ROMA, martes 3 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Uno de los temas que en los países musulmanes crean tensiones contra las minorías cristianas, es, sin duda, el de las conversiones. En un artículo publicado el 29 de agosto de 2007 en AsiaNews, el islamólogo y jesuita egipcio, Samir Khalil Samir, habló de una “verdadera y propia obsesión hacia las conversiones” en el mundo islámico.
Como recordaba el padre Samir, docente en la universidad de San José en Beirut, hay al menos 7 países musulmanes, entre los que destacar Arabia Saudita, Irán y Nigeria, en la que se aplica la pena de muerte a quien se convierte del Islam a otras religiones. La conversión se considera, de hecho, “como una acción de apostasía que merece la muerte”. Otros países, entre los que está el “moderado” Egipto, condenan a cárcel por ultraje al Islam o por haber provocado escándalo (fitna) haciendo público el cambio de religión. Otra estrategia para deshacerse de un incómodo convertido es obligarle a emigrar, como es el caso del escritor y teólogo egipcio Nasr Hamed Abu Zaid, que sufrió una “fatwa”, pudiendo escapar en los años '90 a Holanda.
De este modo, hace poco, concluyó felizmente un caso muy dramático y emblemático para el nivel de persecución hacia los convertidos del Islam en Egipto. Se trata del de Maher Ahmad El-Mo'otahssem Bellah El-Gohary, de cincuenta y tres años de edad, y el de su hija de diecisiete, Dina Mo'otahssem. Según lo relatado por Compass Direct News (21 de abril), después de un infierno que duró varios años, el hombre llegó, junto a su hija, el pasado 30 de marzo a París desde Damasco.
En la capital francesa, donde ha pedido asilo, El-Gohary se dirigió el pasado 18 de abril a la embajada americana para pedir asilo también en los Estados Unidos, donde ya vive su segunda mujer (también ella es una convertida). Los dos cónyuges no se ven desde marzo de 2009.
Esta situación se desbloqueó gracias a un permiso obtenido por vía judicial para el expatrio, después de la “Revolución del 25 de enero” y gracias a la caída del presidente Hosni Mubarak. Huyeron el 22 de febrero a Damasco, donde El-Gohary y su hija también se sentían en peligro. Después de una acogida muy fría en la embajada de los Estados Unidos de Damasco, el convertido se dirigió, gracias al consejo de la embajada de la Santa Sede, a la de Francia, para pedir una visado de entrada que se le concedió el mismo día. “Aprecio verdaderamente los que el embajador francés ha hecho por nosotros”, declaró El-Gohary. “Nos ha salvado”.
El acercamiento al cristianismo de El-Gohary (o Peter Athanasius, como también es conocido) comenzó hace casi 40 años, cuando frecuentaba la academia de policía y compartía su habitación con un alumno perteneciente a la minoría copta. Los episodios de “bulling” hacia su compañero cristiano suscitaron el interés del joven, que no conocía el cristianismo. Como sucede a menudo en estos casos, creció en El-Gohary el deseo de leer la Biblia, decisión que provocó en sus padres un fuerte desagrado -su padre es un policía de alto rango-, por que lo consideraban “verdaderamente un libro pésimo” (CDN, 25 de mayo de 2010).
Al aspirante a policía le afectó profundamente la cita del Evangelio que cuenta el encuentro entre Jesús y una mujer sorprendida en adulterio, que Él salva de la inminente lapidación con la conocida frase: “El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra” (Jn. 8,7). El-Gohary también se sintió muy atraído por la concepción cristiana del Paraíso, tan distinta de la islámica, con sus placeres de los sentidos.
Su decisión de seguir a Cristo, tomada después de una visión luminosa acompañada de una fuerte sensación de paz, expuso a El-Gohary a crecientes presiones de “bulling” en el interior de la academia, incluso de parte de sus superiores. Mientras decide abandonar su carrera en el cuerpo de policía, su conversión también provoca una crisis en su matrimonio con una musulmana, que pide y obtiene el divorcio.
La vida de El-Gohary, que mientras tanto se casó con otra musulmana (pero que se convirtió a su vez), se transforma en una pesadilla en agosto de 2008, cuando denuncia al gobierno egipcio, pidiendo el derecho de cambiar su pertenencia religiosa en el carnet de identidad. El objetivo era evitar que su hija fuese considerada “apóstata” y se vea obligada a seguir en la escuela los cursos de religión islámica u obligada a casarse con un musulmán. En Egipto, los hijos son inscritos en el registro con la religión del padre y a las mujeres musulmanas no se les permite casarse con un hombre de otra religión.
Esta acción suscitó tal clamor, que padre e hija se vieron obligados a esconderse y vivir en lugares secretos. Sufrieron agresiones verbales (incluso desde los megáfonos de las mezquitas) y físicas (ignorantes lanzaron una sustancia ácida sobre la chaqueta de la hija, por fortuna sin causarle ninguna lesión). Incluso las actividades más sencillas, como ir al supermercado a hacer la compra o visitar una iglesia, se vuelven peligrosas. En mayo de 2009, el Consejo de Estado decide que, cambiando de religión El-Gohary ha violado la ley islámica y podría incluso sufrir la pena de muerte. El 13 de junio confiscan su pasaporte en el aeropuerto internacional del Cairo, impidiéndole salir del país. El 9 de marzo del siguiente año, el Tribunal del Consejo de Estado en Giza se niega a devolverle el documento.
“Creo que es una manera de castigo para dar ejemplo a otros musulmanes que pretenden convertirse”, comentó El-Gohary hablando de las acciones tomadas hacia él (CDN, 25 de mayo de 2010). No obstante, el hombre no cede y decide seguir su lucha. “quiero mostrar a la gente – afirmó – la cantidad de persecuciones que los convertidos del Islam sufren aquí, y que esta persecución se ha llevado a cabo durante 1.400 años”.
La situación fue definida como “dura, muy dura” por El-Gohary. Sobre todo para la hija adolescente, pasando los últimos años sin amigas o compañeras, la vida marcada por el aislamiento ha sido muy pesada. “Tengo mucho, mucho miedo”, admitió hace un año la joven. “No entiendo porque se me trata de este modo”, continuó diciendo la joven, cuyo sueño es convertirse en estilista.
“Elegí esta religión porque me gusta. ¿Por qué se me ha de tratar de este modo?”, dijo Dina, que en noviembre de 2009 escribió una carta al presidente estadounidense Barack Obama para llamar la atención sobre la persecución de los cristianos en Egipto.
También para Dina la fuga de Egipto -definida por su padre como “un milagro de Dios”- y la llegada a Francia, marca el final de una larga pesadilla y el inicio de una vida nueva. Sin duda una buena noticia en este tiempo pascual.
Por Paul De Maeyer. Traducción del italiano por Carmen Álvarez