CIUDAD DEL VATICANO, lunes 30 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió a los miembros de una delegación de la Marianische Männer-Congregation “Mariä Verkündung» (Sodalicio Mariano) de Ratisbona (Alemania), a quienes recibió en la Sala de los Papas del Palacio Apostólico Vaticano.
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Querido Señor Presidente,
¡queridos compañeros!
Un cordial «Vergelt’s Gott» [“Dios os lo pague”], por su visita, por el don, por el eco de haber sacado del cajón una fecha olvidada de mi vida. Es una fecha que no es “pasado” simplemente: la admisión en la Congregación mariana mira al futuro y no es simplemente un hecho pasado. Es por eso, que 70 años después es una fecha del “hoy”, una fecha que indica el camino hacia el “mañana”. Os estoy agradecido por haber “sacado” esta fecha y estoy muy contento por ello. Le agradezco de corazón a usted, querido presidente, sus amables palabras que vienen del corazón y al corazón van. En ese momento, entonces, eran tiempos oscuros, estaba la guerra. Hitler había sometido un país detrás de otro, Polonia, Dinamarca, los estados del Benelux, Francia y en abril de 1941 -justo en esta época, hace 70 años- había ocupado Yugoslavia y Grecia. Parecía que el continente estuviese en las manos de este poder, que al mismo tiempo, ponía en duda el futuro del cristianismo. Nosotros fuimos admitidos en la Congregación, pero poco después comenzó la guerra contra Rusia; el seminario fue disuelto, y la Congregación -antes de que fuese reunida, que consiguiese reunirse- fuera dispersada a los cuatro vientos. Asó lo que no se consideró como “fecha exterior” de la vida, sin embargo se quedó como “fecha interior” de la vida, porque siempre ha estado claro que la catolicidad no puede existir sin un comportamiento mariano, que ser católicos quiere decir ser marianos, que esto significa el amor por la Madre, que en la Madre y por la Madre encontramos al Señor.
Aquí, a través de las visitas “ad limina” de los obispos, experimento constantemente como las personas -sobre todo en América Latina, pero también en el resto de continentes -pueden encomendarse a la Madre, pueden amar a la Madre, y a través de la Madre, después, aprenden a conocer, a comprender y a amar a Cristo; experimento como la Madre continúa encomendando el mundo al Señor; después de la guerra y creo que hoy no haya cambiado mucho, ni tampoco mejorado – la mariología que se enseñaba en las universidades alemanas era un poco austera y sobria. Creo que hemos encontrado la esencia. En este tiempo, nos dirigían a Guardini y al libro de su amigo, el párroco Josef Weiger, «Maria, Mutter der Glaubenden», el párroco (Maria, Madre dei credenti), que se refiere a las palabras de Isabel: “¡Beata tú que has creído!” (cfr. Lc 1,45). María es la gran creyente. Ella ha retomado la misión de Abraham de ser creyente y ha concretado la fe de Abraham en la fe en Jesucristo, indicándonos, de esta manera, a todos nosotros, el camino de la fe, la valentía de encomendarnos a este Dios que se da en nuestras manos, la alegría de ser sus testigos; y después su determinación a permanecer firme cuando todos huyeron, la valentía de estar de parte del Señor cuando parecía perdido, y hacer propio el testimonio que ha conducido a la Pascua.
Estoy contento de oír que en Baviera hay casi 40 mil compañeros; que todavía hoy hay hombres, que junto a María, aman al Señor, que a través de María, aprenden a conocer y a amar al Señor, y, como Ella, dan testimonio del Señor en las horas difíciles y en las felices, que están con Él bajo la Cruz y que continúan viviendo alegremente la Pascua junto a él. Os agradezco a todos vosotros que mantengáis en alto este testimonio, para que sepamos que hay hombres católicos bavareses que son compañeros , que recorren este camino abierto por los Jesuitas en el siglo XVI, y que continúan demostrando que la fe no pertenece al pasado, sino que se abre siempre a un “hoy” y sobre todo, a un “mañana”.
«Vergelt’s Gott für alles» [Dios os lo pague], y ¡Dios os bendiga a todos vosotros! Gracias de corazón.
[Traducción del original italiano por Carmen Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]