ROMA, jueves 5 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- El próximo 6 de mayo se estrena en Estados Unidos There Be Dragons, una historia de amor, guerra y perdón escrita y dirigida por Roland Joffé (The Misión, The Killing Fields, City of Joy) en la que el fundador del Opus Dei es uno de los personajes centrales.

En esta entrevista concedida a ZENIT, Joaquín Navarro-Valls, portavoz de Juan Pablo II y de Benedicto XVI de 1984 a 2006, explica los motivos por los que decidió invertir en esta película, junto a varias empresas de televisión y alrededor de un centenar de inversores privados.

--Usted ha convivido más de 20 años con el ahora beato Juan Pablo II, de quien fue portavoz y estrecho colaborador, y ha vivido durante cinco años con san Josemaría Escrivá, que es uno de los personajes de esta película. ¿Qué elementos comunes encuentra entre estas dos personas santas?

Joaquín Navarro-Valls: Desde el punto de vista humano y psicológico, yo diría que tenían en común un gran sentido del humor, que en ambos se prolongó hasta el momento de su muerte. Otro rasgo era la capacidad de llevar la iniciativa. Se adelantaban a las necesidades de los demás y a las necesidades de su tiempo, sin limitarse a reaccionar a los problemas o los retos que se planteaban en cada momento.

A nivel espiritual, eran dos figuras con una fuerte conciencia de estar en las manos de Dios y de desear cumplir su voluntad. San Josemaría se definía a sí mismo como un “chiflado” por el amor de Dios. El Beato Juan Pablo II perdía la noción del tiempo cuando se ponía a rezar delante de un Sagrario.

Josemaría Escrivá y Karol Woytila, al mismo tiempo, eran personas de carne y hueso, muy de su tiempo. Cuando hemos conocido a un santo, cuando nuestra propia vida se ha cruzado con la suya, pienso que tenemos que modificar esa idea de la santidad que aparece en el arte barroco, centrada sobre todo en momentos extraordinarios. Es una idea a la que faltaba realismo, consistencia, proporción. Estos dos santos muestran que la santidad está unida a la realidad material y a todo lo humano: les he visto hacer suyas las alegrías y las penas de los que les rodeábamos, reír y emocionarse con quienes tenían alrededor. El santo me parece que es siempre un realista: con el realismo que da ver las cosas con la mirada de Dios.

Josemaría Escrivá y Karol Woytila nos hacen ver que en este mundo nuestro de realidades humanas y concretas, hay un “algo divino” que está ya ahí esperando que el hombre sepa encontrarlo, que todo actividad y todo momento tiene su trascendencia divina. Diría también que en ambos latían algunas visiones teológicas comunes, como el interés por la llamada "teología del laicado". La aportación de Josemaría Escrivá, desde que en 1928 fundara el Opus Dei, ha sido inmensa en este aspecto. Y pienso que Juan Pablo II, al proceder a su canonización, deseaba también proclamar de modo más solemne este ideal de la santidad en la vida ordinaria.

--¿Por qué ha decidido implicarse personalmente en “There Be Dragons”?

Joaquín Navarro-Valls: Como usted mismo recordaba, en mi vida he convivido con dos santos. De alguna manera, sentía en mi conciencia la responsabilidad de transmitir esta vivencia singular, y pensé que el cine podría ser un instrumento adecuado.

En 2005 colaboré en una coproducción ítalo-estadounidense sobre Karol Wojtyla, pilotada desde Italia por la productora Lux Vide. Cuando, poco después, Roland Joffé y el productor de “There Be Dragons” me hablaron de su proyecto, me pareció atractivo. Y decidí invertir en ese film. Me resultó interesante el planteamiento de Joffé. El director construye una historia de vidas paralelas (como en “La Misión” o en “Los gritos del silencio”) en la que Josemaría Escrivá es uno de los personajes centrales. No presenta la vida de un santo, sino la vida compleja de unas personas en las que un sacerdote santo incide decisivamente. La trama desarrollada por Joffé va a un tema como el sentido del perdón que tiene una significación eterna en la historia humana.

--¿Qué le ha parecido el resultado?

Joaquín Navarro-Valls: Me parece que estamos ante una cinta llena de humanidad, fuerza dramática y seducción. Y esto lo confirman los datos de audiencia que está alcanzando en España, donde ya lleva seis semanas en los cines. Comparto la opinión de muchos: Roland Joffé ha vuelto a sus mejores momentos y ha realizado una película que conmueve y entretiene.

Yo creo que es una gran historia de pasiones humanas que se resuelve con el tema del perdón, que es el núcleo central de la película: la narración de ese personaje ambiguo que se llama Manolo Torres (Wes Bentley), que acaba la vida resolviendo el problema con su hijo. Es un momento muy emotivo del film pero, sobre todo, es el momento de la verdad de este film.

Sin preverlo, Roland Joffé ha puesto en marcha un movimiento de gentes que se ven impulsadas a perdonar. Los productores reciben a diario mensajes de agradecimiento (algunos de ellos se encuentran en Internet) de personas que ven la película y deciden regresar a casa después de años de separación, de cónyuges que se reconcilian, de padres e hijos que vuelven a aceptarse, de otros que vuelven a Dios tras un largo periodo de distanciamiento. Como inversor, estas reacciones son una gratificación estupenda, de valor incalculable, superiores al retorno económico.

--Algunos han visto "There Be Dragons" como una respuesta a "El Código Da Vinci".

Joaquín Navarro-Valls: El director de la película (Roland Joffé) y los productores han dicho en numerosas ocasiones que su intención no era responder a nadie, entre otras cosas porque quizá consideran que su película está en un nivel superior, tanto artísticamente como desde el punto de vista del puro entretenimiento: hay mucha belleza visual y sonora, y hay muchas pasiones y emociones que es difícil que dejen indiferente.

Sin embargo, aunque no hayan pretendido contestar a nada, pienso que There Be Dragons es de hecho una formidable respuesta a El Código Da Vinci porque expresa cinematográficamente la verdad sobre cuestiones relativas al mensaje cristiano y a la Iglesia que la historia de Dan Brown falsificaba. Me encantaría que muchos seguidores de El Código Da Vinci vieran y disfrutaran There Be Dragons, y pudieran hacerse un cuadro más completo y real sobre estos temas sobrenaturales de la gracia de Dios y la santidad a la que todo ser humano puede aspirar. Estoy convencido de que el mismo señor Brown apreciará esta historia, cuando pueda verla.

Por Jesús Colina