo intercultural es un diálogo que conducimos en paz con nosotros mismos, y en el que constatamos todos los frutos en nosotros mismos.
Seamos realistas también, ninguna ley regula un diálogo de este tipo. Los Estados pueden favorecerlo: habría que dar dinero a la Universidad de Pekín para que las obras de Kierkegaard sean accesibles, que lo son poco, en lengua china.
Pero lo que hacen aquí los Estados debería hacerse antes de que los Estados se preocuparan. El hombre cultivado es un hombre intercultural.
Podemos llevar más lejos el argumento y decir que “la interculturalidad” es un hecho, antes que un deber que cumplir.
“La interculturalidad” no espera, para ser inscrita en toda cultura un poco rica, a que nos formemos el concepto.
Nosotros estamos aquí en la situación de los que constatan, escriben la historia, y quieren -evidentemente- que el futuro sea fiel al pasado.
Nosotros estamos también, podría decirse, en la situación de los garantes: si es necesario que las grandes obras de Oriente se traduzcan a lenguas ocidentales, habrá que poder ir a ayudar a los traductores y a los editores.
Pero, igual que la UNESCO no ha inventado la cultura, ni la ha definido, tampoco ha creado « la interculturalidad », ni la ha definido, y puede estar contenta de desempeñar la función de ayudar.
Así será fiel a su definición. Y permítame repetir que es en el respeto a la verdad, a la singularidad, como servimos con más fidelidad a las ciudades, en plural, a las culturas, en plural, y también a la cultura, en singular.
– ¿Cómo definir el diálogo para llegar realmente a dialogar?
Monseñor Francesco Follo: El diálogo no es sólo un intercambio de ideas, debe ser siempre un intercambio de dones (Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Lumen Gentium, 13).
Hay diálogo cuando alguna de las dos partes “sale” de ella misma, se abre a la diversidad que es la alteridad del otro, teniendo como consecuencia el “intercambio” de temas, su “transformación”.
A través del diálogo, y como efecto del diálogo, siempre hay una apertura de horizontes.
Querría terminar proponiéndole uma imagen que resume lo que estoy diciendo: “Cuando la mariposa llega, la flor se abre, cuando la flor se abre, la mariposa llega”.
[Entrevista realizada por Anita Sanchez Bourdin, traducción del francés por Patricia Navas]