QUITO, martes, 24 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- La Conferencia Episcopal Ecuatoriana ha anunciado este martes una solución de “comunión” para superar polémicas surgidas después de que la Santa Sede decidiera queel vicariato apostólico de San Miguel de Sucumbíos, fronterizo con Colombia, pasaría a ser administrado de los Carmelitas Descalzos a los Heraldos del Evangelio.

Conforme a las disposiciones emanadas por el superior general de la Orden de Carmelitas Descalzos, ha explicado un comunicado emitido por la secretaría del episcopado, “el equipo de frailes carmelitas que servía en San Miguel de Sucumbíos ha salido de la zona y ha entregado formalmente a monseñor Angel Polivio Sánchez Loaiza [obispo de Guaranda y secretario general de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana], delegado pontificio, los espacios y tareas que corrían a su cargo”.

Por su parte, los misioneros Heraldos del Evangelio, que debían haber ocupado su lugar, “luego de una serena revisión de todas las circunstancias, han considerado oportuno, como un gesto de delicadeza y disponibilidad con el Santo Padre, poner en sus manos la comisión recibida”.

El anuncio tiene lugar después de que en octubre pasado la Oficina de Información de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana anunciara que el papa nombró como administrador apostólico del vicariato, mientras se encuentra vacante la sede Sucumbíos, al padre Rafael Ramón Ibarguren Schindler, EP, actual capellán y asistente espiritual del colegio Heraldos del Evangelio Internacional de Asunción en Paraguay.

Benedicto XVI había aceptado la renuncia, por límite de edad, presentada por monseñor Gonzalo López Marañón, carmelita descalzo español de 77 años, vicario apostólico de Sucumbíos, en Ecuador, según anunció la Oficina de Información de la Santa Sede el 30 de octubre.

La sustitución de un religioso carmelita por un sacerdote de esa familia religiosa fue criticada por el presidente de Ecuador, Rafael Correa, quien amenazó con vetar la designación del futuro obispo y suscitó duras polémicas entre personas que se posicionaron del lado de una de las dos familias religiosas.

Para paliar la carencia de sacerdotes que genera la salida tanto de los Carmelitas como de los Heraldos del Evangelio, “según las peticiones cursadas hace algunos meses, las arquidiócesis de Quito y Guayaquil, con las diócesis de Ibarra, Ambato, Loja y San Jacinto de Yaguachi, se disponen a enviar algunos sacerdotes diocesanos que colaboren en la labor pastoral al servicio del vicariato”.

Todas estas medidas, según ha declarado Monseñor Sánchez Loaiza, tienden a “robustecer el espíritu de comunión, para que la unidad de las comunidades cristianas sea testimonio de fidelidad a Jesucristo y a su Iglesia”.